Hallan rastros de personas disueltas hace ocho años
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Sábado 07 de Marzo de 2020 10:11 am
+ -En Veracruz, brigada encontró ropa de quienes desaparecieron por el crimen organizado.
En la
localidad de El Aguacate, en Veracruz, los pobladores cuentan que de 2009 a
2011 se robaron tambos de fierro que eran para la basura de un parque. Algunos
fueron abandonados arriba de cerros y los usaron como "cocinas", que
es como los asesinos y sus cómplices nombran a la disolución de cuerpos.
En San
Pedro de la Colonias, Coahuila, denominan a estos lugares como campos de
exterminio. En menos de un mes, la Quinta Brigada Nacional de Búsqueda de
Personas Desaparecidas consiguió indicios sobre estos espacios en Veracruz.
"Hemos
visitado 12, pero hay más de nueve que aún quedan por visitar y se van sumando
otros puntos que la gente nos dice", explica un brigadista.
En 2016
citaron a una mujer en un parque. Ella compró información para dar con el
paradero de su hijo, quien desapareció a manos de la policía intermunicipal el
25 de mayo de 2011, en Poza Rica.
"Ya
no busque a su hijo; nunca lo va a encontrar, porque fue cocinado", le
dijo un hombre.
Esa fue
la última vez que la madre del joven, de entonces 18 años, dio dinero por
datos.
"Esa
tarde no podía dejar de llorar. Después pensé que el hombre me había mentido,
que eso no existía, pero ahora que voy viendo esto, yo creo que sí es
verdad", relata.
- ¿No
eran cocinas de drogas? -le pregunta un reportero a un miembro de la brigada.
- No,
eran cocinas de cuerpos, donde los disolvían -contestó.
La
mayoría de los tambos que halló el colectivo estaba cerca de pozos petroleros.
"Aquí
se dio mucho el huachicoleo. Ellos tenían sus puntos de extracción y ahí mismo
llevaban a la gente. Ya tenían el control de la zona", detalla un
brigadista.
Más de
100 víctimas
En otro
punto, al menos tres testimonios aseguran que en el predio ubicado atrás de un
establecimiento, al lado de las casas del Infonavit Las Gaviotas, en Poza Rica,
asesinaron, cortaron y disolvieron con ácido o quemaron los cuerpos de más de
100 personas. Un hombre, quien se hace llamar "Cocinero", reveló que
sólo le pagaban por disolver los cadáveres en ese lugar y que los restos los
mezclaba con la tierra.
La
hermana de un exintegrante de Los Zetas de esa ciudad afirma haber acompañado a
su hermano en la noche. Fue testigo de algunos homicidios y de la forma en que
se deshacían de los cuerpos. Tiempo después, su familiar fue asesinado.
El último
informante es un vecino de la zona, quien recuerda escuchar los gritos de las
torturas.
Jornada
con pocos hallazgos
Luego de
una exhaustiva búsqueda de 10:00 a 17:00 horas, la brigada no halló fosas ni
restos óseos, pero se encontró ropa enterrada a la orilla, además de plásticos
y basura, así como una estampa de una Virgen y una correa de reloj a más de 50
centímetros de profundidad, cerca de un árbol.
La
información que recopilaron fue de hechos que pasaron hace siete u ocho años.
"La verdad, a muchos los cocinaban, por lo que no van a encontrar partes
completas, sólo unas pequeñas de hueso", escribió la informante.
En un
árbol de ese predio, los hoyos por impactos de balas se notan a simple vista.
Las municiones siguen adentro de la planta; sin embargo, el tronco sanó.
En otros
terrenos en los que trabajó el colectivo, la tierra presentaba alteraciones. Se
complicó la búsqueda, recolección e identificación, debido al clima, así como a
las actividades agrícolas y ganaderas.
"La
gente dice: 'Yo vi cuando los torturaban, cortaban y quemaban', pero ahora hay
huertas. Removieron la tierra y ya hay naranjales. El tiempo nos ganó, ya han
pasado 10 u ocho años. Esos montones de ceniza no dicen cuántos cuerpos ni
quiénes eran.
"Se
han hecho mapas de fosas clandestinas y comunes, pero las cocinas no entran en
ese conteo y esa es otra batalla, porque también son desaparecidos",
comenta Miguel Trujillo, quien busca a sus cuatro hermanos, dos de ellos,
ilocalizables en Poza Rica, en septiembre de 2010.
De
acuerdo con el Informe sobre fosas clandestinas y registro nacional de personas
desaparecidas o no localizadas, presentado el pasado 6 de enero, en el conteo
histórico de estos lugares, de 2006 a 2019, Veracruz ocupa el segundo lugar con
432, después de Tamaulipas.
Las
familias de este estado han encontrado renuencia de las autoridades para
analizar la tierra y cenizas, porque, señalan, en ocasiones, ésta carece de
fragmentos óseos visibles y los binomios caninos no perciben rastros. Sólo hay
indicios y testimonios anónimos.
Tras
hechos así, las personas desaparecen cuatro veces: la primera vez, cuando las
raptan; la segunda, al momento de que les quitan la identidad y borran sus
restos; la tercera, cuando el gobierno se niega a reconocer e investigar la
desaparición, y la última, en el instante en el que la sociedad criminaliza e
invisibiliza a las víctimas.
Práctica
con presencia nacional
Los
grupos y células criminales y las réplicas del mismo fenómeno violento, como
son las cocinas, no sólo están en Veracruz, sino también en Tamaulipas,
Jalisco, Sinaloa y Michoacán.
El predio
conocido como La Gallera, ubicado en Tihuatlán, Veracruz, es un lugar donde,
afirman, cocinaban personas.
Los
miembros de la brigada nacional exigieron a las autoridades correspondientes
recoger y analizar ceniza, así como hacer un barrido de la zona. Esta es la
quinta vez que ingresan al sitio y siguen encontrando restos humanos.
"Como
buscadores estamos acostumbrados a decir: 'Encontramos 50 cuerpos'; no
obstante, la cuestión es que se acepte la existencia de las cocinas. Es muy
doloroso informarles a las familias que, tal vez, a varios no los hallaremos,
pero no vamos a parar.
"Hay
testimonios de que todavía siguen cocinando personas, pero la gente tiene miedo
a hablar. Yo siempre he dicho que no vale la pena desenterrar muertos y
enterrar vivos", comenta Mario Vergara, miembro del colectivo.
En el
ejido La Antigua, en Tihuatlán, los pobladores de las zonas aledañas fueron
testigos durante seis meses de un campo de entrenamiento que estaba en la parte
baja de una loma.
"Las
personas descendían y subían sin utilizar las manos, con los puros codos. Al
que no podía hacerlo, lo tableaban. A veces llovía y ahí estaban. Desde allá
arriba se escuchaban los gritos y los golpes.
"Tenían
alrededor de 60 personas; la mayoría era de 18 años para arriba sin rebasar los
30", cuenta un campesino y locatario.
En esa
región se encontró ropa de distintas tallas, tenis y botas enterradas, así como
cinchos.
"Muchas
de las muertes y las desapariciones no sólo tienen que ver con Los Zetas.
Referente a lo que he estudiado, esa célula es toda una estructura, no tiene
campos de adiestramiento. Entonces, ¿a quién entrenaban?", pregunta la
analista política Guadalupe Correa, autora del libro "Los Zetas Inc".
Su
investigación muestra que este grupo, que fue parte del Cártel del Golfo en
Tamaulipas, fue pionero en el cobro de piso, extorsión, secuestro y
huachicoleo. "Trajeron un nuevo modelo delincuencial: operan como una
empresa transnacional", explica la especialista.
Bajo el
análisis de la doctora en Ciencias Políticas, hay dos tipos de Zetas:
"Están los criminales y los que usan uniforme Z, que son los que están
entrenados y forman parte de las fuerzas del Estado.
"Parece
que los únicos que disolvían cuerpos y mataban eran los de esta organización.
Sin embargo, vemos si esto corresponde sólo a este grupo o estamos hablando de
la guerra entre las fuerzas del orden y ellos, así como del involucramiento de
las autoridades con otras células criminales. Es muy complicado saber quién es
quién", señala.
Las cosas
se han calmado en Veracruz a comparación de los años pasados. "El grupo
que llegó desplazó al otro, muchos de los que hicieron cosas ya están muertos.
Ahora ya son otros, pero todavía hay secuestros, aunque ya no tanto como
antes", comenta un locatario.