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La ciudad de las parotas



ALEJANDRO MORALES

Caravanas


Sábado 20 de Octubre de 2018 8:54 am


“LA ciencia ha eliminado las distancias (…) Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra sin moverse de su casa”, el gitano Melquiades, en Cien años de Soledad. Caravanas ha habido muchas a lo largo de la historia. Las clásicas, en camellos y elefantes, de Medio Oriente o el norte africano. Pero no necesariamente se requieren animales para montar una caravana, las hay también, ya más modernas, en vehículos motorizados o a pie. Porque a final de cuentas lo que define una caravana no es el modo de locomoción, sino su organización, y ante todo el motivo y arrojo que determinan e impulsan su movimiento.

En este mismo momento se habla –y puede verse casi de manera instantánea a través de las redes sociales– una conmovedora caravana migrante (incluidos padres y madres con sus hijos menores en brazos) que viene a México desde Centroamérica, sobre todo de Honduras, huyendo de la violencia y la pobreza hacia Estados Unidos. Justo ayer empezó a entrar al país, pero el Estado mexicano, ante la presión de Trump para que le cierre las puertas al ejército migrante, envió cientos de policías para impedirles el paso. Pero los centroamericanos se lo han estado abriendo, el paso, a gritos de “México, México, México”, e incluso, en algunos casos, a pedradas.

Otra caravana, también originada en Centroamérica, llega este lunes a Colima. Esta no es masiva, sino pulverizada. Han enviado a diversos representantes por diferentes países y continentes, con la misión de dar a conocer la situación de su país. Este lunes, en Colima, estarán tres de sus representantes impartiendo pláticas y “conversatorios” sobre los motivos que los mueven. 

Es la llamada Caravana de Solidaridad Internacional con Nicaragua, otro país centroamericano, de forma más evidente de 6 meses para acá, vapuleado por el terrorismo de Estado contra su propia población. Por supuesto, la versión oficial del gobierno nicaragüense, pero no así del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU y otras organizaciones internacionales, es que los terroristas son los protestantes en las calles, cuyas armas más “letales” son globos azul y blanco, y más recientemente, a manera de rebeldía: los labios muy pintados de rojo carmesí entre las mujeres.

Las caravanas son evidencia de que el mundo se mueve, en un afán (a veces aparentemente infructuoso) de construir uno mejor. Pero por más que algunos quieran cerrar los ojos (o las puertas), este mundo sigue y se seguirá moviendo, y estos raudales humanos que vemos ahora en la frontera de Guatemala y México, ni duda cabe que anuncian un nuevo mundo por venir. Que sea mejor o peor este mundo, dependerá en parte de cómo se le dé solución al reto que representan.

El gitano Melquiades también viajó en caravana. Aunque ficticia, este personaje de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, solía traer los adelantos del mundo al recóndito Macondo: el imán, el hielo, el catalejo.

Pero yo no creo, como decía el pintoresco Melquiades, que será sólo por la ciencia que se eliminarán las distancias en el planeta. Podemos contar con todas las facilidades técnicas para darnos cuenta, casi al instante, de lo que sucede en cada rincón del mundo, pero la “información” no es suficiente, si no alcanzamos a conmovernos. A final de cuentas, es el corazón lo que elimina las distancias. Así entre las personas como entre las naciones.

Quien asista por la tarde al encuentro con los representantes de esta caravana nicaragüense en Casa de la Cultura, además de informarse, tendrá oportunidad de afinar su corazón. Para ello, la interpretación de algunas canciones nicaragüenses, por parte de los hermanos Hernández, trovadores colimenses, seguro que va a hacer mucho en pos de acortar distancias entre estas dos tierras tan semejantes en lagos y volcanes, retos y esperanzas.

Lo que sucede en las entrañas de América no puede ser ajeno en cualquier rincón del continente. Achicando el mundo a través del corazón, es como se engrandece.