En busca de una expresión social, Gildardo González Garea*
Entrevista de Salvador Velasco Ch
Viernes 04 de Febrero de 2022 10:16 pm
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Mientras
Garea y yo hablamos, un caleidoscopio se detiene. Sería difícil alterar el orden
que tenemos en torno nuestro. Siempre he creído que el lugar donde un hombre
habita guarda una íntima relación con su espíritu. Aquí recuerdo la habitación de
los sueños de Proust. Aquí se teje el hilo de las horas, de los recuerdos y de
los posibles mundos de un pintor joven colimense: Gildardo González Garea.
Donde él respira, vive, crea y sufre -su ámbito terrenal, su morada- se cultiva
el orden dentro del caos. Hay infinidad de objetos. El fatigado caballete, las
pinturas en las paredes, los dibujos sobre los muebles, los pinceles de
múltiples tamaños y colores, las ramas secas, la chimenea pequeña e inútil y en
el viento que circula por la casa, la sensación extraña e irremediablemente pegada
a las narices que proporciona un edificio antiguo, de escaleras sombrías, de
puertas gastadas.
Con todo: hay un orden sensible donde habita Garea.
Hay silencio a pesar de los Beatles, Alan Parson y Vivaldi. Si acerco el oído
estoy seguro de percibir los latidos impalpables de la madera de la mesa que
sirve de reposo a nuestras manos. Dos pares de manos. Un par extremadamente
blancas, de una gracia flexible que, alternativamente, juegan con el cenicero,
el cigarro y la taza de café. Manos ávidas de movimiento que denotan cierto
nerviosismo vital, y una persistencia momentánea para dibujar y desdibujar
rayitas en el aire. Mis manos son más apacibles. Provistas de un lápiz, la
derecha escribe sobre la hoja virginal las respuestas de Garea.
Sí. Recuerdo cuando me atreví a dejar la carrera
de Ciencias de la Comunicación que cursaba en Guadalajara para dedicarme de
lleno a las artes plásticas. Claro que fue una decisión que me costó mucho
trabajo. Tenía muchos miedos. Miedo a no tener una seguridad económica (que en
realidad ese es el gran temor de muchos), miedo a ser rechazado en la sociedad
por "inútil", miedo de no tener la capacidad suficientemente creativa
para enfrentar el futuro, miedo en pocas palabras de no ser nadie. Regresé a
Colima, mi querida ciudad, y me dediqué en mis tiempos libres a dibujar y
dibujar con una intensa excitación mental. Hacía de todo. Tomaba como modelo
jarrones, ventanas, frutas, cepillos de dientes, cucarachas, focos, zapatos, mesas,
sillas, palmeras entre azoteas, rostros y cuerpos que surgían milagrosamente en
el papel; ya sea exagerando los rasgos de una cara, de un brazo, de una pierna,
o interesándome cada vez más en los grafismos, en las manchas, en la textura de
los vegetales, las calles, las paredes, y todo aquello que por lo regular se
considera poco digno de ser contemplado. En realidad, hay que procurar ver las
cosas como el primer día de su creación; que nos admiren tanto como si nunca
las hubiéramos visto.
-¿Qué te ofreció Colima para alimentar tu
vocación?
-Con el tiempo fue aumentando mi carpeta de
dibujos y mi pasión por las artes plásticas. Pero también fue aumentando una asfixia
espiritual desde el momento en que quería ampliar mis conocimientos sobre nuevos
medios de expresión plástica y un deseo de dar a conocer mis trabajos. Colima en ese sentido me comenzó
a pesar. Aquí no había en realidad más que la belleza siempre estimulante de la
región, pero no el estímulo humano respecto al arte. Pocos y contados son los
que se Interesan en el arte. Fundamentalmente creo que esto se debe a una
latente falta de educación artística.
-¿A qué escuelas o centros recurriste para una
mayor formación artística?
-Mira, en ese entonces la escuela de Artes
Plásticas casi sólo existía de nombre. Esto parece ser un mal nacional de todas
las escuelas de arte. (Garea sonríe y toma café). Actualmente creo que ni el
nombre queda. Ahora me parece que se llama Instituto de Bellas Artes. En fin,
yo espero que así sea y cumpla a fondo y no superficialmente la misión que le
corresponde. En aquella época -prosiguió- la escuela de Artes Plásticas era más
bien un espacio común que unía a contados amigos para pintar, dibujar y hablar
un poquito de arte. Desde allí no se miraba un agradable horizonte artístico en
nuestras vidas. En lo personal era bastante decepcionante. Si no me hubieran
motivado a seguir este camino el maestro Gabriel Portillo del Toro y el maestro
Jorge Chávez Carrillo, quienes con sus apreciaciones sobre mi obras, aliento y
estímulo para seguir esta profesión, no sé qué estaría haciendo en este momento.
-Entonces, me imagino que llegó el momento de
tomar la difícil decisión: salir lo más pronto posible. Dejar la provincia tan entrañable,
pero a la vez tan raquítica culturalmente.
-En efecto. Salí a la ciudad de México donde
actualmente radico. Añoro Colima, pero, desgraciadamente allá está lo que
necesito en este momento para desarrollarme a plenitud. Allí trabajo en el
Centro de Investigación y Experimentación Plástica de Bellas Artes. Dentro del
CIEP funciona el Taller de Experimentación Gráfica fundado en 1980 por Oliverio
Hinojosa, gran artista mexicano de 28 años de edad. Soy integrante del TEG junto
con Flor Minor, Mauricio Sandoval, Clara González y Luciano Carlos Hernández.
En el taller trabajamos por profundizar las posibilidades gráficas del
mimeógrafo. Quiero dejar constancia que a nivel mundial México es pionero de la
mimeografía artística. Felipe Ehrenberg es su iniciador y el TEG su más alto estandarte.
Nosotros iniciamos la mimeografía en color; hemos hecho trabajos en
mimeograbado de
-¿Qué dificultad, si la hay, representa para ti
trabajar en grupo? ¿Limita o enriquece acaso tu creatividad? Por lo general
siempre concebimos al artista creando su obra, refugiado en una soledad que por
hermética algunas veces termina en un aislamiento total.
-La dificultad se presenta en toda relación humana
cuando se interpone el interés personal al interés recíproco. Cuando se ataca lo
que el otro tiene. En realidad, debemos ser honestos con nosotros mismos. No
engañarnos haciendo lo que no podemos hacer. En el TEG han sucedido este tipo
de circunstancias separatista, pero hemos tratado siempre de aclararlas. En lo
personal, creo que el estar en un grupo me ha enriquecido muchísimo. Además,
dejamos un poco atrás el "personalismo del artista”.
-Volviendo a la muestra que presentaron en la
Galería del Auditorio Nacional, el pasado diciembre, recuerdo que la crítica
Raquel Tibol habló de ella en el espacio que tiene en la revista Proceso, y la
catalogó como "un conjunto de 80 mimeográficas de excepcional valor
artístico que se sitúan en un primer rango en el calendario artístico
1981". Y respecto a tu obra, concretamente, opinó que "intentas
avanzar hacia una expresión social, aún oscura pero bien encaminada". ¿Cómo
explicarías esto?
-Bueno (enciende otro cigarro), el juicio de
Raquel Tibol sobre mi obra expuesta en la GAN es muy certero, puesto que en la misma
se advierte el desarrollo ideológico que he sufrido. En un principio mi obra
intentaba ser un paisaje cotidiano de la ciudad de México: sus multitudes, sus
lejanos rumores, la prisa del tiempo, la fugacidad de la vida…
-En tu díptico "Un rostro y una
multitud" creo que logras captar lo que "permanece" dentro del
"tránsito vital" de la existencia.
-Exacto. Pero, lógicamente que he tenido una
evolución como todo artista en busca de su camino definitivo. En la muestra
expongo un tríptico "Homenaje a los indoamericanos" que es parte de
mi más reciente trabajo y en el cual se expresa un mayor o más notorio
contenido social. Pienso que ésta es la parte de mi obra donde se puede palpar mejor
el rumbo que estoy tomando. Tibol lo intuyó muy bien.
(Creo que Garea es fiel a sí mismo. Y por lo
tanto su obra está sujeta a un trabajo de intensa reformulación personal. Garea
ante todo sigue su propio modelo: el que le dicta una conciencia abierta a
todas las posibilidades de mejor expresión artística, lo que se adapta a sus
necesidades, su temperamento y su época).
EL ARTISTA: UN SER HUMANO COMO CUALQUIER OTRO
Garea
posee la virtud que en todo momento habla desde el espacio de un pensamiento muy
claro y sólido. Sólo que algunas veces titubea. Repentinamente interrumpe su
diálogo, absorbe profundamente el cigarro, lleva sus manos a la barbilla, y la expresión
de su cara enmudece, se paraliza. Las palabras desaparecen y llegan las
imágenes que son su mejor medio de comunicación. Así lo entiendo. Sus ojos dan
la impresión de querer alejarse huidizamente de las figuras invisibles que
transitan en el aire. Pero, se rebelan y hay una dulce lucha interior. Triunfa
al fin la palabra que Garea sigue compartiendo conmigo en este monólogo.
"Hay muchas maneras de decir las cosas. Muchos juicios sobre las
cosas. Muchas formas de hacer las cosas, pero más bien estamos acostumbrados a
pensar y actuar como el vecino nos lo ha impuesto". "El artista es un
ser como cualquiera, como el zapatero, el panadero, como el tubero que necesita
la materia prima, el instrumental y el lugar adecuado para desempeñar su
oficio. El artista tiene las necesidades del artista común y como tal busca
satisfactores -aquí, allá- según sean los motivos de sus deseos, tanto físicos
como psíquicos. Digo esto porque al artista o trabajador de la cultura (que
somos todos) se le ha considerado un ser excepcional por el sólo hecho de decir
o hacer las cosas a su manera; y aquí me refiero al artista auténtico, al buen
artista, al que lo es y no inventa serlo; a ese que corre los riesgos de
penetrar en la naturaleza de las cosas y deja que su sensibilidad sea tocada por
ellas; a ese que bucea en lo desconocido de todo lo 'real' sin temer ser el
'loco' o 'anormal' para el sistema social en que le ha tocado vivir. "El
artista auténtico es el que busca los sitios y los medios adecuados para
desarrollar su obra (si la montaña no viene a mí, yo voy a la montaña); es el
que se afana día a día por mejorar su trabajo y procura ampliar sus
conocimientos, sus técnicas; el que a diario tiene los ojos muy abiertos hacia adentro
y hacia fuera de sí mismo; el que deja que una emoción provoque una imagen
original en la mente y la expresa; es el que trabaja con una intensidad
realmente agotadora por encontrar la calidad en su obra; es el que sabe que
'esto' es para toda la vida y no para pintar sólo los domingos; es el que sabe luchar
por difundir su obra para que otros sepan que ser artista es un oficio y una
profesión y no un mero pasatiempo y así demostrar su lucha por defender con su
obra los valores humanos”.
CASA DE LA CULTURA
Gildardo
González Garea se queda mirando un punto de luz que yo no veo; él sí lo ve y lo
descifra. Después de hacer la disección detallada de la parcela luminosa que acaparó
la atención de sus ojos, se levanta y sirve más café:
-Gildardo, creo que hay un tema obligado: la Casa
de la Cultura de Colima.
-Tienes razón. El hecho de haber construido una
Casa de la Cultura en Colima es algo para mí realmente bello. Muchos la consideran
inútil porque no saben el beneficio que puede proporcionar al Estado, claro
está, dándole un manejo bien orientado. Ojalá que los que allí laboran y los
que vayan a laborar no olviden la gran responsabilidad que tienen como
difusores de la cultura. Una Casa de la Cultura -creo yo- debe ser puerta y ventana
abiertas a toda bella expresión humana y no tan sólo al gusto e ideas de quienes
la tienen en las manos. Por otro lado, pienso que paralela a la Casa de la
Cultura debe hacerse -entre otras cosas- una radio cultural en el Estado. Hay
que recordar que el radio es un medio de comunicación que por su costo y
portabilidad puede estar en el campo y la ciudad, y por lo cual se puede
difundir muchísimo la cultura. Sería muy oportuno. Presiento una positiva
proyección de esta Casa de la Cultura de Colima.
-¿Quieres que te diga un verso de Terencio que
tengo anotado en un papel?
-Sí.
-"Hombre soy y nada de lo que al hombre se
refiera me es indiferente".
-Eso está muy bien y añadiría algo más: ni me es indiferente todo aquello que nos da vida y habla de vida.
*En homenaje a Gil Garea, publicamos de nuevo esta entrevista que apareció por primera vez el 10 de enero de 1981, en el entonces suplemento dominical de Diario de Colima (nombrado después Ágora), coordinado por el mismo autor de este diálogo, Salvador Velasco.