Luz y viento
Julio César Zamora
Viernes 04 de Febrero de 2022 9:58 am
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Durante la pandemia, las puertas
se han cerrado aquí y allá, pero las ventanas han permanecido abiertas. Al otro
lado de ellas, la vida continua, a veces silenciosa; en otras, bulliciosa. Hubo
personas creativas y curiosas que decidieron imaginar qué había y qué sucedía
dentro de ellas. Al interior, a su vez, los residentes cavilaban sobre lo que
ocurría allá afuera, contemplar el dinamismo social o ir más allá de lo
visible. Los más osados, de ambos lados, vieron mundos fantásticos que
terminaron en pinturas, canciones o libros.
Como elemento constructivo, la
ventana representa luz y viento, pero tampoco difiere mucho en un sentido
metafórico, como el espacio para la contemplación, no sólo de lo que
observamos, sino también como un marco delimitado por el que percibimos lo
intangible, una alegoría de revelaciones.
La etimología de la palabra es
esclarecedora, proviene del latín ventus (viento), una función primordial entre
los romanos de la Antigüedad, haciendo referencia a la capacidad de
ventilación, más que de iluminación. Para eso tenían el atrio o patio central
dentro del edificio, sin techo. En la lengua inglesa tiene el mismo origen,
ventana es window, que a su vez se compone de la raíz-sustantivo wind, viento.
Entonces, la finalidad primordial fue la entrada de aire, como un respiradero.
En latín, se le denominaba
fenestra, aparentemente de origen desconocido, pero de esta etimología derivan
los cognados para el mismo término en lenguas románicas y germánicas. Resulta
extraño que la palabra original esté en desuso (la más parecida -obvio- es en
italiano, finestra), pero en cambio sí se conservan términos relacionados como
defenestrar, que significa arrojar a alguien por una ventana. En política la
hemos escuchado muchas veces, “fulano fue defenestrado”, aunque sólo se aplica
a la destitución o expulsión de un alto cargo político, pero históricamente sí
ocurrió así con las defenestraciones de Praga.
Llama la atención que a pesar de
que el español procede de las lenguas romances y el inglés de las germánicas,
tengan una similitud en la concepción de la palabra ventana, lo que hace pensar
que su origen y función básica fue el viento. Aunque filólogos y lingüistas (A.
Ernout y A. Meillet) señalan que la génesis de fenestra es oscura, encuentro
similitudes fonéticas en fenster, del alemán; venster, del neerlandés, y
ventus, del latín.
La ventana viene del viento en la
mayoría de las lenguas indoeuropeas. Sin embargo, en regiones de mayor latitud
el término se asocia a la luz, como en albanés, ventana es dritare, que
proviene de la raíz dritë, luz. Es comprensible que donde los rayos solares son
más perpendiculares y por ende generan más calor, se busque el viento, como en
América; y donde son tangenciales se busque más la luz, como en la península
balcánica europea.
De esa complejidad lingüística
viene también la creación de las mismas en la arquitectura. Auguste Perret y Le
Corbusier tuvieron fuertes desacuerdos sobre la composición y función de las
ventanas. El primero buscaba conservar la tradición con la forma vertical,
apegándose a los aspectos funcionales; mientras que el segundo proponía la
ventana apaisada, porque permite la inclusión del paisaje en un primer plano de
la visión, así como para introducir una mayor cantidad de luz y aire.
Lo anterior fue una disputa que
ocurrió hace ya casi cien años (1923), pero para el arquitecto contemporáneo,
el portugués Eduardo Souto de Moura, el problema persiste. Ha dicho que diseñar
ventanas es la cosa más difícil de hacer en arquitectura. “Hay pocos
arquitectos que sepan hacer ventanas muy bien, con honestidad. De hecho, se
hacen tantos muros de vidrio, entre otras cosas, porque no se sabe hacer
ventanas”.
El constructor mexicano Luis
Barragán decía que “los arquitectos están olvidando la necesidad de los seres
humanos de la luz indirecta, el tipo de luz que impone una sensación de
tranquilidad, tanto en sus salas de estar como en sus dormitorios. Deberíamos
tratar de recuperar la tranquilidad mental y espiritual y aliviar la ansiedad,
la característica sobresaliente de estos tiempos agitados, y los placeres de
pensar, trabajar y conversar aumentan por la ausencia de luz deslumbrante y
perturbadora”.