Transgéneros, orillados a una muerte temprana en Latinoamérica
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Sábado 09 de Noviembre de 2019 1:07 pm
+ -El promedio de vida de las mujeres trans en América Latina se encuentra entre los 35 y 41 años a diferencia del promedio general de la región, que es de 75 años, según la RedLacTrans.
El promedio
de vida de las mujeres trans en América Latina se encuentra entre los 35 y 41
años a diferencia del promedio general de la región, que es de 75 años, según
la RedLacTrans.
Históricamente
se consideraba que las personas trans padecían un “trastorno patológico” porque
su identidad de género no coincide con su sexo de nacimiento. Desde 2018, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) retiró la identidad trans de la
clasificación de enfermedad mental.
La ONU ha
advertido que “tratar a las personas trans como si fueran enfermas es una de
las principales causas de las violaciones a los derechos humanos”.
Pero esto no
garantiza la conciencia en la sociedad. De acuerdo con la RedLacTrans -una
organización sin fines de lucro que lucha contra la discriminación de las
personas trans en la región desde 2004-, 77% de las personas trans son
expulsadas de sus hogares durante la infancia y una de cada cuatro no termina
la secundaria por el hostigamiento de docentes y compañeros; además, 52% sufre
discriminación en el sector salud.
Sin embargo,
hay indicios de que la situación del derecho de acceso a la salud en América
Latina está empezando a cambiar. Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia y otros
países como México permiten el cambio de nombre según la identidad de género,
sin tener que hacerse una intervención previa en el cuerpo.
En hospitales
públicos o privados de la región las personas trans pueden acceder a
intervenciones evaluadas científicamente.
Amalia del
Riego, jefa de la Unidad de Servicios de Salud y Acceso de la Organización
Panamericana de la Salud (OPS), resalta que "aún resta mucho por hacer
para que haya mayor acceso, sin discriminación, en todos los servicios de
salud, para hacer realmente efectivo ese derecho".
Esta es la
primera de cuatro entregas de un trabajo realizado en México, Argentina, Costa
Rica y Venezuela, en el que se presentará la situación que viven los
transgénero en la región.
La lucha
constante por la identidad
Todo el
pueblo recuerda muy bien a Violeta: cómo se paseaba por las calles rumbo a los
bailes, enfundada en vestidos rojos, púrpuras y de lentejuelas. Tenía una piel
muy morena, dientes blanquísimos y una figura espectacular que movía con
elegancia sobre unas estilizadas plataformas.
A Violeta la
mataron hace más de 20 años, pero su madre llora la pérdida como si hubiera
sido ayer: "Apareció a un lado de la carretera, todo golpeado", dice
sin poder evitar referirse a su hija trans con la identidad masculina con la
que nació.
De acuerdo
con el Observatorio de Personas Trans Asesinadas, entre el 1 de octubre de 2016
y el 30 de septiembre de 2017 fueron reportados 325 asesinatos de personas
trans a nivel mundial. De estos, 267 ocurrieron en América Latina y una buena
parte en México. Nuestro país se coloca como el segundo más peligroso para la
población trans.
Pero el odio
y la transfobia no son los únicos fenómenos sociales que atentan contra esta
comunidad. También está el bullying, la discriminación, estigmatización y la
falta de leyes.
La Comisión
Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) reconoce que la población transgénero,
transexual y travesti debe gozar de los mismos privilegios en materia de salud
que cualquier otra persona. En Latinoamérica, por ejemplo, las poblaciones más
excluidas son las que reciben menos información sobre salud y suelen registrar
una tasa de mortalidad más elevada respecto al resto de la población; es el
caso de los y las trans.
En México no
hay datos demográficos públicos disponibles sobre este sector, pero esfuerzos
aislados sugieren que en el país podrían habitar entre 81 mil y 183 mil 600
adolescentes trans de 13 a 18 años de edad. Aunque datos del Centro Nacional
para la Prevención y Control del VIH/sida (Censida) indican que la cifra es
superior a las 112 mil personas.
Acceso mínimo
a salud
En México, la
población trans se hizo visible sólo a partir de la epidemia de VIH.
"Durante los primeros años del programa, una tercera parte de las mujeres
trans que acudían a la Clínica Especializada Condesa para su tratamiento
hormonal presentaban VIH", destaca Luis Manuel Arellano, coordinador de
Integración Comunitaria del programa de VIH de la Ciudad de México.
"En ese
momento el seguimiento por VIH a nivel nacional sólo distinguía por sexo,
hombre o mujer, así que ésta fue la primera institución en ampliar el criterio
en la identidad de género; esto provocó que el resto de las instituciones en
materia de salud abrieran una nueva categoría".
Desde 2008,
la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) reconoció que a las personas
que viven con un género distinto se les debe permitir la rectificación de sus
documentos de identidad, pero no se contaba con un reglamento, así que la
Ciudad de México se convirtió en el único sitio donde las personas trans podían
hacer el trámite, aun cuando se trataba de un procedimiento judicial donde era
necesario contar con un abogado, dando pie a la discriminación y el estigma.
Según la
Asamblea Legislativa del Distrito Federal, entre octubre de 2008 y febrero de
2014, sólo 164 personas habían cambiado sus documentos; entre febrero de 2015 y
julio de 2017, la cifra ascendió a mil 923. Por ello, se aplicaron reformas en
los códigos civiles de Michoacán, Nayarit, Coahuila y Colima. En el caso de
Hidalgo, Chiapas, Morelos y Sonora se busca el mismo derecho.
No es una
enfermedad
La
construcción de identidad de género de Paulo Romo inició a muy temprana edad.
Orgulloso, muestra todos sus documentos en regla: acta de nacimiento, CURP e
INE. Estudió Biología y Paleontología. "Llegué a pensar que la ciencia me
explicaría por qué yo era como era", confiesa.
Con base en
diversos estudios, en 2018 la OMS sacó de su lista de enfermedades a la denominada
"incongruencia de género".
El activismo,
las normas y los estudios científicos llegaron tarde para Violeta. Ella fue,
finalmente, víctima de la patologización, que representa el borde hacia el
abismo de la discriminación, el estigma y el odio. Siendo niña su padre la
golpeaba cada vez que intentaba expresarse, las burlas en la escuela la
orillaron a desertar y el ambiente hostil en su casa la obligaron a huir.
Violeta
encontró refugio con Margarita, dueña de una cantina, donde comenzó a ejercer el
trabajo sexual a los 17 años de edad. "Aun así era feliz y siempre que
podía me ayudaba", cuenta su madre, "hasta que un día fue a la ciudad
y ya no regresó".
Cuando la
encontraron, el cuerpo de Violeta mostró que había luchado hasta el último
aliento, pero una vez que le arrebataron la vida alguien más le quitó su
identidad. El Servicio Médico Forense (Semefo) hace más de 20 años registró la
muerte de Violeta como la de un varón.