Ya comenzaban a salir los primeros rayos del Sol y los sonidos distintivos del tránsito vehicular en la ciudad continuaban apaciguados, como si fuera una prolongación del domingo. A las 9 de la mañana, las principales calles de la capital colimense lucían casi solitarias, como los diferentes planteles educativos, en donde sólo en algunos casos se veían las figuras de vigilantes resguardando los inmuebles. Los restaurantes populares, que normalmente a esa hora se encuentran llenos de comensales, apenas se veían con una o dos mesas ocupadas por varones, el resto con sus sillas vacías. Algunas empleadas que sí trabajaron, vestían camisetas con la leyenda “La mujer también mueve al mundo”, y una lona colgada en el establecimiento con estas palabras: “El 52 por ciento de las colaboradoras de nuestra empresa son mujeres #NoMasViolencia #AquiNosRespetamos”. El Centro Universitario de Danza, una de las escuelas con mayor número de alumnas y maestras donde la música y el zapateado se escuchan todo el día, parecía un edificio abandonado. Los salones de baile se hallaban desérticos. Reinaba el silencio, hasta que una voz masculina dijo: si buscaba a alguien aquí, no hay nadie. En alguna que otra calle, de pronto se visualizaba una mujer barriendo la banqueta. El resto de las cuadras desoladas. Muchos establecimientos comerciales estaban cerrados, mientras que en los mercados las pocas mujeres que se veían eran las propietarias de los locales, preparando desayunos y vendiendo frutas y verduras. Los estacionamientos de los grandes centros comerciales mostraban la baja de afluencia de clientes. En los centros de Salud, como el ubicado en la avenida 20 de Noviembre, no faltaron algunas enfermeras para dar atención a los pacientes que acudieron, quienes entre el asombro y el dolor, no dejaban de reiterar su agradecimiento por atenderlos.
Julio César ZAMORA VELASCO/ Juvenal MARTÍNEZ/ Julio César GONZÁLEZ RINCÓN
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