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Cuyutlán y Alberto Isaac



Domingo 27 de Marzo de 2022 8:17 am

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POR más de medio siglo el pueblo de Cuyutlán constituyó el balneario más importante de esta zona del litoral Pacífico, y muy probablemente de la región occidente, principalmente con el ferrocarril que, proveniente del centro a partir de 1908, lo hizo consolidarse como principal destino de toda la zona del bajío, aunque desde antes y a lo largo de cuatro siglos tuvo la visita o paso de notables personajes como Benito Juárez, con su Presidencia de facto y huyendo en 1858; Francisco Madero, en diciembre de 1909, haciendo campaña; Pancho Villa, huyendo y de incógnito, en 1913; Venustiano Carranza, en 1917, de quien nuestro entrañable Caco Ceballos nos dejó una hermosa anécdota familiar en su libro De lejos y a mi alrededor.
También, primero como guerrillero y luego como presidente, en Cuyutlán se recreó junto con su familia Álvaro Obregón. Herido y teniendo como cárcel a Colima, en esa playa se solazó el joven general Lázaro Cárdenas, quien en 1923, además de su recuperación, escribió una de sus páginas sentimentales al lado de una de las Campuzano Guerra, para años después, como Presidente, regresar en varias ocasiones; Plutarco Elías Calles y el presidente Pascual Ortiz en 1932, previo al famoso maremoto, también vieron la puesta de sol ahí; así como el presidente Manuel Ávila Camacho, con su familia, después del sismo de 1941; y en 1966 Adolfo López Mateos, quien de gira, develó la Cabeza de Juárez e inauguró el jardín para luego disfrutar una opípara mariscada.
En la historia funesta de Cuyutlán se escribe que el amanecer del 22 de junio de 1932, un sismo ocasionó un tsunami, cuya crecida rompió en las vías del ferrocarril, resaca que arrasó con todo, incluidos los hoteles y las lujosas casas de playa del senador Aguayo y del gobernador Solórzano.
Por sobre la tragedia, los días, las tardes y las noches de este balneario han sido inspiración de pintores como Clausell, poetas como Balbino Dávalos y Agustín Santacruz, así como de cancioneros populares que lo han recreado. ¿Quién no recuerda “Cuyutlán, testigo eres de los besos que le di”? Inolvidable, porque desde aquellos tiempos fue la mítica “ola verde”, “los curativos baños de mar”, los “cuartos con ojos”, el lugar de recreo de las “familias bien”.
Pedro Infante, Luis Aguilar, Jorge Negrete, Cantinflas, Lorena Velázquez, Valentín Trujillo, Ofelia y María Medina, entre otros, fueron los personajes reconocidos que en su mejor momento estuvieron en este tradicional lugar.
En dicho ambiente creció y maduró un joven talentoso y reconocido por sus varias cualidades: Alberto Isaac Ahumada, quien nacido en la Ciudad de México, a la muerte de su padre fue traído a Colima al cobijo de la familia materna, donde creció y se forjó sensible al lado de tres tías y un tío (que dirigían una sala de cine).
Como profesor, Isaac se desempeñó breve antes de regresar a la Ciudad de México, donde colaboró para la sección de deportes de un diario local que a los 2 años lo llevó al deportivo Esto, con dibujos (cartones o monos), faceta que lo destacó en El Universal, El Sol de México y Novedades.
El Güero, como lo recordamos, fue cineasta, pintor, caricaturista y nadador olímpico. Nació el 18 de marzo de 1923 en Coyoacán, sin embargo, toda su infancia la vivió en Colima. Como director de cine fue nominado a los premios Diosa de Plata y 44 veces al Ariel, logrando 11. Su documental Olimpiada en México fue nominado a los premios Óscar.
Años antes de su muerte, su nombre había sido impuesto a una calle, una secundaria y a la alberca olímpica de la Unidad Deportiva Morelos de la Ciudad de Colima. Luego de su deceso se colocó una placa en el malecón de Cuyutlán, sus obras artísticas fueron expuestas en una sala de la Casa de la Cultura de Comala, mismas que en 2009 fueron trasladadas a un centro cultural del norte de la ciudad de Colima, donde también hay un jardín en su memoria.
Los últimos años de su prolífica vida Alberto los vivió en Comala, donde se dedicó a la pintura y como cartonista de un diario regional, hasta que falleció el 9 de enero de 1998. A su deceso sus cenizas fueron vertidas en el intempestivo oleaje de Cuyutlán, justo homenaje a este espacio locación de varias de sus cintas como: Mujeres insumisas (1995); Tiempo de lobos (1981); El Rincón de las Vírgenes (1972); Los días del amor (1971); y En este pueblo no hay ladrones (1965).

Noe GUERRA PIMENTEL



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