Gota de universo
Norma Navarrete
Martes 02 de Agosto de 2022 9:45 pm
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Abro la página de word,
su blancura me recuerda todo lo inocente.
Observo mis manos, revelan enfermedad y años.
Observo a los niños, despedirse de la escuela,
al fin de un ciclo escolar, en pandemia.
Cargan en sus mochilas ausencia y esperanza.
Se dicen uno al otro:
“Regresaremos de nuevo y podremos abrazarnos”.
Todo parece una ficción,
donde por más que te busco,
no logro encontrar al grillo.
No aparece por la noche.
El Facebook no lo conoce por ningún nombre.
Seguro se oculta del día,
de los amigos que se despiden a fuerza,
con una lágrima sostenida en una flor.
La flor color bermellón es un símbolo de todo
lo que no dije: como si fuera colibrí,
con un beso en la mejilla,
para que nunca olvidemos lo importante,
que es volar a corta y a larga distancia.
R. El Pablo de una novela con Alicia, la del bosque,
cuando a media luna, las hojas
fueron la retama de las cosas,
que se enlazan en el aíre,
como las libélulas que se encuentran.
O los rayos del sol al amanecer, lentos,
descubren las cosas lentamente de un pincelada.
El adiós se congela en un iceberg gigante,
desde la cresta de aquel poema que no recuerdo
si te compartí digo:
Pasa lento el día,
y Alicia con su manto y su cara rota,
estatua no es. Somos nosotros,
en el enjambre del olvido,
cuando la madeja de los años se desanuda el pelo:
deja caer todos sus días, meses y años,
son un aro que ata los ojos
No puedo llorar si sé que vives en una ciudad rosa,
Tal vez, tus ojos, tal vez,
sean los mismos, pero no los del siempre.
Tu sonrisa clara,
tus manos,
tocaron mi cabeza
para inculcarme la vida,
para no soltarme de ti, ni de ella.
Voy a ti, con las botas y las manos desatadas,
en una carta que no podrás leer,
porque la noche ha llegado.
Estoy cerca de ti,
Cada vez que contemplo,
la soledad blanca con aroma de árbol gigante,
que aún lucha por el amor más grande,
cuando el mundo se deshace en pandemias.
No lo voy a olvidar:
El amor a la vida,
a los pájaros y a tu sonrisa.
Te escribo una carta que dice:
Voy un día a buscarte,
con alas de colibrí,
cuando pase la pandemia,
para volar en tus manos sin que tú lo sepas.
Para quedarme siempre contigo,
como un libro viejo y fiel.
Seré tu poema de cero hojas
y letra en clave.
Navego en una noche lluviosa,
Mientras la música suave
me inculca con su mano,
su sonido, por eso…
Seguiré escribiendo de los caminos y los colibríes
para que las ausencias sean un ramo de rosas de color,
que cada mañana me despierte
con su aroma, cerca de mi cama,
con sus ojos me anuncia el día,
para despertarme de la pesadilla
de la noche anterior,
antes de que me levante sin un ángel.
En el resurgimiento de una pandemia, con falta de amor.
Los violines dulces de tu poema,
son botes en medio de la bruma en un dibujo chino,
donde se alizan los bambúes
y los adioses se esfuman.
Feliz, encontrarte en esa pintura con vestido untado de
verde.
Y los lentes de arcoíris,
con vista al vacío que me deja vivir
con dolores, pero en fin.
El temor a decir adiós es más pesado que una roca,
en el mar y la tormenta.
La dureza de los libros de antes,
Los hilos de una cabellera que no cesa
de hablar, la desdicha de saber que todo es un espejo
a la realidad, me sabe a seguir niña para siempre.
Salto a propósito de
la idea,
de ser más allá,
donde el silencio se anuda
en las plantas que duermen.
En el lugar de reposo,
donde las estrellas no saben hablar
y los golpes, son de
manera frontal,
pero no sientes.
No hay voz, se acaba el aliento de escribir,
de filtrar las cosas pequeñas, para no voltear
a observar lo inmediato y seguir;
a pesar de las abejas que se perdieron,
los bosques incendiados,
y los padres muertos sin sus hijos.
Tu sonrisa, es estandarte en el cielo,
en forma de estrella.
Invita a contar una a una,
cada gota del universo.