GB, detrás de sabotaje a gasoductos y ataque con drones: Rusia
Domingo 30 de Octubre de 2022 12:32 pm
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Rusia suspendió su participación en el llamado
“pacto de los cereales”, como primera reacción a un “ataque con drones” esta
madrugada, en la estratégica zona del mar Negro, contra su armada e
infraestructura en el puerto de Sebastopol, Crimea. El acuerdo, firmado en
julio pasado con la mediación de Turquía y de la Organización de Naciones
Unidas (ONU), que permitía la salida de los granos almacenados desde puertos de
Ucrania, tenía vigencia a noviembre.
Comenzó así la enésima escalada de esta guerra ruso-ucrania
que, en cualquier momento, puede salirse de control y desatar un conflicto
mayor de consecuencias impredecibles, toda vez que el Ministerio de Defensa de
Rusia acusó a Gran Bretaña de ayudar a Ucrania en la coordinación del “ataque
con drones”, así como de ser responsable del reciente sabotaje a los gasoductos
en el mar Báltico.
Los militares rusos aseguran, en un comunicado, que “en la
preparación del ataque participaron expertos británicos desde la ciudad de
Ochakov, en la región ucrania de Mykolaiv”, los mismos que –según esa
dependencia castrense– “intervinieron en el sabotaje a los gasoductos Nord
Stream 1 y 2”.
Londres se deslinda de hostilidad
Londres no tardó en rechazar la acusación: “Para distraer la
atención de sus propios fracasos durante la ilegal invasión de Ucrania, el
Ministerio de Defensa ruso recurre a difundir una mentira de magnitud épica.
Esta historia inventada sólo revela las discusiones al interior del gobierno
ruso”, respondió la dependencia militar británica.
Poco después, Maria Zajarova, portavoz de la cancillería
local, confirmó que Rusia se retira “de modo indefinido” del pacto, pues “no
puede garantizar la seguridad de los cargueros, por lo cual ya se han dado las
instrucciones pertinentes a nuestros representantes en el Centro de
Coordinación Conjunto en Estambul, que controla el transporte de los alimentos
ucranios”.
La ONU abogó de inmediato por preservar el acuerdo: “Es
vital que todas las partes se abstengan de cualquier acción que pueda poner en
peligro este esfuerzo humanitario que claramente está teniendo un impacto
positivo en el acceso a la comida de millones de personas en el mundo”, declaró
desde Nueva York Stéphane Dujarric, vocero del secretario general de Naciones
Unidas, António Guterres.
El canciller ucranio, Dmytro Kuleba, exhortó a la comunidad
internacional a exigir que Rusia “ponga fin a sus juegos del hambre”.
Kuleba escribió en Twitter: “Con anticipación advertimos que
Rusia quería romper el acuerdo, la iniciativa de cereales del mar Negro. Moscú
bajo un falso pretexto bloquea el ‘corredor de granos’, que aseguraba la
seguridad alimentaria de millones de personas. Exhorto a todos los países del
mundo a exigir que Rusia ponga fin a sus juegos del hambre y cumpla los
compromisos asumidos”.
Por la noche, en declaraciones al canal de televisión
Rossiya-24, el ministro de Agricultura ruso, Dimitri Patruschev, afirmó que
“Estamos dispuestos a suministrar de forma gratuita, en los próximos cuatro
meses, hasta medio millón de toneladas de cereales a los países más pobres. Lo
haremos con la participación de Turquía, nuestro socio fiable”.
Ucrania ni confirma ni desmiente tener algo que ver con lo
ocurrido en Sebastopol. Anton Geraschenko, asesor del ministro del Interior
ucranio, considera que “un manejo negligente de explosivos afectó a cuatro
buques de guerra, entre ellos la fragata Almirante Makarov, desde la cual se
lanzaron en julio misiles de crucero contra la ciudad de Vynitsia, causando
decenas de civiles muertos y heridos”.
La vocera del mando Sur del ejército ucranio, Nataliya
Humenyuk, dio a entender que la causa pudo haber sido una falla de los sistemas
antiaéreos rusos: “Cuando se tiene miedo a insectos de combate (en alusión a
que Rusia declaró en el Consejo de Seguridad de la ONU que Estados Unidos
patentó un dron que disemina insectos infectados con diferentes virus) y se
emplea contra ellos sistemas antiaéreos agresivos, como el SS-300, el efecto
puede ser absolutamente contrario”, comentó a la televisión ucrania.
La primera explosión, de acuerdo con un despacho de la
agencia TASS, se escuchó a las 4:20 de esta mañana (hora local) y, según
declaró el gobernador de Sebastopol (el puerto, sede de la Flota del mar Negro,
tiene estatus de entidad de la Federación Rusa), Mijail Razbozhayev, dio inicio
“a la mayor ofensiva que hemos sufrido desde el 24 de febrero (día que comenzó
la invasión de Ucrania) con nueve drones y siete aparatos acuáticos no
tripulados”.
El Kremlin afirma que sus sistemas de defensa antiaérea
“pudieron derribar la mayoría de los drones”, pero reconocen que “sufrió daños
menores el dragaminas Iván Golubets y resultó afectada una red de protección en
la bahía Yúshnaya”.
Las autoridades de Sebastopol trataron de calmar a los
habitantes del puerto al informar que “no hay motivos para preocuparse, las
columnas de humo que se observan en la bahía Kazachiya son resultado de maniobras
planeadas en un polígono”.
Más allá de las pérdidas materiales, relativamente menores,
causadas por el presunto ataque con drones, lo que resulta inadmisible, desde
la perspectiva del Kremlin, es que Ucrania pueda atacar abiertamente –así lo
asegura– un territorio que Moscú considera suyo desde su anexión en 2014 y que
es algo que no está dispuesto a tolerar.
En este sentido, Turquía y la ONU tienen mucho trabajo que
hacer para que Rusia reconsidere su decisión de suspender el “pacto de los
cereales”, a la vez que no le será fácil convencer a Ucrania, de algún modo
eufórica por sus avances en Jersón y otros sitios del frente, aunque esta vez
haya atacado o no Crimea, que debe comprometerse a no traspasar los límites que
pueden desatar una respuesta rusa que a nadie conviene.
El gobierno de Vladimir Putin atribuye a un ataque en su
contra el motivo para cortar las exportaciones de cereales de Ucrania, un golpe
sensible para Kiev, sobre todo a la luz de su oferta de regalar hasta medio
millón de toneladas de granos a los países más pobres, pero la próxima vez
podría recurrir a su arsenal nuclear táctico, que es lo que viene exigiendo a
gritos el sector más belicista de la élite rusa, que considera que sus
generales “no están a la altura y su ineptitud deriva en derrotas
imperdonables”.
Lo sostiene con esas palabras Ramzan Kadyrov, gobernante de
Chechenia, quien exige “cambios en la dirección del ejército”, apoyado por
Yevgueni Prigozhin, otro cercano al presidente Vladimir Putin. Ambos aportan
miles de combatientes a esta guerra, el primero con parte significativa de su
Guardia Nacional (una especie de ejército checheno) y el segundo con los mercenarios
que financia del llamado Grupo Wagner (conocido así por el alias de su
comandante).
Aunque todavía no se ha hecho oficial, trascendió que este
sábado Putin destituyó al coronel-general Aleksandr Lapin, que estaba al frente
del Grupo Centro de tropas rusas en Ucrania. Tres medios de comunicación
locales citan fuentes anónimas distintas que apuntan que la notcia es cierta.
Por otro lado, Rusia y Ucrania confirmaron este sábado un
nuevo intercambio de prisioneros de guerra, quedando en libertad 52 militares
por cada bando.
En cuanto a la posibilidad de que se reviertan las
cancelaciones de las órdenes de aprehensión, el pasado 24 de octubre, al salir
de una reunión con el Presidente, el abogado del colectivo de familiares,
Vidulfo Rosales, informó a La Jornada que, ante los señalamientos de los padres
y las madres, se acordó que si hay elementos se buscará reactivar los 21
mandatos de arresto.
Entre los “actos apresurados” de los que habla el GIEI se
encuentra la forma en que se manejaron las peticiones de detención por parte de
la FGR, que las trasladó a un Ministerio Público no familiarizado con el caso y
concedidas por un juez que tampoco conocía los expedientes. En consecuencia, ni
83 arrestos ni 21, entre estos 16 militares. Sólo han sido detenidos cuatro.
Lo que está en juego es, entre otras cosas, la posibilidad
de someter a un juicio justo y fundamentado al ex procurador Murillo Karam,
quien durante cuatro años operó para ocultar la verdad y proteger a
responsables de las 43 desapariciones y tres asesinatos de normalistas (Julio
César Nava, Daniel Solís y Julio César Mondragón).
El 26 de septiembre, octavo aniversario de los hechos de
Iguala, ocurrió lo que se quería evitar. Fue una jornada de ira. En algunas
concentraciones el coraje se desbordó, como frente a la embajada de Israel,
donde protestaron por la negativa de ese gobierno de entregar al encubridor
Tomás Zerón, quien huyó a ese país, donde México no tiene tratado de
extradición. Y el vandalismo que se desencadenó, como nunca, frente al Campo
Militar.esonaron las palabras de un padre de un normalista que, frente a
Palacio Nacional, dijo con gran pesar: “Había un pequeño avance con este
gobierno, pero cuando se llegó al punto de tocar al Ejército, ahí todo se vino
abajo”.