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La modelo y el artista



Ángel Gaona

Domingo 29 de Agosto de 2021 12:25 pm

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-Casquivana, piruja, méndiga exhibicionista. Cómo es posible que te hayas dejado retratar en esos desfiguros. Tu descaro no tuvo límites, te vas a condenar desgraciada. Dices que el maldito es un artista, que cuidó tu imagen. No me vengas con sandeces. Enseñaste todo, mensa. No me vengas con ese cuento del arte fotográfico, eso no es arte, eso, aquí y en China se llama pornografía. ¡Pornografía!, así como lo oyes. ¿Que no se te ve la cara?, pero se te ven las tetas y las nalgas, ¿querías más? ¿Qué es eso de exponerlas en una galería? ¿Es para que todos te conozcan?
Al tipo lo voy a demandar por pervertido. Te van a señalar, te dirán que eres una puta que se quitó la ropa para que todos la vean. Me importa un rábano que el fotógrafo sea historiador, eso no le quita lo mañoso.
¿Cómo fue que te convenció? No me importa lo que te haya pagado, de seguro también te acuestas con él. Si te vio encuerada, cualquier cosa puede esperarse.
Ella guardó silencio, sabía que cualquier explicación sería inútil. Sollozante, se retiró de la presencia de su madre, convencida de que jamás entendería los motivos que tuvo para decidirse a posar desnuda. Porque no sólo fue el dinero, las palabras del hombre y el modo de decirlas fueron una novedad para ella. Acostumbrada a la rudeza de su entorno, la cortesía y el tono con las que el otro le habló, terminaron de convencerla.
También fue el descubrir que había quienes la consideraban bella. A pesar de las marcas del acné en su cara, comenzó a notar que a la mayoría les resultaba atractivo su físico, y se lo decían de tal forma que terminaba creyéndoselo, o mejor dicho, necesitaba creerlo. Después de años de sentirse incapaz de gustarle a alguien y de esconderse de la mirada escrutadora de la gente, ahora, disfrutaba del secreto placer de ser el centro de atención de las miradas.
A partir de entonces, su guardarropa cambió, poco a poco empezaron a aparecer prendas que resaltaban sus líneas sinuosas. En el esplendor de sus veinte años, altiva, recorría la calle, indiferente a lo que sus atuendos provocaban entre los transeúntes.
El fotógrafo, apenas repuesto de la visita inesperada, se sorprendió aún más al escuchar las razones que la otra esgrimió para ir a buscarlo.
-Lo he pensado mejor, quiero que todos sepan que soy yo la de las fotografías y no una que no da la cara -como si eso fuera una indecencia-, como si fuera un pecado para el que no hay penitencia. No quiero ser sólo un cuerpo, me quiero entera, desnuda sí, pero completa.

Ángel Gaona



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