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De vino, poesía o virtud: homenaje a Melquiades Durán


De izquierda a derecha: El periodista Julio César Zamora, con el escritor Melquiades Durán; aspecto de los asistentes en el evento.

Julio César Zamora Velasco

Jueves 05 de Mayo de 2022 9:14 pm

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Aquella tarde porteña, durante el Festival de Poesía Manzanillo, el escritor Ricardo Yáñez nos dijo en un tono melancólico: escribí un poema para ustedes. Luego esbozó una leve sonrisa y de nuevo relució su mirada melancólica. Melquiades y yo nos vimos de reojo, sorprendidos y en exceso halagados porque el poeta nos había dedicado unos versos que, literal, fueron tres que en realidad se redujeron a uno:

 

Melquiades,

Julio,

¿quiénes somos?

 

Aclaro, si nuestros nombres no contaran como versos, el poemínimo se reduciría sólo a la pregunta del maestro Yáñez. ¿Quiénes somos? Lo que vino después de haber recitado de “memoria” lo que nos escribió, fue una especie de respingo o gruñido en Ricardo, haciendo gestos y llevándose el puño a la boca y la nariz, lo que Melquiades identificó como una agrura en el estómago, y yo como un dolor de garganta. Pero no fue una ni otra, sino la sensibilidad del poeta que estuvo a punto del llanto.

Lo importante es la anécdota, porque conocimos al escritor Ricardo Yáñez y nos compartió tiempo, versos, música y vino, bueno, creo que el vino lo pusimos nosotros, y él nos ofrendó flauta y canto.

 

Abro con esta remembranza porque un autor como Melquiades Durán Carvajal, también alimenta su obra de las experiencias, sean agradables o adversas.

Escribir sobre Melquiades es hablar de un poeta contemplativo y un narrador audaz. En el primer caso nos puede revelar los detalles; en el segundo, los magnifica. En la poesía nos ofrenda la belleza, instantes luminosos y mágicos de la naturaleza; en los cuentos, la desventura y la tragedia, donde la sangre, la ironía y el final inesperado suelen estar presentes.

 

Una pequeña muestra de lo primero se confirma en estos haikus de su libro Bajo el limonero en flor:

 

Se asoma el día,

una sola palabra

es: poesía.

 

En mi ventana

el sol es una flor,

colibrí es mi alma.

 

Un breve ejemplo de lo segundo se puede leer en este renglón de su libro Pleito de perros:

 

El primer machetazo se hundió unos centímetros en el cráneo. No había prisa. Dejó caer el pesado acero con toda la energía de su infancia, como cuando arrancaba la mala hierba.

 

La dualidad de Melquiades entre el verso y la prosa, enriquece y complementa su obra literaria, haciendo uso de varios géneros para expresar la vida, la muerte y… como nos dijo alguna vez el escritor Rafael Torres Sánchez: “lo que va por en medio”.

Además, se trata también de un artista visual que junto al dominio de la expresión escrita, la metáfora y el desarrollo de historias, combina la expresión plástica que, más allá de la creatividad para ilustrar sus propias portadas de libros, hay una apreciación profunda del color, la forma y las texturas, tanto las que surgen del pincel propio como las observadas de la naturaleza. Cito:

 

Es cada rosa

tiernos labios que besa

la mariposa.

 

Mieles de abril,

y gotas de ámbar zumban

por el jardín.

 

La sencillez no es para cualquiera; la simpleza, sí. En el caso de la literatura, no de las relaciones humanas, llegar a la sencillez puede conducir a un camino largo y azaroso, y al que muchos no se atreven por el riesgo de caer en la simplicidad o por no estar dispuestos a esa fórmula que implica el 10 por ciento de inspiración y el 90 por ciento escribir y escribir, porque nos lleva a corregir y corregir. De ahí que cuando se lee el escrito terminado se crea es muy sencillo.

Varios autores han dicho que el uno por ciento es inspiración y el 99 por ciento transpiración. O como dijo el periodista David Martínez Mora, un día que lo entrevisté sobre el oficio de escribir, “esto que estás haciendo se llama talacha, esto que estás haciendo se llama pagar el precio”. O como reconoció Umberto Eco: "No puedo entender a esos novelistas que publican un libro cada año, se pierden el placer de tomarse seis, siete, ocho años en preparar una historia".

Melquiades Durán Carvajal no es tampoco un escritor pretencioso, ni jactancioso, sabe que lo importante es la calidad y no la cantidad. Sabe que no basta con hacer las cosas y ya, sino que se deben hacer bien. Una de sus características más admirables es su seguridad para crear.

Estoy convencido que es un autor que goza la literatura, que disfruta del acto de escribir, ese ritual de sentarse a construir versos o párrafos es festivo para él, sobre todo si el café u otra bebida espirituosa lo acompaña.

 

En la poesía de Melquiades también suele haber un manejo lúdico del lenguaje…

 

Corrección

 

Objeción señor juez:

mi delito,

no es traficar con pieles exóticas

 

En realidad,

es mi deleite,

transitar por pieles eróticas

 

Mientras que el lenguaje en la prosa es casi vox populli:

 

Ya casi no hay milagros

 

Ya los viera en el monte cuando hacemos las necesidades: brotan de entre los chorumos por manadas y se avientan encima, y si no se quita uno, lo jondean nomas pa’ tragarse el tambache.

 

La mayor parte del contexto espacial en la obra narrativa de Melquiades se concentra en la región rural, con esos lugares recónditos donde abundan las carencias, la pobreza y la ignorancia.

 

Aquí una fusión de temas y géneros:

 

Corazón de fruta seca

 

Para mi hermano Justo

 

Un día mataron a mi hermano

Por el camino a la playa

Fue un domingo muy rojo,

Como rojas son las desgracias

 

-el sol subía entre las casas, mientras la muerte bajaba-

 

Fue un asesinato serio

Sin ensayos ni comparsas

Una mordida de perro

Una lluvia de clavos en el alma.

 

-el sol subía entre las casas, mientras la muerte bajaba-

 

El tiempo borra la sangre

Crece la hierba y arde la zarza

pero mi corazón de fruta seca…

de vez en cuando me sangra.

 

-el sol subía entre las casas, mientras la muerte bajaba-

 

Es un honor para mí compartir esta mesa con Ada Aurora Sánchez y Melquiades Durán, una triple alegría en la que incluyo a la literatura, porque a ambos los conocí en el diplomado de Creación Literaria de la Sogem (Sociedad General de Escritores Mexicanos), creo en el año 2000, hace alrededor de 22 años.

La dinámica era la siguiente: llegaba el escritor a Colima, novelista, cuentista, poeta o crítico literario, a impartirnos el módulo respectivo durante una semana, y al terminar, el último día, se le invitaba a cenar o un brindis que normalmente terminaba en frialdad, como dijo Emmanuel Carballo, luego de pedirle la segunda cerveza al mesero y quedar insatisfecho con la primera: “Tráeme la que tú quieras pero que esté fría, lo que quiero es frialdad”.  

Una vez que se retiraban las señoras, la gente adulta y con compromiso, nos quedábamos con el autor los mismos: Melquiades, Carlos, David y yo, con el pequeño problema que David y yo no alcanzábamos para pagar las cervezas, por lo que Melquiades las invitaba. Luego nos decía: “Cuando sean mayores, ustedes me invitarán las cervezas, pero para eso primero tendrán que llegar a mi edad”. Mucho antes de llegar a los 40 ni siquiera a los 30, le pagué mi deuda a Melquiades, invitándolo a dar un taller de cuento a Jesús María, en Los Altos de Jalisco.

Estando allá pronto se ganó a los alumnos, entre ellos a un productor artesanal de tequila, quien el último día del taller, al estilo del Diplomado en Comala, nos convidó, aún así lo creo, el más exquisito de los tequilas, nombrado Montecinos, que por cierto, llevaba un poema en la etiqueta.

 

Canta el ticús

Entre la lluvia densa

Su canto es luz

 

Por esta acera

Hilan tapetes de oro

Las primaveras

 

Cuando Melquiades me hizo la invitación a participar en este homenaje, por un momento recordé que el escritor Charles Bukowski en sus charlas pedía como requisito una hielera con cervezas a su lado, así que pensé, este sería el momento ideal para resaltar también esa bonhomía y espíritu libertario del autor nayarita, cora de corazón, y colimense por adopción.

Esta tarde-noche habrá la oportunidad de hacer el brindis por su trayectoria y decir salud, por tus aportaciones a la literatura, Melquidaes, por los poemas que nos evocan la sabia de la vida, por los cuentos que nos descubren esas pequeñas comunidades olvidadas de México, de que el pueblo no es sabio ni es bueno, es humano, con necesidades infinitas.

Esta tarde-noche diremos salud, porque sigas escribiendo, como dijo el otro Charles, ahora Baudelaire, hay que embriagarse de vino, poesía o virtud.

Esta tarde-noche, que sean las tres juntas.

 


*Texto leído durante el homenaje al escritor Melquiades Durán, el pasado 29 de abril

Julio César Zamora Velasco



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