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Colimenses por el mundo: Aquí siempre habrá un lugar



Domingo 18 de Diciembre de 2022 8:33 am

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EN cada una de las colaboraciones que he publicado, escribo mi correo electrónico para que quienes estén interesados en compartir su historia a través de este espacio puedan contactarme, por lo que a mi buzón llega correspondencia de personas que me piden contar las vicisitudes que tuvieron que pasar al irse a vivir al extranjero. 
Hoy les comparto una que me tocó de manera muy especial. La persona que me escribió me permitió compartir parte de su vida a cambio de no revelar su identidad, por lo que lo llamaré Pablo, que desde luego no es su nombre real. Pablo nació en Colima, nuestra ciudad capital, y realizó sus estudios desde preescolar hasta la preparatoria en escuelas públicas. 
Convertirse algún día en doctor siempre fue su sueño, sin embargo, nunca lo logró, pues la situación económica que tenían en su casa lo obligó a tomar una decisión que literalmente cambiaría su vida. Nunca quiso dejar Colima, pero en ese momento no tenía opción. Siendo el hermano mayor debía emigrar a Estados Unidos para trabajar y poder enviar dinero a su familia compuesta por su papá, su mamá y sus tres hermanos menores. Después de lágrimas y abrazos interminables, especialmente el que le dio a sus padres, Pablo, con 18 años, dejó su casa, sin saber que ese abrazo sería el último que daría a su padre. 
Salió pues con la mira puesta en los Estados Unidos, específicamente en la ciudad de Los Ángeles, California, en donde sus primos lo esperaban. 
El primer obstáculo fue cruzar la frontera, después de más de una semana viviendo en un hotel en Tijuana, y de una buena cantidad que tuvo que darle a los “coyotes”, estas personas que se dedican a cruzar a los migrantes de manera irregular a cambio de dinero, finalmente había alcanzado su objetivo de llegar al país vecino. 
En un principio, Pablo pensó que su estancia sería quizá de 1 a 3 años, o tal vez 5, llegó a pensar incluso que podría regresar a Colima a iniciar sus estudios en medicina, así que se mentalizó en que sólo sería un periodo de tiempo corto en el que supuso que enviaría dinero a sus padres para ayudarlos a sacar adelante la educación de sus tres hermanos.
Los primeros meses Pablo estaba feliz, le emocionaba saber que su sacrificio de posponer sus estudios no sería en vano, pues la ayuda económica que mandaba a su familia valía eso y más. Trabajó en restaurantes, hoteles, tiendas de conveniencia, hizo de todo; limpió pisos, lavó platos, baños, pintó casas, cortó pasto, trabajó, trabajó y siguió trabajando, cuando menos pensó, ya habían transcurrido 9 años, ahora su situación era otra, no se dio cuenta en qué momento la vida se le fue de la manos.
En ese inter se enamoró e inició una relación con Elena, con quien hoy tiene tres hijos, nacidos todos en Estados Unidos. Ya con familia y con un tema de migración pendiente, salir del país no es opción para él, pues no quiere ponerse en riesgo al venir a México y no poder regresar con su esposa e hijos. La muerte de su padre fue un duro golpe del que, dice, no ha podido reponerse. El no haber estado en ese momento es algo que lamenta muchísimo y que no ha podido perdonarse y que, además, lo obligó a cuestionarse si realmente valía la pena su estancia en un lugar alejado de los suyos. 
En nuestra plática le pregunté qué pasaría si de pronto su situación migratoria se arreglara y tuviera la oportunidad de regresar a Colima, no pude siquiera terminar la pregunta: “abrazar a mi madre, eso es lo que más deseo”, respondió. Después de un silencio pudimos continuar con nuestra plática, y fue entonces que empecé a pensar en los miles de paisanos que están en esa situación, lejos de casa, a miles de kilómetros, sin el calor de la familia o el consuelo de los amigos, que su vida es trabajo, trabajo y más trabajo, y en su cabeza habita una única ilusión: regresar a casa. 
Por eso esta colaboración está dedicada a todos ellos, la dedico con mucho cariño y valorando el esfuerzo y sacrificio que realizan quienes alguna vez salieron de su tierra y por alguna u otra razón, no han podido regresar; a quienes la distancia les arrebató el poder despedir a su madre, a su padre o a cualquier otro familiar; a quienes recuerdan la calles que caminaron, los lugares en los que vivieron su infancia, su juventud, los amigos que dejaron, los sabores que ya no prueban. A quienes anhelan volver a cruzar la puerta de la casa materna y poder abrazar a sus padres, sus hermanos, y que desafortunadamente, por mucho que lo deseen, no podrán hacerlo, no por ahora, pero seguramente llegará el día en el que lo hagan.
A todos ellos les digo que aunque físicamente no estén, siguen aquí con su familia, son recordados, y que en ese hogar que dejaron siempre habrá un lugar en la mesa y unos brazos extendidos, esperando su regreso. Nosotros también los extrañamos, valoramos su sacrificio y esperamos verlos pronto. Feliz Navidad para todos ustedes y para todos los lectores de Colimenses por el Mundo.
Si naciste en Colima, vives en el extranjero o conoces a alguien que desee contar su historia, escríbeme, me encantará compartirla. 
nana_cortes@hotmail.com

Adriana Cortés Álvarez



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