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Tejabán



Carlos Ramírez Vuelvas

Masculinidades débiles. Paternidades II. Salvador. El niño, la montaña y el mango

Sábado 24 de Julio de 2021 11:29 pm

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¡Qué gusto ver la más reciente puesta en escena de Cuatro Milpas Teatro, de Janeth Pinela! Salvador. El niño, la montaña y el mango debe ser una de las producciones colimenses más completas de los últimos años. En ella, la maestra Janeth Pinela se muestra en todo el escenario: una excelente coordinación del equipo técnico para ambientar una destacada dirección escénica que sigue a pie juntillas la pauta de Suzanne Lebeau, esa dramaturga canadiense que ha ganado todos los reconocimientos en su país, y que ya ha hecho otras colaboraciones exitosas con Cuatro Milpas, curiosamente, con teatro de temática social.


Por si no fuera suficiente, el espectador quedará complacido con el fondo musical y la escenografía, ambas, sencillas y geniales, es decir, sugerentes y maravillosas. En ese estado de duermevela que genera la música norteña de los setenta, apenas sonorizada una radio lejana, un escritor niño recuerda los episodios de pobreza de su infancia, donde los esfuerzos de su familia fueron oasis en medio de la desolación.

Así, sus padres hacen un poco de todo para sobrevivir, y conservar una sonrisa de frente al sol. Si bien la madre atesora una alegría permanente, es el amor a su esposo, el padre de esa familia de cuatro hijos, lo que parece engrasar la rueda de los días felices contra el desasosiego, hasta que desaparece el padre y la madre queda desahuciada, mientras los hijos comienzan la infeliz carrera por ocupar el sitio del pater familia
No fueron pocos los amigos que, después de ver la puesta en escena de Cuatro Milpas, compartieron conmigo su reflexión sobre la figura del padre ausente. Más allá de las inminentes injusticias sociales que presenta Salvador, hubo quien recordó la partida de un padre de familia al norte a buscar trabajo como bracero a finales de los setenta; hubo quien evocó la muerte prematura de un padre; hubo quien lloró porque nunca conoció la figura de su progenitor.
El melodrama de Lebeau en las manos de Janeth Pinela adquiere un matiz regional cercano a las sierras del norte de México, con un cariz que mucho nos recuerda a nuestro Occidente de migrantes y padres preocupados por la ansiosa economía del porvenir, arriesgando su vínculo afectivo con el presente. En ese escenario, tal vez, la verdadera migración es la despersonalización de la infancia que naufraga en un tren sin retorno hacia ninguna parte.
Gran trabajo de Cuatro Milpas. ¡Qué alegría ver de nuevo una pieza de teatro colimense, plenamente terminada!

Carlos Ramírez Vuelvas



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