Querétaro en el corazón
Libros y otras cosas
Jueves 16 de Diciembre de 2021 2:00 pm
+ -
He
vuelto a ver, a lo lejos, los contrafuertes de Santa Rosa de Viterbo. He
caminado una vez más por la Plaza de Armas, con la estatua del marqués de la
Villa del Villar del Águila en el centro, y he recordado ahí, por enésima vez,
al Mago Septién, a quien Jorge "Sonny" Alarcón llamaba
"marqués", pues ese cronista deportivo —un sabio con toda la barba—
era en verdad descendiente del noble aquel.
He recorrido la Plaza Constitución que ahora, en las
noches, se ha convertido en espacio de fiestas y de músicas. He regresado a La
Mariposa a pasar el conversado desayuno con un querido maestro mío, amigo
entrañable. He vuelto al Museo de la Ciudad y he saludado la estatua de bronce
de Pancho Cervantes, sentado y con un simpático gato eternamente inmóvil,
también de bronce, a sus pies.
He caminado por el Jardín Zenea y he leído un letrero
con el nombre de la calle "Damián Carmona", pero no pude visitarla
para tratar de localizar el lugar donde vivió Sara Romo, en una casa que ya no
existe. Tampoco tuve tiempo de entrar al Museo Regional a admirar los enormes
facistoles y a husmear los libros venerables que ahí se guardan. A lo lejos, el
Cimatario y el Cerro de las Campanas; a este, el Sitio de los Fusilamientos,
íbamos con Jesús Velarde a recordar la gesta ante el invasor y el sangriento
final de los sueños imperiales.
Pero me he asomado a los patios de las casonas y
admiré como siempre los mil y un detalles de la arquitectura criolla, la
fachada del histórico Teatro de la República, las tiendas de ópalos de
Cadereyta, las dulcerías y los jardines bien cuidados, aunque también vi
mendigos dormidos a la intemperie de la noche invernal en algunos rincones
apenas abrigados, a un lado de las iglesias y los edificios públicos.
Todo eso y más, mucho más, es la ciudad de Querétaro.
Pero lo mejor fue la gente que vi ahí: un puñado de escritores y pintores por
quienes siento un cariño enorme. Unidos en torno a la memoria y la obra de
Ramón López Velarde, en este centenario de su muerte (19 de junio de 1921),
poetas, críticos y artistas visuales le hicimos un homenaje, el último de este
año, en el Museo Regional. Llegamos de la Ciudad de México, de Tabasco, de
Jalisco, de Morelos. No puedo, por desgracia, describir esa reunión de cuatro
días ni mencionar a todos los asistentes por su nombre; lo que puedo decir es
que estos de diciembre fueron los mejores cuatro días de largo tiempo. Lo que
nunca olvidaré fue la visita a una de las más bellas bibliotecas que me ha tocado
conocer y los momentos imborrables en que tuve en mis manos libros en verdad
impresionantes.
Solíamos decir, con Saint-John Perse (traducido por
Jorge Zalamea) que vivíamos este u otro momento "en la estimación".
Era una forma de declarar "un gran afecto, una pasión irrestañable".
Es lo que siento por los amigos, colegas y conocidos con los que estuve en
Querétaro en estos días penúltimos de diciembre.
