Titula con estilo: diez pasos para el gran titulador
Cristóbal Ruiz Gaytán Trujillo
Viernes 22 de Octubre de 2021 11:24 pm
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Asunto engañoso es titular. El vicio de la
prudencia es extraño, por eso un buen título resulta difícil de encontrar, como
una rosa roja que posa inmaculada entre las grietas de la calle, o un Wal-Mart
vacío el martes de frescura. Cumple multitud de funciones. Habla de tus
personajes, da una prueba de tu historia, es un resumen de tres palabras, una
introducción sin lineamientos.
Qué bellos títulos se recuerdan, ¿cómo llamar a
las aventuras de un Hidalgo envuelto en la locura de novelas? El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
Mancha. Un cuento de ocho palabras. Es un Hidalgo ingenioso (del ingenio su
locura en la que envuelve a otros locos que lo leen) y la obra gira en torno a
su figura. No se llama Las aventuras de
Alberto Quijano, Don Quijote de la Mancha ni El andar del Caballero de la triste figura, no englobarían todo lo
que esta obra encierra. Don Quijote debe llamarse Don Quijote, porque así se
nombró al abandonar su identidad. Nos muestra lo suficiente, contándonos el
género, introduciendo al personaje, evitando el específico. Además su objetivo
se establece: es un libro que habla de un ingenioso Hidalgo, aquel que se hace
llamar Don Quijote, quien vivió en algún lugar de la Mancha…
Los
relámpagos de agosto, brillante a toda luz. Qué metáfora.
Relámpagos, como el sonido de los cañones que envuelve la obra post
revolucionaria. Agosto, etapa donde transcurre la revuelta. Relámpagos,
violencia, muerte. Agosto, azar, imprecisión, un término sin chiste de un
tiempo al que se le da más relevancia de la que se debe (bien podrían ponerlo
en septiembre o en noviembre, pero el ego revolucionario domina los
calendarios).
Pedro Páramo, simple,
directo. Todos somos hijos de Pedro Páramo. Vine a Comala en busca de mi padre,
un tal Pedro Páramo. Pedro Páramo niño. Pedro Páramo viejo. Pedro Páramo que
muere y se vuelve piedras, las piedras del Comala donde por siempre ha de
existir, de la obra que lleva su nombre porque todo en la obra es él, es de él
y es para él.
Cien años de soledad, qué
tragedia tan grande. Una familia solitaria en un pueblo solitario, condenados a
la muerte cuando el lector termine su trabajo. Cien años de sufrimiento, de
dolor, cien años siguiendo a personajes tan solos que ni sus nombres
recordamos.
Las batallas
en el desierto, el desierto que es el amor, lugar inhóspito donde todo te
abandona; un desierto donde te pierdes como se perdió Mariana; un desierto
impiadoso, insensible, implacable, de gente dura y firme que te despedaza si no
juegas a su juego. Un pedacito de nostalgia, de un juego infantil que se
extravía con la memoria como se extravía la colonia Roma entre los avances de
la modernidad y las fauces de los años.
Hace poco conseguí un libro titulado Sendero de suicidas, Premio Bellas Artes
de Poesía Aguascalientes 2021, con poesía brillante y temática, todas
relacionadas a suicidios reales que el autor encarna con su prosa. Qué título
más adecuado: al abrir su libreta, caminarás el sendero del suicidio.
Así, ejemplos innumerables. La metamorfosis, porque la familia, Gregorio y la sociedad
cambiaron sin darse cuenta. El viejo y la
mar, porque las ilusiones fortuitas son infinitas y vacías, llenas en su
pérdida como el océano. El Aleph, El
libro de arena, El disco de oro y cuánta paradoja borgiana adorne uno de
sus títulos, consientes desde el inicio que lo atractivo del texto es el
ejercicio mental de su creación inconcebible. O uno de mis favoritos, El túnel, porque la historia que Sábato
cuenta será eterna en una perspectiva. Solo conocemos la versión del asesino.
Vemos el túnel desde un extremo, incapaces de encontrar lo que el otro depara.
Hay que tener cuidado con los malos títulos, son
engañosos y no suman al texto otra cosa que claridad (en el mejor de los casos)
o mercadeo (en el peor). Sencillo es buscar la yugular de obras pop y su gran
éxito en la cultura moderna, hablar de un Harry
Potter y sus innumerables secuelas afirmando que todas promocionan en sus
títulos la marca, la saga, no la obra individual (porque los subtítulos
reflejan más bien un pequeño fragmento de aquello que en todo caso leerás). No.
También los grandes se equivocan, los grandes como Mobey Dick, cuyo titular solo es un personaje, vital para la trama
sí, pero un personaje (El viejo y la mar también
engloba una gran pesca).
En el mismo concurso Bellas Artes de Poesía
Aguascalientes, pero en su edición 2020, el título es La frontera de lo no lineal. Qué composición tan hermosa de ideas y
letras que, sin embargo, no tienen mucho que ver con los trabajos de la
antología.
Clásicos como El señor de los anillos son pésimamente titulados. Si bien, aquí
podemos acentuar que Tolkien originalmente concibió su trilogía como un solo
libro, llamado El señor de los anillos
(gran título individualmente), la editora solicitó su división en tres partes,
restando La comunidad del anillo, Las dos
torres y (peor titulado) El retorno
del rey, segmentos que no suman a la reflexión, más bien enmarcan un hecho,
personaje o momento de la historia. El título no abona a la experiencia, es
poco más que un slogan.
Mal título aquel que solo expone algo de su
obra, sin importar que tan bien suene como encabezado (estas no son noticias).
Mal título aquel que priorice la marca o la saga (esto no es cine). Mal título
aquel que sea un nombre, un personaje, que no te cuestione (por ejemplo, El gran Gatsby es un buen título por su
agregado: “Gran”, no es solo Gatsby, es una figura mesiánica, alguien de quien
queremos escuchar).
Un buen título susurra, te presenta su obra sin
exponerla, te seduce sin presentarla. Es el baile erótico, la danza prohibida
de las almas cautivas entre sus páginas. Induce a la lectura y agrega a su
término, cambia el sentido o le otorga uno. Rayuela
porque la obra atrás y adelante, del centro hacia el final y de regreso al
origen. El llano en llamas porque
todos sufren como el infierno en la tierra y la hierba no crece donde no hay
lugar. Aura: personaje, presencia,
espíritu, sensación que rodea la pequeña novela de Fuentes.
Reflexionemos sobre los títulos, tienen mucho
que ofrecer. Y si nos toca titular no busquemos un
concepto rector o un elemento que atraiga. Esos ya están ahí, en la obra.
Busquemos lo que la define, pensemos en lo que dice entre líneas y titulemos
con ello. Recuerda que leer un título es como lavarse las manos: hay que
hacerlo antes y después de la lectura para limpiar nuestros pecados.