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Ácido para desfigurar a personas, lo fácil que se consigue en la CDMX



Jueves 07 de Marzo de 2019 12:24 pm

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En la capital hay más de 100 puntos de venta y ni siquiera es una sustancia cara, en promedio, un litro de ácido sulfúrico se vende en 50 pesos


En México, transportar ácido altamente corrosivo y peligroso para los humanos es posible usando, incluso, el Metro.

Jaf Shah, director ejecutivo de Acid Survivors Trust International dice: los gobiernos deben regular la venta y compra de ácidos para prevenir ataques.

(Este reportaje de Excélsior muestra cómo la falta de normas en la industria facilita la comisión de crímenes graves).

Nunca antes has comprado ácido sulfúrico en México, pero por lo que has leído en los últimos días sobre los ataques con sustancias corrosivas contra mujeres y niñas, debería ser una tarea difícil y arriesgada.

No lo es.

Lo sabes al instante de buscar en internet cómo es que los perpetradores de esos ataques, que desfiguran el rostro de sus víctimas, adquieren esos líquidos abrasivos. El primer resultado de búsqueda es una plataforma de compra y venta de productos, como si comprar ácido fuera lo mismo que conseguir una televisión o un reloj usado.


En esa plataforma, hay decenas de opciones para comprar entre uno y 200 litros de ácido sulfúrico en varios estados del país. Jalisco, Nuevo León, Estado de México, Guanajuato, están entre los más comunes. En Ciudad de México, por ejemplo, hay más de 100 puntos de venta. Seguramente –piensas— debe ser una sustancia cara. Inaccesible para la población general por su poder destructivo. Pero no es así. En promedio, un litro de ácido sulfúrico se vende en internet por 50 pesos.

¿Qué tanto daño puede causar un litro de ácido?, te preguntas. Seguramente, piensas, 50 pesos apenas causan una quemadura leve, acaso ampollas o enrojecimiento por un par de días.

Pero recuerda el caso de Helena Saldaña Aguilar, la joven universitaria de 23 años que en noviembre de 2018 fue atacada con ácido en las puertas de su casa en la alcaldía Iztacalco, en Ciudad de México: su rostro quedó desfigurado, tuvo quemaduras de segundo y tercer grado que han dejado cicatrices de por vida, perdió la visión en el ojo derecho y tiene enfrente más de 25 cirugías reconstructivas. Ese extenso daño fue hecho con solo medio litro de ácido; es decir, arruinarle la vida le costó a su victimario unos 25 pesos.

Entonces, piensas que, si se trata de una sustancia tan peligrosa, baratísima y de venta por internet, seguramente comprar un litro deberá ser imposible sin una serie de requisitos cumplidos. Pero, de nuevo, no es así. Basta una tarjeta de débito, de crédito o de PayPal para hacer la transacción y, en segundos, te llega un correo electrónico: "Compraste Acido Sulfurico 0.1 N Maesa Fco C/1 Lt".

Al día siguiente, quieres recoger tu producto en la dirección que marca la compra.

Te imaginas lo harás en un laboratorio o alguna institución de gobierno. Fantaseas con un gran edificio, al estilo de los gigantes farmacéuticos, donde todo es aséptico y la gente usa batas, cubrebocas y guantes de látex.

En lugar de eso, llegas a un barrio residencial en la alcaldía Azcapotzalco, en los límites con el Estado de México, y cuando llegas a la calle y el número indicado revisas dos veces tu correo electrónico en busca de un error: se trata de un domicilio particular que tiene una discreta placa, oxidada y vieja, que marca el lugar como "Productos Biológicos".


"Buenos días, ¿aquí puedo recoger un litro de ácido sulfúrico?", preguntas con cierta desconfianza después de tocar el timbre de ese inmueble que tiene fachada de todo, menos de un lugar donde guardan bidones con ácido capaces de disolver decenas de cuerpos. "¡Ah, sí, pase! Con cuidado, están trapeando, no se vaya a resbalar".

Una señora, con trapeador en mano, abre la puerta y ahí se termina la fantasía de un vendedor con uniformes o protecciones especiales. En la cochera, el vendedor tiene listo el litro de ácido que compraste en un envase blanco.

Esperas que en algún momento ese señor de aspecto genérico te pida algún permiso especial, una licencia expedida por el gobierno o por una empresa autorizada a comprar ácido sulfúrico.

Al menos, una copia de tu credencial de elector o que escribas tu nombre en una hoja donde quede asentada tu identidad. No lo hará. Despachará con el mismo gesto aburrido que tiene quien vende un refresco en la tienda de la colonia.

"¿Se lo lleva en una bolsita?", pregunta él y tú, por lo que has leído en los últimos días sobre los ataques con sustancias corrosivas contra mujeres y niñas, piensas "esto no debería ser tan fácil".

"¿No necesito un permiso o algo?", preguntas al vendedor y él te responderá con una sonrisa condescendiente. "No, amigo. Nada". Insistirás. "¿Y si me para un policía en el Metro?". Y él, aburrido con tus preocupaciones, soltará un "nunca ha pasado eso".

Tiene razón. Avanzas por la calle y por el Metro con un envase que dice "ACIDO SULFÚRICO" y ningún policía hará algo por impedirlo. Y cuando quieras deshacerte de ese líquido peligroso llamando a la policía, ellos dirán que no saben cómo manejar ese líquido y que no conocen los protocolos. Ni siquiera la autoridad conoce las regulaciones.

Después de tu primera compra de ácido sulfúrico en México, te queda la sensación de que esta sustancia será regulada hasta que haya una ola de ataques con ácido y veamos a decenas de mujeres y niñas con el rostro desfigurado.

Con información de Excélsior

Agencias



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