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MOMENTOS



EVA ADRIANA SOTO FERNIZA

El día cero


Sábado 20 de Octubre de 2018 8:52 am


A principios de este año, Ciudad del Cabo anunció que estaba a punto de convertirse en la primera ciudad del planeta que se quedaría sin agua, lo cual inmediatamente acaparó la atención del mundo. La ciudad sudafricana de 4 millones de habitantes, estuvo afectada por una severa sequía y se estimaba que se quedarían sin agua en abril, fecha que se mencionó como “el día cero”.

Recuerdo que cuando me enteré, me vino a la mente una imagen de mi niñez: la llave de la manguera abierta por horas, para regar los arbolitos del patio, y la de una gran pila que almacenaba agua para lavar, donde el agua corría y corría sin más. Ahora, esa imagen me da escalofríos. Realmente pensábamos que el agua era inagotable. Hemos estado en la luna y ahora estamos cargando con las consecuencias.

Y en cuanto a Ciudad del Cabo, finalmente llegaron las lluvias, y afortunadamente las represas nunca redujeron sus niveles por debajo del 13.5 por ciento de su capacidad, evitando así que llegara el temible día cero. Y realmente la alarma no afectó sólo a sus habitantes, a todos nos sorprendió y puso en guardia. El asunto es que después de todo, esta amenaza ha dejado una gran lección. Y cómo no habría de serlo, después de que los ciudadanos de esta urbe sólo tenían permitido vivir con 50 litros de agua al día. Y además, resultó que se adaptaron rápidamente, ya que el darse baños de 90 segundos, los WC en los que no se tira, nada más porque sí, de la cadena, más los automóviles sucios, ahora son motivo de orgullo para la ciudad. También hay restaurantes que han clausurado los grifos de sus baños, forzando a los clientes a que usen gel antiséptico para lavarse las manos, y muchas albercas públicas están vacías.

“Hemos disminuido nuestro consumo general en un 50 por ciento”, comenta el vicealcalde de la ciudad, Ian Neilson. “Esto no pudo haberse logrado con sólo un número pequeño de personas. Está claro que ha habido un cambio en el enfoque de la gente hacia el agua”. Y no sé si ha sido sólo la influencia de este suceso, que parece salido de una novela de ciencia ficción, pero me doy cuenta que, en general, la conciencia se ha extendido. Nada menos, mi nieto Juan Carlos, de 7 años de edad, se dio cuenta en días pasados que mi marido estaba llenando una tina con la manguera, y la dejó mientras salía para atender la puerta. El niño de inmediato me dijo: “Abuelita, voy a cerrar la llave, porque se va a tirar el agua y no hay que desperdiciarla”. Si a su edad ya están así de responsables, creo que vamos en “caballo de hacienda”.

Y acciones por demás interesantes surgen durante las grandes emergencias como la anterior. La creatividad se abre paso, como pudo verse en Ciudad del Cabo, cuando Nick Sloane, un sudafricano capitán de salvamento, conocido por haber reflotado el crucero Costa Concordia en el Mediterráneo, anunció que podía resolver el asunto arrastrando un iceberg de 100 millones de toneladas desde el Océano Antártico. Sloane aseguró que era totalmente posible y que uno de esos icebergs podía suministrar suficiente agua para una tercera parte de los residentes de la ciudad, durante todo un año. Sin embargo, las autoridades argumentan que mover icebergs miles de kilómetros, conlleva riesgos y definitivamente no es barato. 

Y no porque en nuestro país nos sintamos lejecitos de los sudafricanos, estamos a salvo de una contingencia de ese tamaño. Aterrizando el tema en nuestro querido Colima, me remito al sabio y muy recordado don Carlos Caco Ceballos, quien llegó a poner por escrito en su popular columna periodística las ideas que él y antes de él, su papá, ya consideraban como solución para captar el agua de lluvia y no permitir que se desperdiciara. Oídos sordos prestaron varios gobiernos, a los que presentaron estas ideas padre e hijo, respectivamente. Construir decenas de miles de bordos en la parte norte del estado, para que el agua no se pierda, ya que nuestro territorio es una pendiente hacia el mar. Los bordos permitirían que el agua alimente los mantos freáticos, contribuyendo además a la forestación y mejoramiento del clima. ¿Hay otras prioridades? A estas alturas, la mayor prioridad es no quedarnos sin agua. Porque se quiera o no ver, “el día cero” también pende sobre nosotros como una espada de Damocles.


bigotesdegato@hotmail.com