Normalidad
Norma Navarrete
Viernes 19 de Noviembre de 2021 10:19 pm
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La vida es un río transparente
al reflejo de las aves.
Son felices porque han logrado
consumar su poesía.
Vuelan al horizonte en busca
de un refugio.
El libro de poesía más grande
es el mundo,
tiene todos los colores de la
realidad,
cantan los grillos y nadie los
ignora.
La noche sabe a la ciudad de
piedra.
No me he asomado a observar la
luna.
Estoy segura que la primera de
mis palabras
será su corona esta noche.
Estoy cansada, pero he visto a
un niño
con chamarra color arcoíris,
regresar de la pandemia,
con el valor de sus botas
desamarradas;
sin miedo a caer.
Yo también me desanudo el
miedo.
Vuelvo a estar con los niños
en busca de sonrisas.
La pandemia sabrá si nos
contagiamos.
Por hoy he vencido a la
tristeza.
La esperanza es el agua del río
que va por mi vida.
Fresca, roza cada momento.
9.15 pm el día se pronuncia.
Tengo el conocimiento de saber
volar sin plumas.
Solo por volar y saber
reconocer
la silueta de las cosas
inanimadas,
por la palabra.
Solo por romper con un puño de
rosa el horizonte:
para traspasar la noche,
con la luna en cada ojo.
He visto surgir la luna
de los ojos de los niños, los animales
y los cristales rotos de una
botella,
regados en el suelo de una
banqueta cualquiera;
como si fueran diamantes de
verdad.
Me alumbro con ello mi noche.
Salgo a buscar al grillo,
pero aún no contesta.
Me acompañó hace unos días
como mi sombra en la
oscuridad,
el día increíble que aprendí a
dibujar con valor,
la palabra normalidad.
Seguí por el momento,
con el cubrebocas puesto en el
corazón,
para no respirar polvo de la
realidad.
Para no vencerme y seguir
cantando
acerca de todas las cosas
pequeñas.
La noche es mía, la doblo y la
convierto
en araña hermosa de colores,
aunque siga en peligro.
A la vuelta de la esquina, tras
el muro,
la muerte yace doblegada,
partida en dos,
cerca de un jardín
donde los niños regresan a la
escuela
con spray, cubrebocas y las
manos sin abrazos.
Solo abiertas al mensaje de
otros.
En busca de la ruta libertad
juegan a tumbadas.
Los mayores solo sabemos decir
nos y porqués.
Asumimos que no podemos tirar
de la mano del otro,
porque está prohibido por la
pandemia.
Por eso, a veces saludamos con
el puño,
que luego desinfectamos con
disimulo,
para continuar en el río
transparente
al reflejo de las aves.