De cierta luz e iridiscencias: La pirofanía en la poética de Nahui Olin*
Foto cortesía
Ada Aurora Sánchez
Miércoles 28 de Febrero de 2024 10:18 am
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Quienes han estudiado la figura de María del Carmen Mondragón Valseca, mejor conocida como Nahui Olin, coinciden en que fue una mujer incendiaria no solo por su belleza, sino también por su inteligencia y sensibilidad. Estos atributos, doblemente luminosos en su conjunción, hicieron que Nahui pasara a la historia del arte del siglo XX rodeada de un aura de precocidad, rebeldía e incomprensión.
Bautizada por el Dr. Atl, el
famoso pintor mexicano de volcanes y paisajes, como Nahui Olin, en alusión en
lengua náhuatl al cuarto movimiento del sol, el que permite la renovación de
ciclos, la pintora y poeta se asumió a sí misma como un sol que incendia lo que
toca, que abriga, que echa a andar la fotosíntesis de las plantas y regula las
estaciones y el clima. Nahui se supo especial siempre, deslumbrante,
empoderada, para emplear un término actual, y, por ello mismo, resultó ser un
personaje incómodo en la primera mitad del siglo pasado.
Félix Alejandro Delgadillo Zepeda nos ofrece La pirofanía en la poética de Nahui Olin (Universidad de Colima, 2023) y, al hacerlo, centra su esfuerzo de crítica literaria en analizar la producción poética de Nahui, desde un concepto que él acuña, la pirofanía, para referirse a la relación de lo sagrado y lo erótico en la poesía de quien sabe convocar estos dos polos, aparentemente muy distantes.
Derivado de sus estudios de maestría, el libro de Alejandro se divide en cinco capítulos que sirven a distintos propósitos como situar el personaje de Nahui Olin en las coordenadas históricas e intelectuales de su época, repasar la tradición de la poesía mística en español y analizar, cada vez más profundo, los versos de Nahui a partir de libros como Óptica cerebral, poemas dinámicos (1922), A los diez años en mi escritorio (1924) y Energía cósmica (1937).
Elena Poniatowska, en su libro Las siete
cabritas, incluye el capítulo “Nahui Olin: la que
hizo olas” y describe así a Carmen Mondragón, ese mítico personaje, nacido
en 1893 y muerto en 1975, a quien le tocó vivir el periodo de la revolución
mexicana y la posrevolución, la que atestiguó los años de esplendor del
muralismo mexicano:
Nahui no solo era un relámpago verde sino una
mujer culta que amaba el arte, hablaba de la teoría de la relatividad, habría
discutido con Einstein de ser posible, tocaba el piano y componía, sabía juzgar
una obra de arte y creía en Dios. “Eres Dios, ámame como a Dios, ámame como
todos los dioses juntos.” (Poniatowska, 1995, p. 65).
Más famosa como pintora que,
como poeta, y más conocida por haber posado desnuda para fotógrafos reconocidos
como Edward Weston y Antonio Garduño, Nahui ha tenido que abrirse paso más
lentamente con su poesía, esperar décadas para resurgir y hacer visible que
también allí, en sus versos, hay belleza y una rara combinación de sensualidad,
lógica y misticismo.
Alejandro
Delgadillo habla de la mística del cuerpo, del deseo sagrado, del fuego cósmico
que se encarna en la poesía de esta escritora cuyo estilo pictórico han
clasificado de naif, colorido e
ingenuo, no así a su poesía, en virtud de su hondura y necesidad de internarse
en los misterios del universo y el cuerpo.
Alejandro señala que para Nahui “lo divino y lo
mundano son necesarios entre sí” (2023, p. 27) y que, en el contexto de la
escritora, es ella quien proyecta, a través del cuerpo, estos dos elementos.
Así, Nahui une elementos antitéticos y erotiza lo sagrado y sacraliza lo
corporal.
Nahui escribe:
Y mi espíritu tiene siempre loca sed—
pero loca sed
de él mismo—
de crear
poseer
(en Delgadillo, 2023, p. 32)
En Nahui “el cuerpo es el
vínculo con lo trascendente”, escribe Alejandro, para explicar que el cuerpo,
como un verso o una palabra que convoca lo divino, puede aspirar a sentir desde
la corporalidad, lo innombrable, una existencia superior.
Santa
Teresa de Ávila, con el Libro de la vida,
y san Juan de la Cruz, con El cántico
espiritual, son parte de los poetas en quien Alejandro reconoce las bases
del concepto de pirofanía, que luego emplea para nombrar y describir ese
vínculo entre lo sagrado y lo erótico en
Nahui, una conjunción que nos remite a la manera en que el fuego como imagen,
metáfora y símbolo está presente en los versos de Carmen Mondragón para
ilustrar una visión del mundo en que cuerpo y universo se expanden como la vida
misma.
En
palabras de Alejandro, estudia la unión ambivalente de lo erótico y lo sagrado,
“la música callada de ese encuentro inefable” (2023, p. 9).
Basado
en las aportaciones de María Zambrano, Gastón Bachelard y George Bataille, el
autor estudia los versos de Nahui Olin para descubrirnos su consistencia y, al
mismo tiempo, los ecos que guardan con la tradición mística española. Dado que
Alejandro escribe poesía, comprende mejor el lenguaje de símbolos y metáforas
con que Nahui quiere comunicar y trascender la palabra.
Como
bien apunta Delgadillo Zepeda, la poética de Nahui Olin está cruzada por
preocupaciones diversas: lo femenino, lo prehispánico, la ciencia, la
astrofísica, las matemáticas, el cuerpo, la energía, la sexualidad… Habría que
agregar que la poesía de Nahui pareciera dar testimonio de la transverberación,
de ese fenómeno por el que se alcanza la unión con Dios y se siente traspasado
el corazón por un fuego cercano al éxtasis. Intensa, como la experiencia por la
que se atisba una nueva dimensión de la vida, de la comunión, Nahui apuesta
precisamente por la intensidad corporal y por ser como la energía del sol,
vivificante, radical, renovadora.
Leer La pirofanía en la poética de Nahui Olin
conlleva adentrarnos en la comprensión de versos que son, a un tiempo, simples
y complejos, que se acercan al poema en prosa, al miniensayo filosófico y, sin
embargo, no se alejan de la experiencia del cuerpo como el primer instrumento
con que conocemos el mundo: “y en mi sueño en la noche oí una voz, vi un color,
un silencio que profundizaba cosas que parecían irrealizables” (Nahui Olin, en
Delgadillo, 2003, p. 79).
Recomiendo
el libro de Alejandro Delgadillo, pues, además de ser un texto que nos lleva de
la mano al mundo lírico de Nahui, es un justo homenaje, en lenguaje y calidez,
a esa “niña de espesas trenzas rubias”, como dijera Elena Poniatowska, que
hablaba francés y, desde los diez años, supo que era, según asienta en sus
versos la propia Nahui, “una llama devorada por sí misma y que no se puede
apagar” (en Poniatowska, 2000, p. 57).
Sin duda, con libros como el de La pirofanía… Nahui puede ser leída y apreciada con mayor justicia desde
su dimensión de poeta y artista polifacética del siglo XX.
Bibliografía
Delgadillo Zepeda, F. A. (2023). La pirofanía en Nahui Olin. Universidad
de Colima. Disponible en:
http://ww.ucol.mx/publicacionesenlinea/promocion.php?docto=551
Poniatowska, E. (2000). Nahui Olin: la que hizo
olas. En Las siete cabritas (55-78).
Ediciones Era.
*Texto
leído en la presentación del libro La
pirofanía en la poética de Nahui Olin, de Félix Alejandro Delgadillo
Zepeda, el día 21 de febrero de 2024, en el Museo Universitario de Culturas
Populares “María Teresa Pomar”, dentro del marco de las actividades culturales
del 66 aniversario del Seminario de Cultura Mexicana Corresponsalía Colima.