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¿Hidalgo era como lo pintan?



Domingo 15 de Mayo de 2022 8:41 am

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ERA la fecha conmemorativa del 220° Aniversario del natalicio de Miguel Hidalgo (el pasado 8 de mayo pasó desapercibido) cuando el promotor de Bimbo me entregó dos ejemplares, tomo uno y dos de los álbumes de cromos de El porqué de las cosas, cada uno con 10 estampas, premio por haber contestado correctamente cuál es el nombre completo del cura Miguel Hidalgo.
Tendría 9 años y cursaba la primaria. Eso lo había leído en un texto del libro Historia de México, de nivel secundaria, cuya portada era el retablo El día de la Independencia, de Juan O´Gorman, en el cual está Hidalgo con los brazos abiertos, al centro de la multitud.
Personaje, el de Hidalgo, que en la fantasía infantil me había resultado llamativo y que asimilé, como a otros protagonistas ficticios de historietas de los que aún tengo recuerdos, hasta que empecé a ubicarlo como héroe de la historia oficial, en la que es presentado lineal, virtuoso, incuestionable desde su apariencia, esa que se nos ha inducido retomada principalmente de la versión de Joaquín Ramírez, aquel óleo sobre tela realizado en 1865 por encargo de Maximiliano. Imagen en la que Hidalgo aparece erguido, de frente, viril, como héroe, delante de una mesa con el acta abolicionista, atrás la Virgen de Guadalupe y un reloj marcando 5 para las 6:00, hora en la que según repicó el esquilón de Dolores.
Manuel Francisco Álvarez, estudiante de arquitectura en aquella época en que Joaquín estudiaba en San Carlos, publicó: “No queriendo ir al Palacio, lo pintó en su domicilio de Siete Príncipes núm. 15. Ahí, se allegó datos, basado en una escultura atribuida a Silvestre Terrazas y que, al decir de otros, fue tomada del mismo cura y la encontraban parecida. Ramírez también trató con una medio hermana de Hidalgo, quien lo orientó y presentó con otro hermano, asegurando su parecido. Serían, María Guadalupe o María Vicenta de 85 y 82 años, y el hermano Juan Nepomuceno, de 84”.
Trasladado el retrato al Palacio Imperial, Maximiliano lo aprobó. Debió haberle satisfecho, corre la versión de que un cura y botánico belga, miembro del séquito de Carlota y uno de sus favoritos, fue quien finalmente posó de rostro para que Ramírez bocetara la imagen definitiva del Hidalgo que conocemos, aunque hay otra versión que dice que son los rasgos de un sobrino nieto, de quien se le retrató por su parentesco y edad. Se afirma que el emperador, sentado en un sillón frente al cuadro, solía presumir: “He aquí mi bello Hidalgo”. Como que sabía la trascendencia de su iniciativa, tan es así, que es la imagen vigente.
Por su parte, la litografía a color de Claudio Linati, de 1828, hecha casi cuatro décadas atrás, ofrece otra versión de Hidalgo. Ahí el rostro se dibuja con espíritu romántico, propio de la época y concebido para los europeos que veían a Nueva España con un dejo exótico. Luce con traje de chinaco, sable en la cintura y sombrero, con plumas en verde, blanco y rojo; mirada en la cruz y mostrando el crucifijo, señal de otra guerra santa. Imagen lejana a los rasgos conocidos, con un sombrero que le cubre la cabeza, dejando ver una melena cana.
En 1824, José Joaquín Fernández de Lizardi publicó en su revista una estampa con otra presunta imagen de Hidalgo, ésta realizada por Luis Montes de Oca. No representa al héroe idealizado sino al insurgente, vestido con traje afrancesado. Aguafuerte en el que al pie dice: “El muy honorable ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla. Generalísimo de las armas mejicanas: primer héroe que tremoló el estandarte de la libertad del Anáhuac en el pueblo de Dolores el día 16 de septiembre de 1810. Fue víctima de la tiranía en 30 de julio de 1811, su talento, valor y amor patrio harán eterna su memoria”.
Lo que hasta el momento resiste la exigencia histórica es la estatuilla de 18 centímetros, en madera y pintada a mano, la que sirvió de base a Joaquín Ramírez, realizada durante la tercera década del Siglo 19, antes de la llegada de Maximiliano y una ilustración inserta en Historia de México del historiador Lucas Alamán, quien, adolescente, convivió y platicó con Hidalgo, conociéndola, no desmintió la efigie y, por su parte, lo retoma describiéndolo así:
“Era de mediana estatura, cargado de espaldas, de color moreno y ojos verdes vivos, la cabeza algo caída sobre el pecho, bastante cano y calvo, como que pasaba ya de sesenta años, pero vigoroso, aunque no activo ni pronto en sus movimientos; de pocas palabras en el trato común, pero animado en la argumentación, cuando entraba en el calor de alguna disputa. Poco aliñado en su traje, no usaba otro que el que acostumbraban los curas de pueblos pequeños”.

Noé GUERRA PIMENTEL



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