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Día de Muertos en Colima



Martes 02 de Noviembre de 2021 6:53 pm

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—Comadre, primero vamos a misa, luego le rezamos unos tres rosarios a mi abuela y al final nos pelamos pa’ la feria. ¿Qué le parece?

—Sí, mi comadrita, ya sabe usted cómo se me aguadan las corvitas de ver tanto llanto y sufrimiento en el camposanto y además, con tanta apretura de gente, se contagia la tristeza, ojalá…

—¡Bajan en el panteón!... Gracias chofer… Con permiso, joven.

—¡Coronas, coronas!

—¡Hágase pa’llá, joven!

—Ya no hay lugar señito, ¿qué quiere que haga?

—¡Tuba, tubita! ¡A veinte la tuba!

—Oiga, tubero, ¡eso es una mentada!

—No, doña, así vale el vaso.

—Por eso lo digo, ¡viejo carero!

—¡Flores, flores! Lleve sus flores pa’ su difunto.

—¡Hijo, dame la mano, no te vayas a perder!

—Seño, ¿le limpio la tumba? ¿Le pido el mariachi? ¿Le traigo tusca pa’ su muertito?

—Joven, por última vez le digo que se haga más allá, no se me arrepegue tanto, carajo.

—¡Huy, qué delicada!

—¡Raspados, ricos raspados! ¡Tome su raspado de leche pa’ la calooorrr!

—Apúrese, comadre, ya van a dar la última.

—¡Adiós, mamacita! Este muertito que traigo quiere que le prendas su vela, chula.

—Hijos míos, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén…

—Oye, agüela, ¿quién es esa doña gorda de vestido morado?

—¡Santa María!, muchacho tarugo, te va a llevar el diablo. ¡Es el señor obispo!

—¡Bate, sabroso bate de chía! Como su suegra: ¡prieta, babosa y fría!

—¡Pónganle cebolla!

—¡Silencio por favor!

—¡Ese chiquillo tiene la culpa!

—Mentiras, fue mi tata, yo no fui-

—¡Échenle aigre!

—¡Que se calle, entrometido!

—¡Orden, orden! Explícame niño lo que pasó.

—Mire, señor polecía: mi tatarabuelo estaba llorando y esta doña desmayada le preguntó a mi “tata”: “¿Por qué lloras viejito?”. Y mi “tata” le contestó: “¡No hallo a mi mamá!”. Entonces la doña le dice “¿En cuál número de tumba está?”. Y mi “tata” muy bravo le contestó: “¡Vieja, cabrona, mi mamá anda buscando cacahuates!”.

—¡Calaveras, calaveritas! ¡A cinco pesos la calavera!

—¡Denle coca!

—¡Que cierre el hocico, latoso!

—¿Sabe qué joven?

—¿Quiere que me haga más pa’llá, seño?

—¡Ay, no joven!... Nada de eso, al contrario, ya cambié de opinión, parece que tu dijuntito está resucitando, ji, ji, ji.

—¡Denle toques!

—¡Todavía no te callas, hijo de tu santa madre!

—Doña, ¿cuál canción quiere?: “Tres Coronas a mi madre”, “Las Tres Tumbas”…

—¡Qué se está creyendo, amigo! ¿Acaso no ve lo tristes que estamos y usted con esas canciones?… ¡No la amuele!... ¿Se sabe La Zenaida?

—¡Taxi, Taxi, a la feria! ¡Vámonos a la feria comadre!

—¡Ay, comadre hasta que dijo algo bueno! Ya no soporto más. Viera cuánto sufro aquí en el panteón.

—Pos sí, comadre, a mí me pasa igual: se me parte el corazón viendo tanto llanto y desolación. ¡Me quemo en ascuas por llegar al palenque de la feria y olvidarme de tantas tristezas!

—¡Bendito sea Dios!

—¡Sin pecado concebida!

—¿Cómo dijiste, taxista?

—¿A usted qué le importa? Yo estoy en lo mío.

—Dedíquese a manejar, pues, y no se meta en asuntos divinos. Órale, ¡písele al fierrito!

 

Armando García Gutiérrez



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