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Observar, compartir y mejorar



Domingo 23 de Abril de 2023 8:44 am

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ROSALBA Thomas siempre sintió muchísima responsabilidad por el cuidado de nuestro medio ambiente; de niña, cuando veía que alguien tiraba basura, corría a decirle que se le había caído algo al suelo y la volvía a poner en sus manos. 
En la preparatoria creó junto con algunas compañeras y compañeros un club de ecología, en el cual se podía reportar a quienes tiraban basura, con no siempre buenos resultados, recuerda. 
Años más tarde, al estudiar la licenciatura en Ciencias Políticas, concluyó que tanto las leyes como la política podrían ser de gran ayuda para cuidar nuestro entorno, por lo que se interesó cada vez más en el tema hasta el punto de hacer de esa inquietud una forma de vida; hoy Rosalba es profesora de la Universidad de Colima y Coordinadora del área de docencia e investigación del Centro de Gestión Ambiental. 
En su opinión, algunos daños al medio ambiente son ya irreversibles, como muestra, las muchísimas especies que se han extinguido porque las condiciones de sus hábitats simplemente han cambiado y no pudieron adaptarse. Señala que de hecho algunos especialistas aseguran que hoy estamos viviendo otra de las grandes extinciones, así como la que terminó con los dinosaurios. Pese a esto, Rosalba considera que existen algunos daños que sí podemos revertir y son los que tienen que ver con las comodidades de nuestras vidas, aquellas que nos dan confort y por consiguiente nos cuesta tanto dejar.
El tener agua limpia y suficiente todo el tiempo, el contar con energía a todas horas y en todo lugar, el ingerir comida en exceso y de todo tipo, el tener transporte cómodo, todo tiene sus consecuencias y su precio, y este puede ser muy alto, de ahí la necesidad de hacer modificaciones en nuestra cotidianidad para encontrar un equilibrio entre la verdadera necesidad de vida y el exceso. 
Aún con este panorama, que pudiera ser gris, es optimista y asegura que podremos lograrlo siempre y cuando estemos dispuestos a limitar algunas comodidades por nuestro propio bienestar y el de las generaciones futuras. En ese sentido explica que los buenos deseos para mejorar nuestro entorno no sirven sin una verdadera contextualización, y como ejemplo señala que hemos tenido políticas públicas adaptadas de programas internacionales que fueron creadas pensando en condiciones que no se comparten en todos los lugares, y sin embargo organismos internacionales los imponen al resto del mundo y entonces terminamos repitiendo discursos y replicando políticas y propuestas que simplemente, por las características propias de cada lugar, no son viables.
Fue a principios de año cuando recibió una invitación para compartir con profesores y estudiantes de la Universidad Técnica del Norte de Ecuador la conferencia titulada La pertinencia de una educación para la vida, donde comentó el modelo de educación ambiental que ha venido desarrollando como parte de su trabajo como investigadora del Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt, por lo que armó una propuesta para ir a explorar la cultura y el lugar, fortaleciendo el proyecto Culturaleza impulsado desde la UdeC para profundizar en la relación de las personas con su entorno.
Así fue como llegó a Las Islas Galápagos, un archipiélago volcánico del océano Pacífico que según los expertos es uno de los destinos más importantes del mundo para la observación de fauna. Es una provincia de Ecuador y se encuentra a unos mil kilómetros desde sus costas. Su terreno aislado alberga una diversidad de especies animales y vegetales, muchas de ellas exclusivas. Charles Darwin lo visitó en 1835 y su observación de las especies de Galápagos inspiró posteriormente nada más y nada menos que su teoría de la evolución.
Además de lo extraordinario del lugar, Rosalba quedó impresionada de la relación entre las personas y los animales; el descubrir que en este lugar los animales no tienen miedo al humano ya que se acercan sin ningún temor a ser lastimados y en total reciprocidad, observar la admiración de las personas por ellos sin intención de dañarlos fue para Rosalba todo un hallazgo, pues las personas realmente demuestran respeto por el entorno en el que viven. No hay necesidad de decirle a nadie que cuide o que respete, porque los lugareños enseñan a los más pequeños a disfrutar del entorno y a procurar un convivencia sana y respetuosa entre la especies, que es algo que no se ve en todos lados y que seguramente es la razón por la que cada vez llegan más turistas a la isla, lo que empieza a ocasionar algunos problemas.
El principal interés de Rosalba al visitar Galápagos fue el poder compartir y que las personas pudieran ver, con escenas cotidianas, cómo es la magia de un lugar así. Recordó entonces su visita a la India y como su experiencia fue totalmente contraria, porque dice, fue como viajar al futuro, pero del modo menos deseable, para ella fue muy triste observar este lugar sucio, explotado y con exceso de contaminación visual, auditiva y atmosférica, está segura de que si hubiera compartido ese viaje, habríamos observado en lo que nos podríamos convertir en un futuro si no hacemos nada por cambiar.
Caso contrario a Galápagos, en donde experimentar en carne propia como con voluntad y políticas públicas eficientes podríamos alcanzar un equilibrio que nos permita tener una vida respetuosa con las demás especies y por ende un planeta más sano, lo que se traduciría en un mejor lugar para vivir. 
Gracias Rosalba por tu tiempo, por compartir tu experiencia pero sobre todo, por tu interés en encontrar las maneras de mejorar nuestro mundo.

Adriana CORTÉS ÁLVAREZ



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