La increíble historia del hombre que se fugó de las Islas Marías, “El Alcatraz Mexicano”
Lunes 18 de Febrero de 2019 12:25 pm
+ -Lo habían dado por muerto, pero fue recapturado por robar en una iglesia
Carlos
Miralrio Mujica llegó el 2 de agosto de 1988 a Las Islas Marías. Tres años
antes había sido detenido en el DF por robo y lesiones y fue internado en el
reclusorio Sur.
Ahí se hizo
pasar por David Cortes Quintero, pero se descubrió su verdadera identidad y los
motivos por los que había fingido ser otra persona: había asesinado a dos
hombres, uno de ellos era un policía. Su proceso fue corto y un juez lo
sentenció a 26 años de cárcel. En agosto del 88, fue trasladado a la colonia
Penal Federal Islas Marías, a 140 kilómetros de las costas de Nayarit.
En esa
prisión de muros de agua Carlos Miralrio
Mujica desarrolló una de sus aficiones: tocar la guitarra.
En las
fiestas de fin de año de 1989, cuenta un agente de la PDI que participó en su
captura y que aún está activo en la corporación, el entonces director del penal
lo mando llamar. Habían organizado una fiesta y quería que él cantara.
“Nos dice que fue una fiesta a morir, hubo mucho chupe, todos acabaron pedos y al ver que habían quedado como bultos, planeó fugarse”, indicó el agente que pidió omitir su identidad.
En un
informe de la desaparecida Policía Judicial del Distrito Federal que redactó el
comandante Alfredo Montes de Oca Ramírez, como apéndice de la averiguación
4ª/1330/990-06, se detalla brevemente cómo huyó.
“Se proveyó
de bolsas de plástico de varios tamaños, cajas de cerillos, un encendedor, un
machete, un cuchillo, y otros implementos, saliendo de Isla Madre hacia Isla
Magdalena, para después dirigirse en una balsa que fabricó con quiotes hacia la
Isla Cleofas y de este lugar al Puerto de San Blas en otra balsa, haciendo un
recorrido de 13 días, para después por vía terrestre, dirigirse al Distrito
Federal”, indica el texto.
La hoja
amarillenta escrita a máquina y que está a punto de desvanecerse no entra en detalles,
pero los que conocieron de su captura sí.
“Dijo que
rompió unas hieleras y se amarró las tapas al pecho. En las bolsas de plástico
metió los cerillos, el encendedor y algo de comida que quedó de la
fiesta, así se aventó al mar, según contaba cuando veía cerca de él los
tiburones se quedaba quieto, como si fuera un tabla para que no le hicieran
nada”, dijo Jesús, un empleado de la PGJDF, que también aparece en esa foto.
De acuerdo
con las versiones de los que vivieron su captura, se sabe que después de tocar
tierra, llegó a casa de una hermana en Jalisco.
Ella le dijo
que no quería problemas y le dio un reloj para que intentara venderlo.
Con lo que
obtuvo llegó al DF en febrero de 1990.
Los directivos del penal de las Islas Marías lo dieron por muerto. Así se lo hicieron saber a sus familiares.
Por eso
cuando Carlos llegó a su casa, no lo podían creer, estaban frente a un muerto.
Días
después, se encontró en el metro Villa de Cortes con José Malfavón Espinosa,
uno de sus amigos, al que conoció años atrás en la penitenciaría de Santa
Martha Acatitla.
En mayo de
ese año robaron juntos el Convento de Regina Coeli, ubicado en la calle Bolívar
y la calle San Jerónimo en el Centro Histórico y se llevaron varias figuras
religiosas.
Cuatro meses
después, agentes de la Procuraduría capitalina dieron con el comprador de uno
de los cuadros y así llegaron hasta los
ladrones.
Carlos
Miralrio fue detenido en la colonia Obrera, llevaba una pistola 9 milímetros
fajada en la cintura.
Parecía ser
un ladrón más. Pero, al verificar sus antecedentes, descubrieron que se había
fugado de las Islas Marías.
“Recuerdo
que el comandante le dijo: ‘andele cabroncito por robarle al patrón ya ve, ya
la habías librado, todos te daban por muerto’ y así era, nadie podía creerlo”,
aseveró Jesús, quien vivió su captura.
Ahí, antes de ser presentado al MP, Miralrio les contó su historia. Antes de enviarlo otra vez a prisión, se fotografiaron con él.