Palabras que discriminan
Solitarias palabras en el bolsillo/ Ramón Moreno Rodríguez
Viernes 04 de Agosto de 2023 8:07 pm
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No
hace mucho tiempo que en nuestro país se habla de que los mexicanos tendemos a
ser racistas en contra de los indios y clasistas en contra de los pobres. Hasta
antes de los años ochenta del pasado siglo, reconocer este terrible prejuicio,
era imposible. La moral pública heredada de los regímenes políticos surgidos de
la Revolución Mexicana, habían ocultado muy bien este terrible defecto.
Recuerdo que una vez, allá por 1984, unos amigos griegos que viajaban por
México le dijeron a un hermano mío que les parecía que los mexicanos éramos
racistas. Mi hermano se indignó por esa afirmación; alegó en nuestra defensa
que racistas los argentinos, los peruanos, los guatemaltecos, los chilenos,
pero los mexicanos no. Escuché el debate y guardé silencio porque si bien, era
consciente de que ese defecto se negaba en nuestro país, hacía tiempo que yo
opinaba como esa pareja de helenos que pusieron el dedo en la llaga. Por
ejemplo, me parecía, y me sigue pareciendo, que no era casualidad que las
personas que lavan autos en la Ciudad de México siempre son indígenas. Yo me
preguntaba: ¿por qué los morenazos mestizos o los mestizos rubios nunca lavan
los autos? La respuesta es clara: porque es un oficio para los más oprimidos de
los oprimidos, y los indios (muchos hablan con dificultad el español) siguen
ocupando el último escalón de una sociedad de castas que los españoles
impusieron a partir del siglo XVII en nuestro país y que el régimen
posrevolucionario quiso abolir en el papel, en el discurso de la plaza pública,
pero no en la realidad.
En
fin, lo que quiero decir es que la discriminación social o racial, o ambas, me
parece, son de rango universal y quizá en todas las culturas existe este
desprecio (quizá velado temor) del otro, ya sea por fuereño ya por desposeído.
Es como decirle: “no eres como yo y eso es malo para ti; deseable sería que te
mimetizaras a mi grupo, pero como eso no es posible ni lo deseo, me gustaría
que desaparecieras o mejor aún, yo mismo te fulminara”.
Esta
condición subyace en las culturas, y las respectivas lenguas reflejan y
reproducen esa discriminación. No es que el habla por sí misma sea racista o
sexista o machista o misógina; es la sociedad en cuestión la que utiliza tal o
cual lengua la que lo es. Las lenguas muestran lo que las sociedades son. Por
ello es que hay expresiones en el español (y también en el inglés o en el
náhuatl) que son racistas o sexistas, pero no al revés. El español per se
(y lo mismo el náhuatl o el inglés) no es racista o machista, aunque haya
sociólogos de pacotilla que lo afirmen; no saben de lo que hablan. Por ello es
risible que un partido político español dejó de llamarse Unidos Podemos y ahora
se llama Unidas Podemos. ¡Hay cada locura en el mundo! Por supuesto que eso no
les quitó lo machistas (si es que lo son, que de eso no opino porque lo
ignoro), porque desde su fundación su líder es un hombre y difícilmente dejará,
mientras tenga vida, el cargo a una mujer. Por supuesto que es lógico que la
gente se pitorree de este líder cuando dice ahora (antes no) que ellas en
Unidas Podemos opinan esto y esto otro.
Con
las cuestiones del racismo y la discriminación social a los pobres pasa algo
similar a lo que venimos explicando. Como nuestro país es racista con los
indios y discriminador con los pobres, el español que hablamos en México está
plagado de expresiones que muestran a las claras tal enfermedad social. Por
ello nada extraño es que alguien le grite con sorna o soto voce, porque algo teme, el muy
despectivo “cuico de mierda, no sabes con quién te metes”, a un policía que
intenta infraccionarlo por tal o cual culpa cívica, y al mismo tiempo que le
insulta ferozmente con estas palabras, le esgrime en los hocicos su teléfono
celular para filmarlo, aunque no traiga pila, para dejarle patente quién es en
ese sainete el que más poder tiene. Y es que cuico significa, entre
otras cosas, pobre. Y sí, por desgracia, el oficio de policía en nuestro
país está lastrado por muchos males, y uno de ellos es que esa especie de tablita
de salvación (es una metáfora piadosa) para la miseria y la indigencia es
usada por hombres y mujeres muy humildes, por los llamados pobres de
solemnidad, que aceptan desempeñarlo. Y sí, la palabra cuico es de
una violencia y una majadería sin cuento. ¿Dónde está el tan terrible insulto?
¿En la palabra misma o en la persona que la utiliza como látigo? Sin duda no en
los sonidos, sino en los sentimientos, en las mentes. La palabra por sí misma
es inocua, tan lo es, que en ciertos lugares de Sudamérica ha dejado ese
sentido (que lo tenía) y se ha trasladado al campo semántico contrario; en
ciertas regiones de Bolivia también significa rico, adinerado, ser platón.
Sin
duda el mal se llama “clasismo” y no “lengua clasista”. Hay millones de
mexicanos que por pertenecer a cierta clase media, media alta o alta, se
sienten superiores a la inmensa mayoría de nacos que pululan en nuestro
país, que forman las clases bajas y que son la inmensa mayoría de la población.
Y
aquí tenemos otra palabra que nos da pie para mencionar el otro tema del que
queremos hablar hoy: el racismo contra los indios, más feroz y más oculto y más
fuertemente enraizado en nuestro ser. ¿Ha observado el amable lector que cuando
un niño nos incomoda o nos da la lata le podemos gritar impotentes: ¡Escuincle
latoso, lárgate de aquí! Por el contrario, cuando queremos elogiarlo le decimos
¡Pero qué niño tan inteligente! Así es, una palabra del náhuatl para insultar y
una palabra castiza del español para elogiar. Ni qué decir del afamado insulto
que una señora gritó frente a las cámaras de televisión en contra del Presidente
de la República: “¡AMLO, eres un indio pata rajada!”. El escenario lo tenemos
muy claro en nuestras mentes: si una persona no obedece lo que le ordenamos o
se aferra en su opinión y no lo podemos persuadir, decimos entre indignados e
insultantes: ¡Pero si eres un indio pata rajada! Pues sí, por siglos los
indígenas han tenido que caminar descalzos y eso les acarrea sabañones en los
dedos y cortaduras en los talones. Y esta marginación no ha sido sino motivo de
burla, exclusión e insulto.
Pensemos
en la palabra naco, esta es sinónimo de indio salvaje del norte, porque
dicho vocablo se utilizaba para identificar una etnia sonorense asociada a los
ópatas. No hay vocablo más feroz e insultante que aluda a la condición india
que éste, y de tal manera lo es y está tan universalizado, que se le lanza a
quien sea, aunque el aludido sea un mestizo medio empanizado de ojos claros;
eso no importa, la raza es lo de menos, igualar a la persona con indio salvaje
es lo importante, aunque el insultado sea un criollo de ojos verdes. Y no es la
única palabra con este sentido, el nombre de la etnia veracruzana mayoritaria (totonaca), se usa con la misma
intención, aunque no es tan sonoro el insulto. Y en general, con simplemente
decirle a alguien: ¡Eres un indio!, ya se lo está rebajando, cosificándolo,
embruteciéndolo, animalizándolo.
Esta
palabra es de tan poderosa fuerza que es un verdadero bumerang, que va y
regresa impactando al que lo dice, porque nuestro país está poblado en su
inmensa mayoría por mestizos y hay en nuestra sangre algo así como el 95 por
ciento de sangre india. Tan indio es al que se le endilga como el que lo
pronuncia.
¿Qué
hacer? No lo sé. Soy pesimista al respecto. Tengo para mí que en lo social no
tenemos remedio. Pero en cuestiones de la lengua podemos opinar que la
observación de nuestra forma de hablar es la clave de todo. Invito al amable
lector que se fije más en las palabras que usa, con seguridad descubrirá la
gran cantidad de vocablos insultantes que utiliza para descalificar o denigrar
con el que habla y no pocos, de seguro la mayoría alude a la condición india o
a la pobreza. Está bien si de insultar se trata, pero no olvidemos que no es
necesario ser racista ni clasista para hacerlo. Un sonoro y bien dicho tasajo
verbal funciona muy bien cuando se dispara en defensa propia; no son
necesarias las comparaciones raciales o sociales para ser más efectivos cuando
deseamos insulta a alguien.