Monumento al último Tlatoani
Mario CASTILLO DERBEZ
Domingo 04 de Noviembre de 2018 8:57 am
+ -LA estatua del Rey de Colimán es emblemática para todos los colimenses, ya que representa dignamente al último Tlatoani Colímotl –así nombrado por el conquistador Hernán Cortes–, cuya sede o capital se denominaba Caxitlán, situada en el Valle de Tecomán, y quien defendió este territorio de los invasores españoles.
LA estatua del Rey de Colimán es
emblemática para todos los colimenses, ya que representa dignamente al último
Tlatoani Colímotl –así nombrado por el conquistador Hernán Cortes–, cuya sede o
capital se denominaba Caxitlán, situada en el Valle de Tecomán, y quien
defendió este territorio de los invasores españoles.
La efigie, erigida desde 1955,
representa a un guerrero, sobre un pedestal, en una soberbia actitud de
resguardar a su pueblo. En la parte inferior lleva la inscripción Rey de
Colimán, y en la superficie aparecen esculpidas, en un exquisito bajo-relieve,
las costumbres y las actividades de los pobladores.
Esta imponente obra fue ejecutada por
el distinguido escultor mexicano Juan F. Olaguíbel, autor de algunas de las
estatuas más importantes y hermosas del país, como la tan admirada “Diana
Cazadora” y la “Fuente de Petróleos”, en la Ciudad de México; “El Pípila”, en
Guanajuato; y el “Monumento a los Hombres Ilustres”, en Guadalajara, entre
otras.
El nacimiento de esta obra fue a raíz
de discernir el gran misterio de este patriota que defendió su territorio
durante la intervención del conquistador español, Gonzalo de Sandoval, en 1523,
buscando glorificar y sacar del olvido al máximo héroe indígena de Colima.
LA IDEA
La iniciativa para la construcción de
la estatua comenzó a ganar fuerza en la década de los 50 por el historiógrafo
Ignacio G. Vizcarra, al publicar escritos en varios rotativos de la época,
donde daba a conocer los deseos de la edificación de un monumento a la memoria
del gran patriota indígena. Según en el libro El Rey Colimán, de Carlos Pizano
y Saucedo, Vizcarra publicó: “Alguna vez se había sugerido que se levante un
monumento al capitán Gonzalo de Sandoval, conquistador de Colima, en ese
respecto habremos de confesar que nos consideramos en justicia más obligados en
honorificar antes que la memoria del conquistador, la del héroe vencido que
luchó por la libertad de su pueblo, transformándose con su sacrificio en
símbolo que presenta a su patria y a su raza”.
También el profesor Francisco
Hernández Espinosa optó por apoyar este proyecto, al publicar varios artículos
al respecto, pero uno en particular titulado Un gran deber olvidado, donde citó
que “El señor Ignacio Vizcarra ha escrito los acontecimientos verídicos que se
registraron en el trance de la defensa del Reino de Colimán, donde ha prohijado
la noble idea de erigirle un majestuoso monumento de nuestro Rey colimote, ya
que al igual que Cuauhtémoc, defendió con bravura y dignidad su suelo”.
Incluso el poeta Felipe Sevilla del
Río opinó al respecto, mandando una carta al profesor Hernández Espinosa: “…
tus artículos sobre el monumento al Rey de Colimán me han parecido excelentes,
tanto por su fondo histórico, cuanto por su nobleza de intención. Yo también
como tú, he soñado ver en Colima un suntuoso monumento que honre para siempre a
la persona y al nombre de nuestro máximo héroe indígena. Mi esperanza es que no
hemos de morirnos sin antes ver ese monumento erigido en Colima”.
El 22 de septiembre de 1953, el
entonces gobernador Jesús González Lugo, mandó construir la tan ansiada estatua
del Rey Colimán, a manos del talentoso escultor Juan F. Olaguíbel.
EL PROYECTO
Francisco Hernández Espinosa
implementó un primer boceto para la efigie. Él propuso que se colocara en donde
se unen la calzada Galván, la entrada de la carretera
Jiquilpan-Colima-Manzanillo, y la reciente avenida en diagonal, Rey de Colimán.
El proyecto contemplaba la
construcción de una elevada columna de una altura aproximada de 30 metros, en
cuya cúspide se levantaría la figura del Tlatoani fundida en bronce y de gran
tamaño, para que pudiera verse a grandes distancias; éste empuñaría un
macuahuitl (arma hecha de madera con filos de obsidiana a cada lado).
Rodeando la figura de bronce habría
una serie de caciques que ayudaron al Rey de Colimán en la defensa de sus
tierras, quienes serían Tzome, de Xicotlán; Capaya, de Autlán; y Hopey, de
Amula; también se contemplaron 10 guerreros en la base en actitud de combate,
todo, ornamentado con plantas de la región.
Pero debido a la complejidad del
boceto, se optó por tomar el proyecto propuesto por el escultor Juan F.
Olaguíbel, conforme a las características siguientes: el pedestal de forma
cónica con escudo primitivo, placa con inscripción; base circular con bajo
relieves, fuente o espejo de agua; plataforma o banqueta con bancas, prados y
escaleras, y fondo o cortina de árboles en la parte posterior del pedestal.
Esta, que debería simbolizar el Rey de Colimán, representa a un guerrero de pie
en arrogante actitud defensiva, al mismo tiempo que protectora a sus súbditos
que, se supone, están detrás de él.
El pedestal cónico simboliza la gloria
ascendente del guerrero que con tanta bravura y fuerza supo conducir a los
suyos en las batallas victoriosas contra los invasores de su reino; en el
frente de dicho pedestal se muestra en altorrelieve el escudo antiguo de “brazo
armado”, y debajo la inscripción Rey de Colimán.
En la base semicircular, el escultor
plasmó en bajorrelieve enmarcado por una greca, donde se plasma en el lado
derecho las guerras y derrotas que infligió a los conquistadores; al centro, la
conquista y sus influencias religiosas y culturales; y en el lado izquierdo se
representan las costumbres y actividades de las tribus del reino de Colimán,
antes de la Conquista española.
La estatua tiene 4.5 metros de altura,
labrada a la talla directa en bloques de aproximadamente un metro, en piedra
chiluca de tono gris claro. El pedestal cónico es de 1.5 metros de altura por
2.10 de diámetro en la parte superior y 2.05 en la inferior; la altura total
del monumento es de 8.5 metros.
Al ser concluido este monumento, fue
inaugurado el 16 de septiembre de 1955, justo al finalizar la administración
gubernamental del general Jesús González Lugo.
El escultor Juan F. Olaguíbel dejó su
huella aquí con icónico trabajo, representando al legendario personaje indígena
que defendiera la soberanía de su raza ante el ataque de los españoles.