El oficio de joyero, historia de un taller familiar
Domingo 11 de Julio de 2021 7:09 am
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LAS ciudades destruyen las costumbres, dice la canción de José Alfredo Jiménez. No solo por las novedades culturales, también la pobreza y la delincuencia han cambiado el estilo de vida de la sociedad. Los artesanos joyeros lo saben mejor que nadie.
Hace 30 años, en el barrio del Perpetuo Socorro aún había cinco talleres de joyería, tres por la calle José Antonio Torres, uno por Belisario Domínguez y otro por Jiménez, propiedad de tres familias distintas: los Vázquez, los Ávila y los Barragán –estos últimos tenían tres talleres con diferentes dueños, pero de la misma rama familiar–.
El primer taller que abrió sus puertas fue el de los Vázquez, como Joyería Lucy, en 1950, propiedad de Amador Vázquez Vázquez (+), el único que a la fecha se mantiene vigente por la calle José Antonio Torres, en el número 289, casa familiar en la que nacieron sus 11 hijos y donde todavía tres de ellos trabajan el oficio: Amador, Pedro y Humberto.
LOS VÁZQUEZ
“Aunque era contador público, mi padre se dedicó a joyero desde joven, junto con mi madre, María Isabel Velázquez Cortez, quien le ayudaba a grabar esclavas y anillos de graduación, encargos que hacían con frecuencia al taller y que se elaboraban por piezas, no como ahora en base de cera, con la técnica de vaciado”, dijo Humberto Vázquez Velázquez.
Don Amador sabía que los brillantes son grandes pasiones de una mujer, por eso otra de sus especialidades era montar piedras, de cualquier tipo, siempre que se pudieran conseguir o los clientes las llevaran. Incrustaba brillantes, zafiros, esmeraldas, rubíes, turquesas, en cadenas o anillos hechos y grabados a mano, como los de matrimonio.
En aquellos tiempos, el taller de los Vázquez tuvo su esplendor, tenían alrededor de 15 pedidos por día, entre hechuras, remiendos y venta de alhajas. Además de los hijos, había cuatro trabajadores que hacían de todo: anillos, cadenas, pulseras, esclavas, gargantillas, aretes e hilos de oro colimote.
EL OFICIO
“Varias de las personas que laboraron con mi padre, aprendieron el oficio y después abrieron sus propios talleres, incluidos los del Barrio del Perpetuo Socorro. En ese entonces, en la ciudad de Colima había alrededor de 30 joyeros; hoy subsisten de cuatro a cinco talleres.
“Se ve muy complicado que el oficio de joyero vuelva a resurgir; el precio del oro sube y sube, por lo que la gente ya no lo compra igual que antes, por caro, pero además por temor a ser robada”, explicó Humberto.
Desde 2010, cuando el gramo de oro de 14 quilates (14K) valía 180 pesos, comenzó a dispararse su costo. De ese año a la fecha se ha incrementado en más de 350 por ciento, ahora 1 gramo oscila de 680 a 650 pesos, mientras que el de 10 quilates (10K) de 500 a 480 pesos. El problema es que ya no baja, solo sube, comentó el joyero.
Otro motivo por el que Humberto asegura los talleres de joyería cada vez son menos es porque no hay quién los trabaje. Por un lado hay muy pocos encargos, y por otro, la mayor parte del tiempo es hacer remiendos, soldar, limpiar o pulir piezas ya hechas.
Mis hijos, por ejemplo, ya no quisieron aprender el oficio; los hijos de mis hermanos y hermanas tampoco, pues la mayoría han optado por estudiar carreras universitarias, lo cual es un gran acierto. Yo continúo en esto solo por encargos, aunque puedo hacer cualquier trabajo, esclavas, cadenas, anillos, aretes, plaquitas, aros (semanita). Según el pedido, la hago de forma manual, fundir, laminar y estirar; o en base de cera, con la técnica de vaciado.
7 DÉCADAS
Hoy el taller de joyería Vázquez cumple 71 años, donde los hijos de don Amador laboran de 10 de la mañana a 7 de la noche. Y sí, todavía se elaboran los hilos de oro colimote, únicos en el país, dice Humberto: primero se hace una lámina larga y delgada de oro, se sacan ruedas con un sacabocado, para eso se cortan muchas y se embuten medias bolas con las rueditas ya cortadas, se soldan una con otra y se hace la bola, se agujeran, se les pone boquillas a las bolas donde se perforó. Luego se unen con un alambre de oro, se lija, se pule y listo. Es un trabajo de una semana. Un anillo de compromiso lo hacemos en 3 días, y una argolla sencilla en 5 horas. Si el cliente lleva el oro, los Vázquez cobran la mano de obra a 130 pesos por gramo.