Una robada y otra quemada, breve historia del Acta de Independencia de México
Julio César Zamora
Hace 200 años se firmó
Martes 28 de Septiembre de 2021 2:08 pm
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Un día como hoy, 28 de
septiembre, pero hace 200 años, se firmó el Acta de Independencia del Imperio
Mexicano, el documento mediante el cual se declaró la emancipación del Imperio
español. Se trata del pliego fundador del Estado Mexicano, redactado en el
Palacio Nacional de la Ciudad de México, por Juan José Espinosa de los
Monteros, secretario de la Suprema Junta Provisional Gubernativa.
A pesar de que se escribieron dos
ejemplares originales del Acta, una de ellas fue quemada y la otra robada,
recuperándola hasta 1961. La historia es la siguiente: un ejemplar permaneció
en el salón de sesiones de la Cámara de Diputados, pero fue destruida con el
incendio que tuvo el Congreso en 1909. La otra copia fue robada y vendida en
1830. Después fue recuperada por Maximiliano de Habsburgo y tras el
fusilamiento de éste, fue sacada del país por Agustín Fischer, confesor del
emperador.
Tiempo después, el anticuario
español Gabriel Sánchez vendió el Acta al historiador Joaquín García
Icazbalceta, quien la conservó y posteriormente heredó a su hijo Luis García
Pimentel, quien la vendió a Florencio Gavito, un coleccionista que estipuló en
su testamento que al morir se entregara el Acta al presidente Adolfo López
Mateos. El 14 de noviembre de 1961 se entregó el resultado de dos dictámenes
mediante los que comprobaron que el Acta era una de las dos originales
suscritas en 1821, y el 21 de noviembre, Florencio Gavito Jáuregui, hijo del coleccionista,
entregó de mano propia el Acta al Presidente de la República.
Esto es lo que se redactó en el
Acta, que al final reúne 33 firmas de los 38 miembros de la Junta, empezando
por la de Iturbide, en su calidad de presidente de la Regencia:
“La Nación Mexicana que, por
trescientos años, ni ha tenido voluntad propia, ni libre el uso de la voz, sale
hoy de la opresión en que ha vivido.
“Los heroicos esfuerzos de sus
hijos han sido coronados, y está consumada la empresa, eternamente memorable, que
un genio, superior a toda admiración y elogio, por el amor y gloria de su
Patria, principió en Iguala, prosiguió y llevó al cabo, arrollando obstáculos
casi insuperables.
“Restituida, pues, esta parte del
Septentrión al ejercito de cuantos derechos le concedió el Autor de la
Naturaleza y reconocen por inenagenables y sagrados las naciones cultas de la
tierra; en libertad de constituirse del modo que más convenga á su felicidad; y
con representantes que puedan manifestar su voluntad y sus designios; comienza
a hacer uso de tan preciosos dones, y declara solemnemente, por medio de la
Junta Suprema del Imperio, que es Nación Soberana, é independiente de la
antigua España, con quien, en lo sucesivo, no mantendrá otra unión que la de
una amistad estrecha, en los términos que prescribieren los tratados; que
entablará relaciones amistosas con las demás potencias y cuantos actos pueden y
están en posesión de permitir las otras naciones soberanas: que va á
constituirse, con arreglo a las bases que en el Plan de Iguala y Tratado de
Córdoba, estableció, sabiamente, el Primer Jefe del Ejercito Imperial de las
Tres Garantías; y en fin que sostendrá, á todo trance, y con sacrificio de los
haberes y vidas de sus individuos, (si fuere necesario) esta solemne
declaración, hecha en la capital del Imperio á 28 de septiembre del año de
1821, primero de la Independencia Mexicana”.
El documento de 52.9 por 71.8 centímetros ,
se conserva actualmente en el Archivo General de la Nación.