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Los restos humanos del jardín San Francisco



Lunes 08 de Abril de 2019 11:05 am

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Esta joven mujer embarazada, que muy probablemente murió a causa de alguna severa enfermedad y fue arrojada a una zanja y sentenciada a quedar en el olvido, hoy resurge de manera fortuita, trayendo consigo un gran misterio que pronto será resuelto.


DESDE las épocas prehispánicas, Colima ha sido un referente en materia histórica y arqueológica. Un ejemplo es el reciente hallazgo de dos osamentas: una mujer y un niño, en las inmediaciones del jardín San Francisco de Almoloyan, en esta ciudad.

El vecino del lugar, el fotógrafo Rafael Cruz, en compañía de su hijo, se sentaron a descansar en una parte del jardín, cuando visualizaron parte de una osamenta que sobresalía del suelo. El evento fortuito, la curiosidad de Rafael y su aviso al Instituto Nacional de Arqueología e Historia (INAH), delegación Colima, permitieron el rescate arqueológico por demás interesante.

Por eso, en entrevista con Diario de Colima, el arqueólogo Saúl Alcántara Salinas dijo que son sumamente importantes las denuncias ciudadanas al INAH, “que la gente se acerque y vea que no es peligroso como se cree, que no tengan miedo de que el INAH expropie las piezas que se encuentran en domicilios particulares, nosotros lo que hacemos es recuperar nuestro patrimonio y tratar de sacar toda la información posible”.


EL RESCATE

Saúl Alcántara explica los procesos de rescate: “hay naturales y antropogénicos (realizados por el hombre), que facilitan este tipo de hallazgos”. En este caso, “al parecer hubo una remodelación del jardín San Francisco, donde obviamente hubo movimiento de materiales, rasparon esa zona, quitaron parte de capa de tierra donde accidentalmente se expuso esa osamenta, facilitando su avistamiento”.

Indica que, “afortunadamente, los huesos que obtuvimos salieron en buen estado, porque en otras ocasiones salen, literalmente, hechos polvo, realmente es muy difícil que se pueda tener una osamenta intacta y relativamente completa, por lo que el proceso de estudio será más largo, pero más prometedor”.

Señala que casi a mediados de marzo pasado, cuando recibieron el reporte de Rafael Cruz, en esas fechas también encontraron un vestigio importante ubicado en una casa particular. Se trata de un entierro prehispánico de la fase Chanal, “en donde se ubicó otra intrusión muy cercana a ese hallazgo que parecía que era un basurero posterior a la osamenta, este tipo de descubrimientos son muy comunes, por lo que, prácticamente al mismo tiempo, se reportó un develamiento prehispánico y otro histórico”, agrega el arqueólogo.


Junto con la antropóloga Rosa María Flores, el arqueólogo Alcántara y un equipo de trabajo especializado se dieron a la tarea de rescatar la osamenta encontrada en el jardín San Francisco.

“Empezamos a excavar, encontramos, a partir de los huesos que estaban expuestos, el seguimiento de la posición de la osamenta, buscando hacia dónde iban, si podía ser completo o solamente el cráneo, por lo que lo primero que hicimos fue cerciorarnos de que estuviera el cuerpo entero. Nos dimos cuenta que el entierro no era moderno, era más antiguo, por lo que ya se considera como histórico.


“Es cuando nos dimos cuenta de que el lugar tenía una gran cantidad de cal, a diferencia de otras excavaciones, por lo que comenzamos a pensar que probablemente se habría tratado de alguna persona con alguna enfermedad epidemiológica, ya que en aquella época se enterraban los cuerpos con cal, para evitar la propagación de una enfermedad”, precisa Saúl Alcántara.

Pero la cuestión interesante apenas comenzaba a salir a la luz para los especialistas del INAH, ya que la manera en cómo se encontró la osamenta no era muy común. “Lo curioso comienza cuando notamos la forma de la colocación del cuerpo, no era una posición tradicional, ya que a partir de la época colonial o histórica, se enterraban de manera extendida, siempre viendo hacia el cielo, y este cuerpo no presentaba estas características.

“La conformación del cuerpo estaba de manera muy irregular. Cuando vemos por completo todo el cuerpo, nos dimos cuenta realmente de cómo estaba colocado, y se puede llegar a la sugerencia de que el cuerpo fue aventado, tal vez se trataba de una zanja en donde enterraban cuerpos”.

El arqueólogo prosigue con la descripción de la osamenta: “Por ejemplo, una de la parte de los hombros presentaba una profundidad mayor y tenía la mano derecha doblada por debajo del cuerpo, la pierna izquierda estaba flexionada sobre la derecha y ésta estaba extendida, indicios que nos pueden ayudar a determinar que fue arrojado.


“Justo sobre esta pierna derecha se detectó un anillo de cobre y se identificó fácilmente gracias a la tonalidad verde que produce este metal a lo largo de los años”, sin embargo, precisó, quedan por descubrir más detalles.

Ya en la última parte de la excavación, cuando se pensaba que ya se había encontrado todo, surgió algo aún más intrigante. Para entonces se había determinado que la osamenta pertenecía a una mujer joven, de aproximadamente 26 ó 28 años, y las meticulosas observaciones de la antropóloga Rosa María Flores descubrieron una serie de pequeños huesos, tres, para ser precisos, colocados muy cerca de lo que sería el vientre, a lo que ella lo reporta como si se tratara de un no nacido. Es decir, que esta mujer muy probablemente estaba embarazada. Es en este punto donde se determina que en el hallazgo, se encontraron partes de dos cuerpos.

Por último, casi al concluir el retiro de los huesos, se encontró a la altura de los tobillos, el segmento de lo que parece ser una especie de estoperol, “probablemente se trataba de alguna parte de algún calzado o elemento de ropa; este objeto también está hecho de cobre, por lo que aún no se puede determinar exactamente de qué parte o a qué prenda pertenecía, hasta que se puedan limpiar no se puede saber exactamente lo que es”, dice el arqueólogo.


El estudio más detallado de este descubrimiento apenas comienza, lo único que puede determinarse hoy es que las osamentas pertenecen cronológicamente a la época Histórica, tiempo enmarcado entre el fin de la Colonia hasta el inicio de la Revolución Mexicana, es decir, un margen de entre 100 y 200 años a nuestra fecha.

Estos vestigios se encuentran actualmente en las bodegas del INAH Colima y sólo esperan los expertos tener la oportunidad de analizarlos más profundamente, ya que según palabras del arqueólogo Saúl Alcántara, “nos interesa darle seguimiento y difusión a este hallazgo, para darle una conclusión, la idea es de que este mismo año podamos saber un poco más acerca de estas personas que encontramos”.

Hay que imaginar el potencial arqueológico que tiene el jardín San Francisco y sus alrededores, los secretos que aún guarda y esperan ser encontrados. Esta joven mujer embarazada, que muy probablemente murió a causa de alguna severa enfermedad y fue arrojada a una zanja y sentenciada a quedar en el olvido, hoy resurge de manera fortuita, trayendo consigo un gran misterio que pronto será resuelto.

Mario Alberto CASTILLO DERBEZ



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