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Hacienda La Estancia



Domingo 26 de Enero de 2020 7:22 am

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LA hacienda de La Estancia es una de las más antiguas de Colima, aún quedan la hermosa Capilla de la Virgen de la Asunción y los portales con sus viejas casas, que siglos atrás fueron utilizadas como caballerizas y viviendas de los peones.
La capilla construida entre los Siglos XVI y XVII abre sus puertas sólo cuando se celebra misa. Por fuera está pintada en blanco y azul. Es celosamente cuidada por los habitantes de la comunidad de La Estancia, que recientemente la restauraron.
Junto a la capilla están dos portales con techos de lámina y muros de madera, así como las viviendas de los descendientes de los trabajadores de la hacienda, que las compraron conformando una sociedad, antes de que fueran rematadas por un banco.
Enfrente está el jardín principal de La Estancia, donde antiguamente era un amplio terreno, por donde caminaban los trabajadores para realizar sus faenas, luego de cobrar en la tienda de raya o jugaban los niños en ese predio.
Diario de Colima entrevistó a Gerardo Trejo Martínez, quien nació en esta hacienda, y en su niñez y juventud trabajó en el desmonte de las tierras. A sus 94 años de edad, recuerda que fue una hacienda próspera en la cual se cultivaba arroz y maíz. Tiene sentimientos encontrados sobre la vida en ese lugar.
En tanto, Salvador Ortega García, quien nació en una de casas que prestaban a los trabajadores, dice que su papá Salvador Ortega Méndez fue vaquero de Luis Brizuela, último propietario de la hacienda. Su mamá, Francisca García Navarro, también nació en esta casa.
Según el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la hacienda La Estancia es una de las más antiguas de Colima. Su existencia data del siglo XVI. Tuvo en el periodo colonial varios propietarios entre los que destacan los Ochoa de Victoria, los Pérez Ayala y los Brizuela. En el año de 1793 era propiedad de doña Francisca Pérez de Ayala, casada con don Pablo Duesso.
De acuerdo a documentos del Archivo Histórico de Colima, el primer propietario de la hacienda fue el conquistador Alonso Lorenzo, que acompañó al capitán Gonzalo de Sandoval en 1523.
Años después, el 18 de mayo de 1590, el Virrey de la Nueva España, Luis de Velasco, cede la hacienda a José Agustín de la Puerta, localizada en el Llano de Santa Juana, camino a Tecuisitlán, al pie de las tierras cerca de una fuente de agua. Después fue propietario José Vargas y Victoria, pero en 1760 la vende al cura Pascual Francisco Pérez de Ayala, quien logró enriquecerla en pocos años, debido al impulso de una buena administración y a los rendimientos de las demás haciendas circunvecinas que tenía rentadas.
La capilla tenía ricos y suntuosos ornamentos y expuestas a la veneración de sus sirvientes campesinos, cinco grandes imágenes esculturales y dos pinturas al óleo.
Se celebraban grandes fiestas cada año con extraordinario regocijo, la del Señor San José y en marzo la del Sagrado Corazón, en mayo la de la Virgen del Carmen.
A finales del siglo XVIII, la propiedad fue heredada por Ma. Francisca Pérez de Ayala, que se casó con el coronel Anastacio Brizuela Salcedo. Fue pasando por espacio de más de 150 años a los familiares descendientes de dicho matrimonio.
A finales del siglo XIX, su propietario era Juan de Dios Brizuela y Martínez de Robles, con su esposa Josefa Ornelas de Brizuela. Tuvieron varias hijas y un varón, Luis Brizuela, quien heredó la propiedad.
La hacienda contaba con varios anexos, dos grandes bodegas que eran utilizadas para la grazna o arroz, que principalmente se asoleaba y después se almacenaba. Tenía caballeriza, una tienda de raya, una herrería y talabartería. Sin embargo, Brizuela vivió por muchos años en una amplia casona de la ciudad de Colima, por la calle Reforma.
Los últimos años, el propietario padeció el mal de Lázaro, que lo consumió en lo físico. La hacienda se vino a menos, los techos se desplomaron con los temblores y las paredes se ennegrecieron con las lluvias. En 1935, fueron afectadas sus 3 mil 500 hectáreas para formarse e integrarse en ejidos. Mientras que el 1 de marzo de 1936 falleció Luis Brizuela.
SENTIMIENTOS ENCONTRADOS
Gerardo Trejo Martínez refiere que nació en una de las casas que prestaban a los peones. De pequeño hasta su juventud trabajó en el desmonte de la tierra y arando con las yuntas. Ganaba un peso al día, luego 1.50 pesos, cuando ya estaba casado. Recuerda que en las fiestas de la Villa, la hacienda llevaba corridas de toros, “a los vaqueros les compraban sillas nuevas”.
Don Luis era dueño también de una fábrica de hilados en San Cayetano, “estaba muy rico”, también tenía terrenos hasta el volcán; hasta el río Grande, cerca de El Naranjo, y hasta Ixtlahuacán. Tenía ganado de 20 a 30 mil reses. Estaba muy rico.
“La hacienda mantuvo a mucha gente. No había más cuartos más que esos (que conforman los portales). Colima era la pura calle Real, eran puras casas de adobe, con el temblor del 41 se cayeron muchas casas”.
Refiere que Luis Brizuela no tenía familia. Llevó a la señora llamada Carmen Ochoa como ama de llaves. “Estaba muy bonita, grandota, le gustaba mucho la diversión, cada 8 días había fiestas para los mozos y en Navidad ponían un palo encebado y lo llenaban de regalos, trapos y, jodida la gente, lo que les dieran se les hacía bueno”. Sin embargo, también vivían con miedo porque si los corrían de la hacienda y querían buscar trabajo en otra, tenían que llevar una carta para poder trabajar nuevamente. “Había mucho respeto, no había tanto arguende y ejecutados como ahora, no había drogas”.
Narra que “no faltaba trabajo para la gente, les daban maíz y frijol, los viernes mataban una res para venderla; los sábados que pagaban, tenían la tienda en la esquina y tenían la lista. Decían fulano de tal, cuánto debe, ganaba un peso y no les quedaba ni un cinco, la pura boleta, salían debiendo. Era uno esclavo de los ricos”.
Indica que cuando era joven, La Estancia dejó ser hacienda y se convirtió en Ejido, y en ese tiempo a don Luis le quedó la hacienda, el potrero en donde se hace la Feria, pero nadie reclamó nada y el gobierno lo vendió a José Gómez. En aquel tiempo, la gente decía que había dinero, pero escarbaron y no encontraron nada.
TIEMPOS DIFÍCILES
Salvador Ortega García nació en una de las casas que conformaban la hacienda, actualmente es abogado. Indica que su papá, quien fue jinete en aquella hacienda, le contaba que vivió una época difícil en donde se les pagaba poco y vivían mal.
“Recuerdo que en mi infancia, se vivía de forma precaria, aquí no había luz, no había servicios, y poco ha ido evolucionando. “Esta cuartería en donde a mis padres les quedó esta casa era parte de la hacienda, iban a rematarla a cierto banco, pero se hizo una sociedad y le dieron facilidades de pago y la adquirieron, después todo lo que es esto, las cuarterías se repartieron entre los socios, de manera aparentemente equitativa”. Eran 60 socios, acordaron dividirse y repartirse los bienes. “A mi padre le toco esté lugar en donde ya vivía, para mí ha sido muy bonito la casa paterna, vivir aquí”.
El portal eran caballerizas, en la casa al fondo había un pesebre en donde daban de comer a los animales, en los cuartos vivía la secretaria, entre otras personas de confianza del dueño.
“Había una escuela anexa al templo, había unos salones, había un zaguán. Era una vida tranquila, tuve una experiencia muy bonita, recuerdo que el dueño tenía una oficina cerca del templo, antes de que hubiera una escuela”. Refiere que hace poco más de un año conformaron un comité por restauración de la capilla, en donde actualmente en marzo veneran a San José, y en agosto la Asunción de María.
Salvador Ortega, presidente del comité, menciona que con aportaciones de los habitantes de la localidad, empresarios y migrantes que viven en Estados Unidos, recabaron más de 140 mil pesos, con los cuales arreglaron el campanario, las puertas, la escalera y un cuarto de los sacerdotes. Sin embargo, tienen el proyecto de hacer más mejoras como construir un salón para catecismo y mejorar el piso, todo con la aprobación y la supervisión del INAH. Los habitantes de la comunidad de La Estancia, tienen interés de preservar este monumento histórico, testigo de los acontecimientos de varios siglos.

Elena DEL TORO



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