Cuando Estados Unidos se apoderó de todo el norte de México

#UnPocoDeHistoria
Jueves 07 de Febrero de 2019 12:18 pm
+ -Por 15 millones de dólares México perdió más de la mitad de su territorio, un número incontable de vidas humanas y una parte importante de su población.
El Tratado
Guadalupe Hidalgo, firmado el 2 de febrero de 1848, fue el que determinó la
actual frontera entre ambos países. Sin embargo la campaña de rapiña había
comenzado doce años antes, en 1836, con la separación de Texas del territorio
mexicano. Esta entrega fue ejecutada por Antonio López de Santa Anna, entonces
presidente de México.
Para 1846,
el gobierno estadounidense estaba en manos del demócrata James Polk, quién
pasaría a la historia como uno de los campeones del expansionismo del gigante
del norte.
El tratado determinó que por 15 millones de dólares se le entregaba a Estados Unidos 2 millones 349 mil 574 kilómetros cuadrados de territorio, aproximadamente 120 por ciento de la superficie que hoy constituye México.
Antonio López de Santa Anna
Ese
territorio hoy conforma los estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México,
Texas y partes de Arizona, Colorado, Wyoming, Oklahoma y Kansas. A su vez,
México perdía un número incontable de vidas humanas y una parte importante de
su población.
Como cita
Howard Zinn, historiador estadounidense, en La otra historia de Estados Unidos,
el periódico Whig Intelligencer, una vez firmado el tratado Guadalupe Hidalgo,
afirmó “no tomamos nada por conquista…gracias a Dios”.
¿GUERRA O
INVASIÓN?
Howard Zinn
define la invasión estadounidense a México como “una guerra entre la élite
angloamericana y la élite mexicana". Sin embargo, él mismo explica que la
guerra fue provocada por un incidente militar circunstancial: la desaparición
del Coronel estadounidense Cross y la posterior aparición de su cuerpo con un
fuerte golpe en el cráneo.
Su muerte
fue endilgada a “guerrilleros mexicanos”, que dicho sea de paso, nunca
aparecieron.
Zinn
denuncia que “cada bando rivalizaba a la hora de animar, usar y matar a su
propia gente”. La campaña militar de Santa Anna y sus aliados puede
sintetizarse en la entrega y la retirada. Fueron la clase trabajadora y los
sectores populares quienes resistieron la invasión del territorio y enfrentaron
al ejército estadounidense con lo que podían.
Esto quedó demostrado el 16 de septiembre de 1847 cuando, a pesar de la valentía de hombres y mujeres que combatieron hasta desfallecer frente a los invasores, se izó la bandera yanqui en la Plaza Constitución (más conocida como el Zócalo) de la capital mexicana.
James Polk, presidente demócrata estadounidense durante la firma del tratado
Por el lado
del ejército estadounidense, se sabe que los soldados eran reclutados con
promesas de una campaña militar fácil, unos acres de tierra y algunos dólares.
Muchos eran irlandeses y alemanes.
Pero hubo
voces que se alzaron contra la invasión, como la de Frederick Douglas, esclavo
liberto, que escribió en el periódico North Star: “la guerra actual
–desgraciada, cruel e inicua- contra nuestra república hermana.
México
parece una víctima propiciatoria de la codicia anglosajona y del amor a la
guerra”. El mismo Douglas denunció a las figuras de los partidos políticos de
la época, que supuestamente se oponían a la guerra en el discurso, pero incluso
los abolicionistas seguían pagando sus impuestos para financiar la invasión.
Una parte
fundamental de los objetivos políticos de James Polk era la expansión
territorial. Es así que, aunque luego se llamara Guerra de México-Estados
Unidos, en realidad se trató de una invasión militar y posterior colonización
de gran parte del territorio mexicano, clave para el desarrollo capitalista
estadounidense.
Del lado
norte de la frontera quedaron vastos recursos energéticos y minerales, mano de
obra y 116 mil personas cuyo destino iba a ser la proletarización, incluso de
las familias que ante de la invasión tenían algunas propiedades.
NACE LA
CLASE TRABAJADORA LATINA EN ESTADOS UNIDOS
Según Juan
Gómez Quiñones y David Maciel en Al norte del río Bravo: pasado lejano
(1600-1930), con la conquista por parte de Estados Unidos del territorio mexicano
en 1848, se consolida el proceso de transición a formaciones económicas
capitalistas. De la producción para el consumo de la población regional se pasó
a la producción para el intercambio con el mercado estadounidense y el de las
principales ciudades de México.
La opresión
racial tenía larga data en el territorio. Al tráfico de esclavos traídos de
África, se sumaba la esclavización de indígenas y el sometimiento de los
pueblos originarios de la región; a quiénes desde la conquista española se los
había intentado dominar a través de un proceso de hispanización forzada y de su
explotación en manos de la Iglesia católica y los militares peninsulares.
Después de 1848, el trabajo forzado para indígenas y mestizos continuó. Pero a ellos se sumaron trabajadores y artesanos mexicanos que llegaron al nuevo territorio estadounidense en busca de oportunidades. Fueron a trabajar en el tendido de ferrocarril, en las minas, en los campos agrícolas y ganaderos.
Territorio mexicano antes de la invasión norteamericana en 1846 y 1848
Los
mexicanos que quedaron al norte de la frontera, los chicanos, tras la firma del
tratado, y los migrantes que luego llegaron a la región fueron tratados como
“ciudadanos de segunda”, estigmatizados como “perezosos e ignorantes”. Su
cultura y sus tradiciones fueron denigradas.
Sobre su
explotación y opresión, entre otros factores, se construyó la potencia
imperialista que hoy es Estados Unidos.
Ésos fueron
los inicios del convulso proceso de formación de la clase obrera latina en el
gigante del norte, que en el siglo XXI siguen con los salarios más bajos de Estados
Unidos, criminalizados, bajo amenaza de cárcel y deportación cada día.
Desde aquel
momento a esta parte, todos los gobiernos mantuvieron a la comunidad latina
bajo el terror –así como a la comunidad afroamericana– porque le resulta útil
al capitalismo continuar enriqueciéndose con el sudor y el trabajo de la clase
obrera multiétnica estadounidense.
A 171 años
del infame Tratado Guadalupe Hidalgo, las políticas racistas y xenófobas de
Trump y su campaña por un muro fronterizo son la expresión más acabada de las
históricas condiciones de explotación y de opresión que impone Estados Unidos a
los más pobres y desposeídos. Situación agudizada, a su vez, por la enorme
crisis migratoriaque sin dudas son consecuencia de la penetración imperialista
estadounidense tanto en Centroamérica como en el mismo México.
Con información
de izquierdadiario.com