Viaje al futuro
Leopoldo Barragán Maldonado
III/III
Domingo 25 de Julio de 2021 10:55 am
+ -
Cuando
Clementina empezó a recuperar el conocimiento, escuchó un ruido extraño y al
sentir que se estremecía, giró su cabeza hacia la derecha contemplando cómo se
levantaba un cúmulo de nubes blancas; en seguida, miró al lado contrario
divisando el azul del mar; mientras volvía en sí, tuvo la sensación de volar
con las alas del albatros y cubierta con su plumaje marrón. Al recobrar la
conciencia, notó que se encontraba rodeada por cuatro soldados que la miraban
fijamente, portaban uniformes, cascos y armas desconocidas para ella;
sorprendida por todo esto, trató de incorporarse, los infantes de marina le
tendieron la mano para ayudarla, al estrechar los guantes de aquellos hombres,
despertó de lo que parecía un sueño, no estaba cubierta por el plumaje del ave,
sino que también vestía uniforme pixelado en diferentes tonos verdes, calzaba
botas, traía chaleco antibalas, y al igual que los marinos, portaba un fusil de
asalto M16.Clementina,
asombrada de encontrarse en un lugar que jamás había visto, notó que también
sus manos estaban protegidas con gruesos guantes, luego, tentándose la cabeza
sintió que tenía puesto un casco de kevrar con forro camuflado; la jovencita,
bajo el influjo de su confusión, y creyendo que todo aquello eran visiones
producidas por el golpe recibido en el bergantín Vencedor del Álamo, se quitó el casco y los guantes, pasando
cuidadosamente su mano por el cráneo, palpó que no tenía ninguna herida ni
vendaje alguno.La
chica, al ignorar que había traspasado las barreras del tiempo y del espacio, y
de estar en la dimensión del futuro, le preguntó a un infante, qué era lo que
estaba sucediendo, el marino le respondió que habían despegado del helipuerto
de la patrulla oceánica PO 161 Oaxaca,
encontrándose a bordo de un helicóptero artillado AS 565 Panther, volando a casi 200 kilómetros por hora, y persiguiendo a
una lancha rápida; otro de los marinos, haciendo señas con su mano le indicó a
la chica que mirara hacia abajo, los incrédulos ojos de Clementina observaron
cómo la interceptora PI 1118 Hadar,
al navegar a 45 nudos por hora, parecía que rebotaba en la superficie del mar,
dejando a popa una estela de espuma blanca.Clementina,
al estar en un mundo nuevo que nunca hubiera imaginado, permaneció en silencio;
extrañada por todo lo que veía, les preguntó la fecha. Su compañero de al lado
le dijo: ‘miércoles 5 de mayo del año 2021’, la jovencita quedó pasmada, movida
por la curiosidad, pretendió interrogar nuevamente a su compañero, pero en ese
momento, aumentó el ruido de los rotores, el Panther incrementó la velocidad, los dos pilotos del helicóptero
tenían a la vista una embarcación que, impulsada por 4 potentes motores fuera
de borda, trataba de escapar; al darle alcance, se posicionó en vuelo
estacionario a 10 metros de altura sobre el veloz bote, los marinos, incluyendo
Clementina, recibieron la orden de prepararse para descender, al interior del Panther se aseguró una cuerda gruesa,
arrojándola sobre la lancha, los marinos con guantes especiales antifricción,
se sujetaron a la cuerda, y dejando un espacio de tres metros entre cada uno,
se deslizaron rápidamente, controlando la caída con la fuerza de sus pies, la
última en bajar por la cuerda rápida fue Clementina.
Los
traficantes, al ver que serían abordados por los marinos, sacaron sus cuernos de chivo, disparándole al
helicóptero, el artillero del Panther
respondió la agresión accionando una ametralladora Minigun M134D calibre 7.62 milímetros, que con sus 6 cañones
rotativos, en tan sólo un minuto les dejó caer un diluvio de 4 mil disparos
alrededor de bote, intimidando a los delincuentes, pero en el cruce de
proyectiles, una bala desgarró la cuerda, ocasionando que Clementina desde una
altura de 4 metros cayera de espalda en el bote, conmocionada por el golpazo, y
antes de quedar inconsciente, la última imagen que guardó en su memoria fue que
los infantes de marina tenían rodeados a cinco zarrapastrosos maleantes
levantando los brazos en señal de rendición. Clementina,
auxiliada por los marinos, fue puesta en una canastilla y subida al
helicóptero, en su casi inconsciente ascenso todo el cuerpo le hormigueaba,
sintiendo que por su columna vertebral subía y bajaba una fría descarga de
energía, nuevamente empezó a escuchar un zumbido agudo en sus oídos, y la vista
se le volvió borrosa, mirando que en lo alto aparecía otra vez el albatros, la
chica vistiendo el uniforme camuflado de la infantería de marina, ingresaba
lentamente al interior de un túnel circundado por remolinos de nubes
multicolores, deslumbrantes relámpagos y luces intermitentes.Al
salir de aquel etéreo portal, y una vez que la joven panadera recobraba
gradualmente la conciencia, lo primero
que vio fueron los brazos en alto de un grupo de insurrectos texanos hechos
prisioneros, en la crujía del Vencedor
del Álamo, sus compañeros los rodeaban con puntiagudas bayonetas, al
levantar su mirada buscando el helicóptero del que había caído, sólo observó la
arboladura del bergantín, escuchando los gualdrapazos que daban las velas
golpeando los mástiles, en seguida se llevó la mano a la cabeza tocándose otra
vez el vendaje que cubría su herida. Clementina
se incorporó de la cubierta, al voltear hacia la popa queriendo mirar la
interceptora Hadar que la había
maravillado por su velocidad, sólo descubrió que la goleta Independencia era remolcada por la escuadrilla mexicana, llevándola
cautiva a Veracruz. Clementina quiso levantar su mosquete, pero en ese instante
se acercó a ella el capitán Godínez entregándoselo en sus manos, y
felicitándola por la valentía mostrada en batalla, la chica aprovechó la
cortesía del comandante, preguntándole en qué mes y año se encontraban, el
capitán Godínez, sabedor de que el ‘panadero’ había sido herido en la cabeza,
le contestó: abril de 1837; luego, el comandante le pidió que para festejar la
victoria sobre los texanos, a la hora del rancho quería que las tripulaciones
del Vencedor del Álamo, y el Libertador, comieran los mejores
bizcochos que jamás habían probado. El panadero del buque, con la cabeza
vendada, se cuadró ante el capitán, diciéndole ‘enterado’. Clementina
puso manos a la obra, encendió la leña, comenzando a preparar la harina,
mientras revolvía la masa, pensaba si su papá Goyo, después de tanto tiempo,
todavía conservaba las dos trenzas que le había cortado, y cómo volvería a enfrentar
a sus padres para explicarles la experiencia de haber viajado más de ciento
ochenta años hacia el futuro.