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La música en el escenario callejero



Foto Julio César ZAMORA VELASCO

Domingo 08 de Agosto de 2021 6:47 am

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¿Cuántas veces hemos visto músicos tocando sus instrumentos afuera de un negocio, en la esquina de una calle o al interior de un restaurante después de pedir autorización al gerente o dueño? Desde la ventana de los hogares, quizá en alguna ocasión también se ha observado a un trompetista, recorriendo casa por casa; en las cafeterías, a un trovador o de pronto a un violinista; en otros casos, a los de la marimba o un saxofonista solitario.
Durante esta pandemia, se cerraron aquí y allá las puertas de muchos comercios, empresas y desde luego en las viviendas, pero las ventanas se mantuvieron abiertas, no solo para la contemplación u observación de lo que ocurría afuera, también han sido un canal comunicativo para evitar la cercanía o el contacto físico.
En la Ciudad de México, el organillero o cilindrero es un músico que desarrolla su actividad en las calles como el escenario para ganarse el sustento, un oficio como cualquier otro desempeñado por hombres o mujeres. A veces, en una esquina o cuadra coinciden más un instrumentista, turnándose en su intervención después de cada melodía para deleitar cada uno a la gente. Aunque de vez en cuando, alguien externo se lleva la ganancia.
Mientras Jorge mueve con destreza los mazos, tocando La llorona, Heriberto atrapa las monedas que les lanzan desde las ventanas. Solo unos cuantos se atreven a abrir las puertas. Los miran aterrados y otros con admiración hasta la sonrisa les regalan. Las calles están desiertas, pero ellos no se detienen en su peripecia, así lo piensan porque mover la marimba no es fácil. Antes bastaba colocarse en una equina o afuera de un restaurante. Ahora tienen que caminar y arrastrar ese pesado armatoste de palo rosa varias cuadras porque la mayoría de los negocios están cerrados.
En 3 días continuos apenas han sacado la ganancia de uno normal. Cualquier moneda es infinitamente valiosa. Tienen mucha competencia con los organilleros, los vendedores ambulantes y los indigentes. En algunas zonas también hay solistas con trompeta o guitarra. Es una batalla feroz, pero Jorge y Heriberto además acarrean con la marimba.
En el cruce de avenida Juárez con la calle Luis Moya, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, una señora se asomó a la ventana y gritó: ¡Ahí les va!, pero en vez de arrojar la moneda hacia abajo, la lanza como un volado y Heriberto no logró atraparla, pegó en un borde de la marimba y al llegar al suelo cayó por el canto y comenzó a rodar por la banqueta, sin detenerse. 
El ayudante del músico se fue detrás de la moneda, pero un cilindrero, que estaba a dos locales de ahí, le tomó la delantera para alcanzar la pieza metálica que siguió corriendo unos metros más, hasta que empezó a tambalearse y, cuando estuvo a punto de asirla, un enorme y ennegrecido pie descalzo la pisó. El hombre, corpulento y harapiento, les hace una señal de negación con la cabeza a ambos. Heriberto, jadeando, le dijo: la moneda nos la lanzaron a nosotros. El organillero objetó: mentira, cayó de mi lado, era para mí. El pordiosero les repitió la negativa. Los dos le suplicaron, pero él solo respondió en tono gutural, levantando la cabeza como si cantara al cielo: “¡Ay, de mí, llorona, llorona, llorona!”.

Julio César ZAMORA VELASCO



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