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La Alameda colimense



Mario CASTILLO DERBEZ

Domingo 07 de Octubre de 2018 9:21 am

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A mediados del Siglo XIX, en Colima se comenzó a instaurar una gran área para realizar una Alameda; el sitio estaba muy cerca del corazón de la ciudad, por lo que resultaba perfecto para los planes.


COMO tradición, casi todas las ciudades más importantes de nuestro país tienen una Alameda, donde la gente descansa a la sombra de frondosos árboles o camina en sus largos senderos, y aunque no precisamente cuente con álamos, hay florestas oriundas de la región.

A mediados del Siglo XIX, en Colima se comenzó a instaurar una gran área para realizar una Alameda; el sitio estaba muy cerca del corazón de la ciudad, por lo que resultaba perfecto para los planes. Originalmente se trataba de una simple extensión territorial que servía para que pastaran animales, además de tener una gran cantidad de higueras, guamúchiles y parotas, que los arrieros utilizaban para amarrar el ganado. En ese lugar también se reunía la gente del pueblo para participar en la vendimia de antojitos.

 

EL PLAN

 

Según el libro El Colima de ayer, de Francisco Hernández Espinosa, este lugar fue elegido por el gobernador y comandante militar de Colima, José Silverio Núñez, para realizar un paseo público del que pudieran disfrutar los colimenses, el cual debería llevar el nombre de Alameda. Animado por el proyecto, comisionó al ingeniero Longinos Banda para su elaboración, quien a su vez, se inspiró en la gran Alameda de la Ciudad de México, realizando un trazado muy parecido.

Sin embargo, el proyecto comenzó a realizarse en una época turbia de la política mexicana, cuando liberales y conservadores luchaban por sus ideales, estallando la Guerra de Reforma meses después, por lo que el plan de la Alameda tuvo muchos retrasos.

El general Núñez no pudo ver concluida su obra, ya que murió combatiendo a los conservadores el 4 de octubre de 1858. Los siguientes gobernantes continuaron la construcción, de tal forma que se erigió una barda perimetral de baja altura, se colocaron bancas en el interior y se alzaron en las esquinas grandes portones de 5.60 metros de altura, pues se pensaba que sería un hermoso lugar estilo neogótico regional. Para entonces, la obra estaba a cargo de Antonio Alderete, maestro y tutor del también famoso alarife Lucio Uribe.

Según documentos resguardados en diversos archivos de Colima, aún se otorgaban áreas de este terreno para utilizarlos como huertas de diversos árboles frutales, aunque no se especifica con claridad cuándo terminó esa práctica.

Para concluir la seguridad perimetral de la zona, en 1863, el gobernador Ramón R. de la Vega inició la colocación de una verja de hierro sobre el muro, la cual estuvo alrededor de 40 años en uso. En el gobierno de Gildardo Gómez (1891-1893), el parque fue replantado con árboles oriundos de diversos estados, también tabachines e incluso laureles de la India, además de traer a gente de Jalisco, especializada en arboricultura, para dedicar el debido cuidado a la Alameda, todos auxiliados por el artista Rosendo Rivera, quien se desempeñaba como comisionado del embellecimiento de jardines, por lo que su experiencia era amplia.

En los primeros años del Siglo XX, durante el gobierno del general Juan José Ríos (1914-1917), al sitio se le dio el nombre de jardín “Gral. José Silverio Núñez” y se le erigió un monumento con su imagen, como homenaje por ser el iniciador del proyecto. También se colocaron pedestales en varias áreas con otro tipo de adornos, como jarrones, un león y un águila en la fuente central, todas estas obras fueron creadas por el escultor colimense Leonilo Chávez.

 

LA DECADENCIA

 

Pero este hermoso recinto botánico, resguardado por decenas de metros de verjas y ostentosos umbrales se tuvo que modificar. Comenzaron a quitar los grandes portones que adornaban las entradas, y se desmontó el enrejado perimetral del jardín por órdenes del gobernador Enrique O. de la Madrid, con el pretexto de “quitarle el aspecto de panteón”.

Fue en 1931 cuando el gobernador Salvador Saucedo se dio la tarea de seguir con la remodelación. Primero se quitó la fuente central llamada Pila de los patos, nombre que se le dio porque a ella arribaban regularmente una gran cantidad de patos, además de tortugas, gansos, chonchos y hermosos pavorreales; toda esa fauna desapareció.

Se desmontó el águila y el león que adornaban el lugar; se redujeron las áreas de prados en su interior y se derribó el pedestal que sostenía el busto del general Núñez.

El enorme enrejado que cubría el jardín fue llevado a las bodegas del hospital “Porfirio Díaz”, edificio ya desaparecido que se encontraba en la calzada Pedro A. Galván; después fue trasladado a un viejo caserón propiedad del Ayuntamiento, y de ahí se tomó una parte para la construcción del mercado Constitución, lo que hoy conocemos como la antigua Central Camionera.

 

OTROS USOS

 

En 1917 se instaló en el jardín el primer sitio de automóviles de alquiler que tuvo la capital, donde se contaba con un vehículo Ford en su inolvidable modelo T, este fue el primero con motor de combustión interna que llegó al estado, por lo que Colima siempre estuvo a la vanguardia automotriz y el jardín Núñez fue testigo de eso.

El sitio también fue utilizado como lugar de arribo para los autobuses foráneos, hasta que en 1965 se construyó la Central de Autobuses, en el edificio que albergaba el mercado Constitución.

En este gran jardín se realizó la Feria de Todos los Santos, desde 1943 hasta 1958, cuando se llamaba Feria Agrícola, Ganadera, Comercial e Industrial de Colima.

Cada ocasión que llegamos al jardín Núñez a sentarnos en sus bancas o resguardarnos del sol a la sombra de sus frondosos árboles, tal vez no nos imaginemos las múltiples modificaciones que ha tenido en su larga historia, que inició con la pretendida Alameda colimense.

Mario CASTILLO DERBEZ



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