Regionalismos colimenses. No la puedo/me sabe
Solitarias palabras en el bolsillo
Miércoles 27 de Marzo de 2024 2:53 pm
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En Minucias
del lenguaje el doctor José Moreno de Alba revisaba un caso curioso de
construcción lingüística que escuchó en Tepic. Una persona dijo “no la puedo”,
refiriéndose a un bulto pesado y que quería decir con esa expresión que no lo
podía cargar.
Le parecía al eminente gramático que la expresión era propia
de una habla regional y que no recordaba haber escuchado un uso similar en la
zona central del país (Ciudad de México). En efecto, tenía razón, la expresión
“no la puedo”, se usa también en esta zona del sur de Jalisco cuyo centro es
Ciudad Guzmán y también es posible escucharla en el estado de Colima. Por ello,
podemos atribuir esta construcción a un área más amplia que la ciudad de Tepic
y sus alrededores.
Es probable que toda esta zona occidente del país comparta
este uso y forme parte de una norma más o menos común de esta parte de nuestra
geografía. No sería extraño, pues la zona que comprende Nayarit, Sur de
Jalisco, Suroeste de Michoacán y Colima compartimos muchos fenómenos y usos
lingüísticos y culturales.
La interpretación más sencilla (y la explica el doctor
Moreno de Alba) implica decir que hubo ahí un verboide elidido y que cuando la
persona dice “no la puedo”, debemos interpretar como “no la puedo cargar”. No
obstante no le dejó satisfecho decirlo así, pues agregó: La construcción “no la
puedo” tiene, al menos, dos posibles explicaciones. Una sería la supresión, por
parte del hablante, de un infinitivo que podría ser cargar, levantar, soportar,
etc.: “esta canasta está tan pesada que no la puedo (cargar)”. El inconveniente
de este análisis, entre otros, sería el hecho de que son muchos los infinitivos
que el hablante pudiera eludir y, en tal caso su reposición, por parte del
analista, resulta necesariamente arbitraria.” Hasta aquí las palabras del
doctor Moreno de Alba.
La objeción, sin duda es poderosa y no argumentaremos en
contra de ella. Faltaba más que yo le enmendara la plana a tan eminente
filólogo. Sólo quiero utilizar estas líneas para asentar que en fecha reciente
y en la misma zona geográfica, concretamente en la ciudad de Colima escuché a
una persona usar una construcción semejante. Posiblemente ambas puedan
interpretarse de manera parecida.
Un hermano mío interrogó a su esposa que tomaba un poco de
sol en los pasados días que habían sido peculiarmente fríos. Dijo, sin agregar
más, y por ello hay que entender que utilizó el contexto situacional: ¿por
qué te quedas ahí?, ¿te sabe? Ella respondió un tanto sorprendida pero
captando plenamente el mensaje: sí, me sabe.
Ambos lo dieron por entendido, sin problema alguno de
comunicación, prueba de que es una construcción habitual, una palabra que,
sustituida por el análisis podía ser: rico, bien, sabroso, etc.
Como
en el ejemplo explicado por Moreno de Alba, las palabras que podrían suplir la
falta son varias y eso implicaría la misma arbitrariedad que ya explicó el
académico, la diferencia radicaría que en este caso ninguna de las palabras
candidatas a suplir la falta sería un verboide, como lo es en el caso inicial,
incluso, podríamos tener que ampliar todo el mensaje elidido pues implicaba:
¿Te sabe rico quedarte al sol? O la consabida respuesta: ¡me sabe rico quedarme
al sol!
Sea cual fuere la solución, me parece que ambas estructuras
(no la puedo y me sabe) me da la impresión de que unen un mismo
fenómeno muy lógico de la lengua y que se utiliza mucho y en muchas
situaciones: aprovechar el contexto para eludir ciertas partes de la
construcción lingüística, que por ser evidentes, el hablante se quiere ahorrar.
Es decir, la circunstancia es suficientemente explícita como para no necesitar
construir todo el mensaje sino sólo parte de él y el interlocutor por medio de
la inferencia y del uso repone lo faltante.
Va
pues esta posible interpretación no tanto con la intención de que el lector la
acepte como verdadera sino como ejemplo claro de cómo funcionan los mecanismos
del habla que son muy diferentes a los de la escritura. Es decir, cuando
hablamos, utilizamos el recurso del contexto y éste forma parte del mensaje.
Cuando escribimos como hablamos tenemos la tendencia a hacer lo mismo, pero lo
que es correcto en el habla es una incorrección en la escritura y quizá estos
dos ejemplos me dan la razón.
Invito
a nuestros lectores que, cuando escriban eviten este desagradable uso: redactar
como se habla, porque se corre el riesgo de que el mensaje llegue trunco al
lector, o peor aún, simplemente no se nos entienda lo que queremos decir. Queden
ambos casos como modelo de lo que sí podemos hacer cuando hablamos y qué
debemos evitar cuando escribimos.
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Doctor en literatura española. Imparte clases en la carrera
de Letras Hispánicas en la UdeG, Cusur.
ramon.moreno@cusur.udg.mx