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Franceses colimotes



Domingo 25 de Diciembre de 2022 9:20 am

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NO nos debe sorprender cuando por su apariencia física, diferente a la generalidad de los locales, nos encontremos con gente, si se les observa bien, de aspecto afrancesado, es decir, blancos, altos, con ojos claros, oriunda de lugares vecinos como Las Tunas y Estapilla, del municipio de Colima; como de Sahuayo y San José de Gracia en Jalisco; o de Coalcomán, Villa Victoria y Tepalcatepec, en Michoacán. La respuesta es sencilla, lo probable es que por sus venas corra sangre gala, después de la segunda invasión francesa, hace siglo y medio (1861-1867) de sus soldados, primero como alistados y luego como desertores en esta región.
Aquí, algunos datos de aquellos francos por acá. Al iniciar la guerra, el 1 de diciembre de 1861, el Congreso de Colima autorizó al gobernador Urbano Gómez organizar la Guardia Nacional, poniendo en alta a tres batallones de Infantería, un Cuerpo de Caballería de dos escuadrones y una batería de artillería a disposición del gobierno central, así como mil hombres como contingente. Otro decreto del 28 siguiente dispuso abrir una oficina de reclutamiento y recepción de donativos, debiendo alistarse hombres de 16 a 50 años. 
En dicho periodo el país fue dividido en departamentos en sustitución de los estados, siendo uno de ellos el de Colima, cuyos límites abarcaban las jurisdicciones de Sayula, San Gabriel, Ciudad Guzmán (Jalisco) y puntos intermedios, demarcación que ese año se mantuvo en relativa paz; en octubre se publicó en Colima que el presidente Benito Juárez había abandonado el territorio nacional y, como consecuencia, entraba la ley del 3 de octubre, condenatoria de los republicanos, instalándose Corte Marcial. 
El general Julio García, que desde su rendición con la toma de Colima el 5 de noviembre 1864 por el general Charles Douay se había mantenido en el sur de Jalisco, fue aprehendido y enviado a Guadalajara, aunque por un error resultó absuelto. No obstante, a principios de diciembre García llegó por sorpresa a Manzanillo, de donde obtuvo recursos y evacuó la plaza yendo a unirse con Rojas y Herrera, allá por Autlán, donde firmó el pacto Zacate-Grullo para avanzar sobre Guzmán, Sayula y Colima, donde fueron derrotados el 29 de diciembre. 
En Guzmán se disgustaron Rojas y García. El primero fue muerto después en Paso Potrerillos (cerca de Las Tunas, río de por medio); y García, unido a Echegaray, logró recuperar Guzmán, para ser derrotados hasta deponer las armas en febrero de 1865 ante el general Oronoz, quedando solo Merino y otros jefes de la resistencia republicana. Mientras tanto, en San Gerónimo, Colima (Cuauhtémoc), Oronoz había derrotado a Simón Gutiérrez el 2, como también el 5 lo hizo el francés Pyot en Tapalpa. 
Mientras el prefecto Imperial de Colima ordenaba que se aplicara la ley del 3 de octubre de 1865, Berthelin imponía multas y exacciones a los pueblos y ofrecía un peso por denunciar “republicanos”. En marzo de 1866, Zepeda regresó por Pihuamo y Coalcomán, siendo obligado a retirarse, y en julio, la guerrilla de Segura fue derrotada en Trojes, Michoacán, lugar cercano al sitio de El guayabo, donde Alfred Berthelin fue derrotado y decapitado por Julio García el 10 de noviembre de ese año, con lo que los sobrevivientes huyeron a donde pudieron y se escondieron donde encontraron lugar.
Con todo ese tiempo de andanzas de los galos por estas tierras, poco más de 5 años, aunado a la aspiración de algunos lugareños anhelantes de apellidos, sangre y blasones extranjeros, se puede colegir que, efectivamente, estos güeros trigueños de pelo castaño, ojos azules, verdes o zarcos, mayor estatura y diferente complexión que el promedio, sí les corre lo francés por las venas, aunque después de 150 años son tan colimenses como el que más. 

NOÉ GUERRA PIMENTEL



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