El callejón del río Chiquito
Foto: AHMC
José Luis Larios García*
Viernes 01 de Julio de 2022 9:43 pm
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Hace unos días el Dr. José Miguel Romero de
Solís, investigador emérito del Archivo Histórico del Municipio de Colima,
impartió una charla en el Palacio de Gobierno sobre Los acervos del siglo XVI de la villa de Colima; forma parte del IV
seminario Colima en el tiempo, organizado
por la Sociedad Defensora del Tesoro Artístico de México, Capítulo Colima. El
historiador abordó lo trascendente que son los documentos para la historia
virreinal. Uno de los puntos cruciales de su intervención, señaló lo que fue la
primera traza urbana después de la fundación de la villa de Colima de la Nueva
España, situada entre el río de Colima y río Chiquito —este último actualmente
atraviesa embovedado de norte a sur la ciudad y cruza el jardín Torres Quintero—.
Luego de las palabras de
Romero de Solís, me di a la tarea de buscar información documental que dieran
pistas de cuándo fue trazado el callejón o calle que bordea el río Chiquito,
colindante con las Casas Reales y la iglesia parroquial.
Bajo este argumento, nos
remitiremos trescientos años después, es decir a principios del siglo XIX,
donde las pesquisas del tema se ubican en 1813, cuando la villa de Colima vivía
uno de los episodios más álgidos en la historia de México, la lucha de la
Independencia; ésta se extendería hasta 1821 con el triunfo del ejército
Trigarante, encabezado por Agustín de Iturbide. Sin embrago, la cotidianidad de
la población siguió su curso a pesar de la división de los grupos de poder.
Contrariamente a los
conflictos de la guerra, las necesidades básicas en la villa de Colima se
hicieron evidentes por el aumento de la población. También creció el tránsito
de personas en la vía pública, principalmente en los alrededores de la
parroquia y Casas Reales. Las autoridades del Ayuntamiento optaron por mejorar
el paso peatonal en los márgenes del río Chiquito, mismo que, desde tiempos
inmemorables originaba problemas de inundaciones e insalubridad pública.
Reunidos el 31 de agosto
en la sala consistorial, se presentaron el capitán José Manuel Basabilbaso,
subdelegado y comandante de las Armas; Tomás Brizuela, alcalde de primera
elección y los regidores que componen el cabildo para autorizar el proyecto de
tan importante obra. Según lo convenido “era urgente a beneficio del público a
formar un callejón a espaldas de la cárcel y parroquia por la orilla del Río
Chiquito”; pues se había construido una muralla en el costado de la cárcel que
impedía a los vecinos entrar a la plaza mayor, actual jardín de la Liberad. De
acuerdo con la Dra. Gabriela Eugenia Abdalá Vázquez, las murallas o
fortificaciones, cumplían el propósito proteger la villa de Colima de alguna
invasión armada.
A la sazón, los vecinos
y el cura beneficiado de la parroquia José Felipe González de Islas, fueron los
más interesados en que se abriera un espacio para evitar incidencias del paso
de peatones, más aún, con la poca visibilidad de la noche y escasez de
antorchas encendidas, no era factible caminar las calles del primer cuadro de
la población, mucho menos cerca de los arrabales. Además, en las mismas fechas
se llevaba a cabo la reconstrucción de la nueva iglesia, ya que un año antes,
el 4 de octubre de 1812, en el santoral de San Francisco de Asís, el templo se
incendió dos terceras partes, quedando en mal estado para los servicios
devocionales católicos.
El cabildo del
Ayuntamiento de Colima propuso lo siguiente:
Que es señor
procurador síndico Vicente Dávila, en [ilegible] de la dilación que
prepara el reconocimiento, medidas, y cálculo de la obra a que preliminarmente
debía procederse se ha comprometido a hacerlo todo a satisfacción por medio de
perito albañiles y demás operarios que se requieran con el auxilio de una
persona que se nombre al efecto, para el acopio de materiales, asistencia a la
obra y diligencia de ella, ofreciendo igualmente expensarla de su peculio por
ahora y llevar cuentas para rendirla y reemplazarse, defiriéndose hasta
entonces el prorrateo de los costos entre los individuos que voluntariamente se
han ofrecido a cubrirlos; acordaron: se ponga desde luego en práctica dicha
obra, bajo los términos que han expresado, y con las calidades manifestadas, a
cuyo atento, se de ciencia por oficio de lo determinado, al Señor Cura Párroco
Don José Felipe de Islas, respecto de ser necesario quitar el único embarazo
que hay de una casita de puestero construida inferiormente, sin ánimo de su
permanencia, detrás de la parroquia, por pertenecer a esta la referida casita,
cuyas rentas cobra el mayordomo de la fábrica espiritual: y nombraron a Don
Tranquilino Fernández vecino de esta Villa por su actividad y conocimiento,
para que se encargue de la mencionada obra en los términos que indica el
mencionado señor procurador, con quien deberá entenderse en todas las
disposiciones y gastos, a cuyo fin se libre a Don Tranquilino para su inteligencia
y facultad (AHMC, caja D-208, exp. 16,
f. 1 fte-vta.).
La
obra se elaboró con materiales resistentes como cal, arena, piedra de río y
otros enceres para mitigar derrumbes a causa de caudal de río Chiquito en
temporadas de lluvias. El Ayuntamiento solicitó algunos presos de la cárcel con
el fin de apoyar en los trabajos de albañilería; sin embrago, se les remuneraba
según los días laborados; el sueldo oscilaba entre los 7 y 12 pesos por semana.
Los gastos finales de la obra a saber “unos mil trescientos ochenta pesos
cuatro reales”.
La
construcción del callejón, en su tiempo fue determinante en el comercio local
de la ciudad Colima, junto con la plazuela, fueron idóneos para establecer el mercado
público municipal, el cual función gran parte del siglo XIX y principios del
XX. Hoy el espacio se llama “Andador Ana Martell”, en honor a una de las
primeras mujeres españolas radicadas en Colima.
*Investigador del Archivo Histórico del Municipio
de Colima.