El Colima de la Revolución
Domingo 13 de Noviembre de 2022 8:31 am
+ -
UNA entidad federativa pequeña y casi aislada como la nuestra, a principios del siglo pasado contaba apenas con poco más de 60 mil habitantes distribuidos entre dos ciudades, Colima y Manzanillo; una villa, Villa de Álvarez, y cuatro pueblos a la vez que cabeceras municipales: Comala, Coquimatlán, Ixtlahuacán y Tecomán. En la ciudad capital se concentraba el 30 por ciento de la población urbana, dedicada, directa o indirectamente, a los servicios de gobierno, mientras que el resto vivía disperso en zonas rurales de producción agrícola, ganadera y de servicios, mientras que la oligarquía, conformada por unas familias criollas y de extranjeros avecindados, emparentadas entre sí, hacían los negocios ocupando todos los espacios del poder.
En febrero de 1872, de incognito, luego de haber proclamado el Plan de la Noria contra Juárez, Díaz, huyendo, estuvo en Colima, lo protegió Julio García, quien lo ocultó en Villa de Álvarez y lo sacó por el Mamey (Minatitlán) rumbo a Manzanillo. En 1876, Díaz aprovechó la división de liberales para promover una rebelión y tomar el poder. Su primer objetivo fue pacificar el país. Como la Constitución de 1857 impedía la reelección, en 1881 apoyó a su compadre Manuel González, quien la reformó para posibilitar que Porfirio retomara la presidencia en 1884.
Logró la anhelada estabilidad social sometiendo desde militares, caciques y campesinos, hasta los alzados o invasores de grupos originarios reclamantes de tierras, bandoleros y bandidos. Supo conciliar intereses de los grupos opuestos. Fue tolerante y hasta sumiso con la Iglesia católica. La calma, la mejoría de la economía y el reconocimiento internacional le ayudaron a consolidar su gobierno.
Algo similar pasaba en Colima con el gobernador Francisco Santa Cruz, oriundo de Guaymas, Sonora; radicado en Colima desde mediados del siglo XIX, quien gracias a Díaz gobernó aquí por varios períodos: 1869-1873, 1879-1883, y 1891-1902, muriendo en ejercicio luego de gobernar Colima en tres épocas (alternando a Jalisco) por 18 años sumados. Primero en sociedad y después como dueño único, fue propietario de grandes extensiones, como lo que hoy es Quesería, antes Albarrada y de la Albarradita (al sur de la ciudad capital), la Magdalena (Ejido y población de Pueblo Juárez) en Coquimatlán; y de la hacienda Cuyutlán hasta Colomos, con laguna y parte cerril.
Otros poderosos fueron Ángel Martínez y Enrique O. de la Madrid, este último, sustituto de Santacruz, como gobernador de Colima de 1902 al 18 de mayo de 1911, cuando pidió licencia. De la Madrid, durante su gestión de 8 años, se hizo dueño de la hacienda de Cuastecomatán, Pastores y el Rosario o Madrid, Tapeixtles, Peñas Blancas, el Banco y Llano Grande. La Revolución maderista en Colima, salvo el asesinato de los hermanos Suárez Orozco de Tepames, Bartolo y Marciano, en 1909, hecho conocido como “El crimen de los Tepames” y la fugaz visita de Madero el 27 de diciembre de 1909, no tuvo más repercusión en Colima, estado que conservó su “paz” hasta mayo de 1911.
En noviembre de 1910 y después del llamado maderista, la XVIII legislatura local decretó otorgar “su voto de confianza y adhesión al general Porfirio Díaz y a su gabinete”. Meses después, en la ciudad de Colima, la noche del 18 de mayo de 1911 se sublevaba Eugenio Aviña a favor de la revolución, siendo jefe de la policía, para tomar la plaza sin disparar, sin desorden, sin saqueos; a otro día, el gobernador, “por motivos de salud”, presentaba licencia al cargo, misma que le aceptó el primero de los dos legislativos que cubrieron de 1909 a 1912.
El reparto agrario inició en 1916, por ese motivo muchas personas migraron a Colima entre 1910 y 1921, quedándose a radicar sobre todo en la costa y, con ello, el proceso demográfico alteró el territorio y la composición social del estado. No obstante, el efecto económico de esa guerra fue negativo, la agricultura y ganadería sufrieron pérdidas, se cayeron las inversiones, la industria textil desapareció junto con las artesanías, varios oficios y la producción local de zapatos, cigarros y cerillos, cerrando los molinos de arroz y las fábricas de almidón y aceite de coco, limón, entre otros.