Ribera de Chapala
Tejabán
Domingo 08 de Agosto de 2021 10:42 am
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Decía yo que, entre
los días de este verano extraño, las vacaciones buscan su sitio. Estaba en esa divagación
cuando me tomó en gustosa sorpresa un viaje a la ribera de Chapala, desde el
pueblo de Chapala al de San Juan Cosala, pasando por los de San Antonio
Tlayacapan y Ajijic. Todo ello, como se sabe, en Jalisco.
El Lago de Chapala
es el más grande del país, y abastece de agua a la Zona Metropolitana de
Guadalajara. Más del 80 por ciento de su extensión se encuentra en el estado de
Jalisco, y el resto en Michoacán. A lo largo y ancho de su ribera han crecido
poblaciones como hongos desde la década de los Sesenta, cuando se convirtió en
uno de los sitios predilectos en México de norteamericanos retirados y hippies
recién llegados.
En este mundo posmoderno
que nos ha tocado vivir, nuestros pueblos mágicos son redundantes: mágicos y
posmodernos. Su imagen bucólica posee un sincretismo proverbial y un barroco de
pura acumulación de símbolos, colores y motivos.
El retruécano, pues,
como sentencia del paisaje: al lado de una casa rural desproporcionada, tres
multifamiliares minimalistas; frente al centro deportivo sin mobiliario, ocho
botaneros con equipo de sonido de último modelo; y al lado de la iglesia, el
“restaurante bar familiar”. Así hasta cansar la vista.
Lo demás es lo de
menos. Las calles empedradas, los faroles a media luz, los bochos nostálgicos, se
espantan cuando algún halcón se pasea en una motocicleta sierreña, y en la
semioscuridad se percibe el intercambio de drogas por dinero… Nuestro pueblo
mágico nos ofrece la sombra de ese otro México que nos duele, nos espanta y nos
pasma.
Pero la vida de
estos pueblos ribereños tiene otro elemento singular: la
presencia de norteamericanos retirados que vienen a vivir entre los lugareños
con una simpatía en busca de cobijo.
Amables, suelen
pasear con sus mascotas entre los larguísimos malecones de la ribera, y han
obligado a los servicios municipales a ajustarse a sus dólares. Incluso la
gastronomía ha bajado sus condimentos y sus salsas para no lastimar el paladar
(ni el intestino) de los forasteros.
Un fin de semana no
es suficiente para disfrutar del extraño encanto del Lago de Chapala. Sirvan
estas líneas para invitar al viaje, a recorrer ese mundo seductor entre la
suntuosa avenida Jin Xi y el Embarcadero, rodeado de un caudal de vendimias y
artesanías de todas partes del país.