Vuelo a ras de tierra, Por las calles de L.A., Crisol y Lejos de tu gracia, los nuevos poemarios de la colección Parota de Sal*
Avelino Gómez
Viernes 29 de Octubre de 2021 3:14 pm
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Muy a menudo recuerdo un poema de Víctor Manuel Cárdenas. Es un breve poema que, sin motivo aparente, salta como un pez en las apacibles aguas de la memoria. El poema tiene cuatro versos. Se titula ( In) Utilidad de la poesía , y es este:
La poesía no cambia nada
Es un espejo
Donde se mira
El que cambia
Después de leer los nuevos poemarios que se integran a la colección Parota de Sal , estos versos de nuestro querido Víctor nadaron en el cardumen de palabras que leí de Jorge Vega, de Ihovan Pineda, de Héctor Porfirio Ochoa y de Norma Navarrete. En estos cuatro libros encontré el pródigo gozo o la dulce desazón que la poesía irradia. La contradictoria afirmación que hace Víctor Manuel en su poema. La certeza de que la poesía no cambia la realidad. Sin embargo, y no obstante, lo cambia todo. Nos cambia a todos.
Los poetas Norma Navarrete, Jorge Vega, Porfirio Ochoa y Ihovan Pineda.
En
Vuelo a ras de tierra , de Norma Navarrete, encontré a una poeta que canta con ternura a las pequeñas y cotidianas cosas, o sucesos, que nos conmueven. De algún modo, con tono materno, la poeta hace que las minucias crezcan para adquirir dimensiones poéticas. Los objetos en apariencia irrelevantes, y los bichos y su breve vida, se relacionan con el ir y venir de los hombres y las mujeres. Un grillo, moscas, arañas en el marco de una puerta, libélulas, flores, barcos de papel, hojarasca, charcos, latas olvidadas en una calle. De todo eso va dando cuenta Norma Navarrete mientras su voz vuela a ras de tierra para luego elevarse alto, muy alto. Luego desciende otra vez, con alas desgarradas,para decirnos con sencillez que no hay misterios, que tan solo es la vida y el tiempo el que pasa y nos sobrepasa. Emociona el discurso poético de Norma Navarrete porque hay una manera distinta de interpretar el mundo mediante la pequeñez de las cosas.
En el poemario de Ihovan Pineda, Por las calles de LA., el poeta recurre a dos idiomas para crear una tercera lengua: la del corazón en duelo. Cargado de nostalgia, Pineda escribe en español, ya veces recurre al inglés, para devolverle al mundo —el suyo y al nuestro—, algo, alguien, que se nos ha ido. Gracias a la poesía, su voz vuelve a recorrer las calles de una ciudad lejana —por momentos sombríos y por otros luminosa—, en donde la ausencia o la muerte jamás podrá ser algo cierto. Hay una bella y conmovedora historia de migraciones familiares, pero también de feliz retorno a los paisajes que no se pueden abandonar, porque siempre irán con uno. En sus poemas, Ihovan Pineda recurre a la cercanía del lector para tocarnos el hombro, mientras escribe versos como estos: “Detente, espérate, deja que pase la memoria, que no nos vea, que se pase de largo,
En
Crisol, de Héctor Porfirio Ochoa, hay una voz que arde en una constante llama hasta fundirse en discurso que, en apariencia es intimista, pero que también lleva una fuerte carga contestataria. El poeta ha puesto su historia personal, ideales, pasiones, dolores y alegrías en una enorme pira donde todo arde. La infancia, la vida familiar, la ciudad y sus rincones, la violenta realidad, los amigos, la muerte, el amor que otro nos prodigan, y el amor que se fue y el amor que no llega. De todo eso y más da cuenta y registro Héctor Porfirio para arder en la fogata de la poesía. Llama la atención sus registros que van desde la tierna amargura de quien no se conforma con este mundo, hasta la dulce felicidad de quien vive cada instante a sabiendas que no hay otra forma de vivirlos. De los cuatro nuevos libros de esta colección de poesía,Crisol es el más extenso y el que pesa más a las manos. Como si Héctor Porfirio en lugar de dar a la imprenta un primer poemario, nos ofreciera el peso de su propio corazón.
Finalmente, sobre el cuarto libro, Lejos de tu gracia , de Jorge Vega, debo decir que esperaba su publicación con impaciencia, así como se espera a que florezcan las primaveras. Durante varios años Jorge guardó un premeditado silencio, y se diría que hasta una poética distancia. Para mi buena suerte y fortuna, me toca ser uno de los primeros en leer su reciente libro. Jorge dice, en las páginas de Lejos de tu gracia, que “Dios no ama por igual a todos sus poetas… que prefieren y ama a quienes tienen el coraje de ver más allá de sus miserias, a quienes ven asombros en el horror civilizado de sabernos vivos”. Y entonces Jorge lanza sus versos a la página en blanco como el arquero que tensa su arco en dirección al cielo. Recorrer su infancia, hace brillar la nostalgia maternal, conjura la herencia paterna, patea a la contradictoria ciudad que se come a los poetas, celebra la doméstica fauna, se mofa de las vacas sagradas, reniega de la oficina y la punzante inercia laboral, y declara su amor, como nadie, al paisaje, a los cañaverales, al mar. En Lejos de tu gracia , el poeta Jorge Vega se sabe lejos de todo bien y todo mal. Nos ofrece, con gentileza, un hermoso libro templado con el dolor y la dicha.
Son estos cuatro libros, pues, que nos confirman lo que tantas y tantas veces ya hemos dicho: que el tronco y las ramas de la poesía colimense son fuertes y frondosas, que con ella nos cobijamos a pesar de esa contradictoria certeza de que su sombra sirve para todo y sirve para nada. En eso quizá radica el valor de quien la escribe, de quien la publica, y de quien la lee. Celebremos pues, con los editores de PuertAbierta, y también con quienes se han involucrado o puesto su marca en la colección Parota de Sal , la venturosa intención que Víctor Manuel Cárdenas iniciara y que todavía nos congrega bajo la fronda del mismo árbol.
* Texto leído por el autor en la presentación de los poemarios de Norma Navarrete, Ihovan Pineda, Héctor Porfirio Ochoa y Jorge vega, el 28 de octubre, en el patio central de la Casa de la Cultura.