Amalia Gaytán viuda de Aguilar abrió camino a las mujeres empresarias
Domingo 19 de Noviembre de 2023 7:50 am
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Luego de que
fue presentada la propuesta para que el jardín principal del reconocido barrio
de Guadalajarita lleve el nombre de Amalia Gaytán viuda de Aguilar, se han
compartido pasajes de una de las mujeres que más se recuerda por su desempeño
como empresaria cuando aún era una labor que se creía solo para los varones, y
además por su filantropía, al apoyar de forma desinteresada y permanente a los
más desamparados.
Amalia
Gaytán viuda de Aguilar (Doña Amalia) nació el 20 mayo de 1888 y falleció el 16
mayo 1964.
De acuerdo
con la biografía que elaboró el historiador José Óscar Guedea Castañeda y que
se publicó en Las Mujeres de Colima (2005), la vida de doña Amalia está ligada
a dos personajes visionarios e innovadores: don Tomás Aguilar Gudiño, su
suegro, y don Fidel Aguilar Rodríguez, su esposo.
Por su
espíritu innovador y de alquimista, don Tomás Aguilar fue el iniciador de la
fábrica de jabón y velas de sebo que provenían de procesar las grasas animales.
A su muerte, en 1917, su hijo Fidel Aguilar Rodríguez tomó las riendas de ese
negocio, abriendo adicionalmente un horno para hacer pan y una tienda de
artículos para el campo por la avenida Madero.
Lamentablemente,
siendo muy joven, don Fidel falleció dejando viuda a doña Amalia. A partir de
ese momento doña Amalia, la de Villa de Álvarez, con cuatro hijos pequeños,
Jorge recién nacido, se tiene que enfrentar sola a esta terrible situación; así
lo relata en su semblanza, Guedea Castañeda.
Doña Amalia
decide hacer frente a su nueva condición de viuda, en una época en donde el
papel de la mujer estaba relegado sólo a cuidar a sus numerosos hijos y las
labores de su casa.
Poco a poco
fue llevando por un camino de éxito a la fábrica de jabón “La Casa Blanca”,
pues logró que se vendiera en gran parte de los estados del país.
También creó
el primer fraccionamiento en Colima denominado El Refugio, hoy Guadalajarita,
donde además donó muchos lotes con servicios a familias vulnerables. Al mismo
tiempo que impulsaba su rancho, que resultó ser el primero tecnificado, en
Tecomán, donde se cultivaba palma de coco y daba empleo a cientos de familias.
Al mismo
tiempo, a sus hijos y nietos les inculcó valores como la honestidad, el
trabajo, la lucha constante, logrando mientras vivió, hacer de ellos hombres y
mujeres de bien, de intenso trabajo, creyentes en su fe católica y comprometida
con su comunidad.
Durante
estos años de grandes retos, es fácil comprender todas las vicisitudes que Doña
Amalia como mujer tuvo que pasar, por su viudez y su prosperidad en los
negocios y que sólo a través de la oración pudo ir sorteando con gran dignidad
valentía y aplomo.