Jessica
Alonso Fernández Guasti
Domingo 22 de Agosto de 2021 10:16 am
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Alex
llegó a la hora convenida, seis de la tarde; el cielo estaba intensamente azul,
hacía calor y la humedad le anunció tormenta. Mientras se estacionaba vio que
salía el hombre con el que ya se habían cruzado antes. El tipo era guapo, de
pelo claro, barba de candado, ojos
verdes, fornido, debía tener unos 40 años. Su caminar era curioso, cada dos o
tres pasos se apoyaba en un bastón. Alex pensó que no lo necesitaba. Lo vio
cruzar la calle y subirse a su coche. Cuando pasó a su lado, el hombre lo
saludó con media sonrisa y un movimiento –apenas perceptible– de su dedo índice
que se separó del volante. Alex le devolvió la sonrisa a la vez que pensaba que
ojalá y Jessy se lavara bien y cambiara las sábanas...
Tocó
el timbre y una voz le dijo que pasara. Se sentó en un recibidor, sacó su
celular y revisó sus mensajes. Había uno de su mujer que decía: "No
llegues tarde, anuncian lluvia después de la 9". Esperaba. El medio baño
lo invitó a vaciar por completo la vejiga, estaría más relajado. Regresó al
recibidor, volvió a sentarse y, cuando buscaba su celular en su saco, Jessy lo
recibió:
-Hola,
Alex, qué gusto. Hace mucho que no vienes, ¿cómo estás?
-Bien.
Bueno, más o menos, he tenido mucho trabajo y las cosas en casa no van muy
bien...
Se
pusieron al tanto, no se habían visto en más de un mes. Hablaban a la vez que
él se quitaba la ropa que, colgaba bien acomodada en un perchero.
-Qué
bien va quedando -dijo él admirando el cuarto.
-Ahí
va. Pinté, compré esta palma y traje varios juguetes, a algunos les encantan.
También traje un aromatizador y ya repararon el aparato de música. Voy a poner
algo. Vivaldi, que te gusta.
Él,
sin ropa, se tiró boca arriba. Jessy bajó la intensidad de la luz y se le acercó.
-¿Qué
vamos a hacer hoy?
La
miró dudoso un momento:
-Lo
mismo que la última vez -respondió con simpleza.
Ella
se preparó, sacó una botella de aceite y comenzó a tocarlo soltando frases
sueltas:
-Relájate...
estás tenso... cuenta hasta tres...
Él
estaba concentrado en las sabias manos que recorrían su cuerpo. Le agradaba la
música, el ruido del agua de una fuente de mesa, la brisa cálida que entraba
por la ventana. Olfateó la almohada y le pareció descubrir el olor de otro:
¿lavanda, madera?, ¿era el aromatizante? Se atrevió a preguntar:
-¿Quién
es el tipo que salía cuando llegué?
Ella
dudó unos segundos:
-¿Por?
-Sólo
curiosidad. Creo que ya nos hemos cruzado.
-Puede
ser. Se llama Lester.
Ella
empezó a usar un "juguete".
-Es
guapo.
-¿Te
parece?
-Bueno,
sí... medianamente... Ay, ay, ay, Jessy.
-Aguanta
un poco; verás que después hasta me lo vas a agradecer. A ver respira.
Él
torcía la boca con una expresión entre el dolor y el placer.
-¿Qué
hiciste el fin de semana? -preguntó ella con sus ojos clavados en los de él.
-Fuimos
a una exposición.
-¿Cuál?
-En
San Carlos. Sobre la autenticidad de un cuadro, San Juan Bautista niño, de Ingres. Interesante. Bien puesta. Parece
que Ingres no es el autor, sino que es una copia, era común en el siglo XIX...
Él
habló unos minutos y luego permanecieron en un silencio que ella rompió:
-A
ver, date vuelta.
-Sí,
pero suelta tu "juguete".
-Acuérdate,
lo usé la última vez y te sentiste muy bien.
-Sí,
es cierto, pero no me lastimes... Y tú, ¿qué hiciste el fin de semana?
-Me
fui a Cuautla...
Pasó
un cuarto de hora y él retomo el tema.
-¿Así
que Lester te parece horroroso?
-No,
pero no guapo. Se enamoró de mí. Quería que nos fuéramos a vivir juntos.
-¿Y?
-Para
nada. Estaba loco. Claro, había semanas que venía tres veces. Es un hombre muy
solo. No tiene amigos, ninguna vida. Creo que soy la persona que está más cerca
de él.
-¿No
trabaja?
-No.
Mantiene su depa, pero por ahora está viviendo con sus papás.
-Te
hubieras animado -dijo Alex metiendo hilo para sacar hebra.
-Ni
loca. Estaba pendejo. No me gusta, ni siquiera me cae muy bien. Es buena
persona, pero con unas broncas tremendas. ¿Sabes por qué cojea?
-No.
-Se
tiró de una escalera eléctrica persiguiendo a un tipo que, según él, se estaba
cogiendo a su novia.
-Camina
raro. Y ese bastón como que no le ayuda mucho...
-Se
rompió la cadera. El bastón no le sirve de nada, se le olvida en todos lados,
ni sabe usarlo; es una bronca psicológica.
-¿Y
alcanzó al tipo?
-Sí,
le cayó encima, pero no era... al que alcanzó era un turista que estaba en el
centro comercial comprando ropa. Obviamente la novia lo mandó a la chingada;
hizo bien. Su mamá me adora. No sabes cómo me rogó.
-Ay,
Jessy, eso se siente maravilloso.
-Ya
ves. Y tú que no querías que usara el "juguete".
-Con
razón Lester se enamoró de ti. Tienes unas manos increíbles.
Pasó
otro cuarto de hora y finalmente ella dijo dándole una palmadita:
-Fini.
-¿Ya?
-preguntó él incrédulo. Estaba completamente relajado. Le hubiera encantado
prolongar ese estado. Buscó con el rabillo del ojo el reloj de pared y confirmó
que su tiempo se había terminado. Preguntó a pesar de que conocía la respuesta-
¿No hay manera de que me quede otra hora o te lleve a vivir conmigo, al menos
un par de días?
-¿Qué
diría tu mujer? Por cierto, ¿cómo está?
-Cada
vez peor.
-Y
tú, más tenso.
Alex
se vistió. Se sentía muy bien. Pagó convencido de que era la mejor inversión
del día. Se despidió diciendo:
-Mil
gracias, Jessy, no hay otra fisioterapeuta como tú en este mundo.