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Literatura de la vida familiar*



Foto cortesía

Cayetano Chávez Villalvazo

Martes 07 de Mayo de 2024 1:23 pm

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Es para mí un honor estar está tarde acompañando al maestro Ramón Moreno, a Francisco Hernández López y a Martín Adalberto Sánchez, grandes amigos los tres. Agradezco a Miguel Ángel López Barajas por esta invitación y a la Biblioteca Juan José Arreola por organizar esta presentación.

El libro que presentamos hoy se llama Cuentos para Guillermo, este trabajo literario es resultado de un compromiso que tiene el autor con su primo, escribe recordando la infancia que pasaron en Colima, en casa de los padres, de los abuelos, la convivencia con los primos, las anécdotas del taller de su papá.

Es un gran compromiso hacer literatura de la vida familiar (ya que la memoria de los involucrados en los hechos suele ser débil y cuestionar lo escrito), así es que al hacer cuentos o novelar las vivencias de la infancia y hacerlo bien es importante, ya que sólo la gente de Jaliscolimán podemos entender algunas frases, palabras (regionalismos) que sólo le encontramos significado los que hemos vivido en esta hermosa área geográfica.

Sí, por supuesto que son las palabras regionales, pero es mucho más: es también su geografía, su flora, su fauna, sus calles, pero todo dicho e introducido sutilmente, como no queriendo decir la cosa. Veamos unos ejemplos.

Las referencias que hace en varios cuentos son a tamarindos, a sandías, al Jardín Núñez, a los techos de tejas, a la ausencia de tecnología (no radio, no televisión); o a jugar al llamado “bebeleche” allá o “avión” en el centro del país.

También es posible detectar un contrapunto entre lo pueblerino y lo citadino. El narrador lo remarca para diferenciar el modo de ser del primo Guillermo, que es un avispado habitante de la Ciudad de México. Hay un “nosotros”, costeños, habitantes de una pequeña ciudad rural, una gente con sus actitudes y comportamientos pueblerinos en oposición a los citadinos; en todo el texto se ve esta doble idiosincrasia, este doble comportamiento, este doble lenguaje, este doble estilo de vida.

Repasemos algunas historias concretas.  En “Caldo de pato” (p. 18) vemos nuevamente a la ciudad costeña cuando habla del Parque Hidalgo. Porque todos nosotros sabemos que en efecto hay uno con ese nombre en Colima y que en verdad, en él, antes había patos. En esta historia se describe la sabiduría popular de la abuela, el sentido común y el conocimiento empírico que se tiene para luchar por sobrevivir. Esta es la segunda historia a la que se refiere el autor que debe contar todo cuento: la primera, es lo que le pasó a uno de los dos patos; la otra, la sabiduría de la abuela. La primera es la que se cuenta, la segunda es la que se sugiere y que el lector debe intuir.

“Milagro denegado” (p. 24) tiene como argumento una romería a Talpa. Este cuento me hace recuperar las imágenes de mi niñez con “camiones destartalados”, sillas de tule, petates para dormir, el mesón, los rústicos portales de madera y teja de La Villa (de Álvarez) o la obligación que los niños tienen de obedecer a los adultos sin chistar.

Por otro lado debo decir que me encanta el diálogo –el salto constante de la primera a la tercera persona–, entre el narrador (que no tiene nombre pero que sin duda nos hace pensar en el autor) y su primo Guillermo. Este es un diálogo que atraviesa toda la obra. Finalmente diré de este cuento que me sorprendió ese cierre inesperado de complicidad entre la abuela y el protagonista, pues ambos están decepcionados de Talpa, pero los dos se lo callarán.

En “Dos visitantes incómodos” (p. 32) se utilizan localismos como mencionar camisas chazarillas, las fiestas de la Candelaria, los jinetes a caballo, (las hoy llamadas cabalgatas).

En “Tintineante ramo de llaves” (p. 37) quiero destacar el gracioso símil entre una dictadura militar (el franquismo) y la autoridad del padre del narrador.

En “Tiempos sin reloj” (p. 43) nuevamente pienso en los regionalismos colimenses como la Plaza de la Soledad (hoy Gregorio Torres Quintero), beber tuba muy de mañanita, etc.

“Refugiarse en la obscuridad de una noche ajena” (p. 48) alude a la zafra de la caña, la pizca del maíz, la geografía del sur de Jalisco (San Gabriel, Apulco, El Limón, Tonaya) el fumar cigarros de hoja, el contar historias, el tomar mezcalitos. Observen ustedes las alusiones indirectas a Juan Rulfo pues aparte de referirse a los pueblos de la infancia de éste, se menciona a unos hacendados que se llamaban como su padre y su abuelo (don Juan Nepomuceno y don Carlos Vizcaíno, p. 53). Pero en esta mezcla cultural del sur de Jalisco y de Colima (Jaliscolimán, como quería Arreola) también se hace alusión al estado vecino pues los personajes jaliscienses toman tuxca (en Colima así se le conoce al mezcal) y hablan de techos de palma rala, como allá se usan.

Así podría seguir aludiendo a las muchas cosas que detecto en estos cuentos pero no quiero cansar a ustedes, sólo mencionaré, para finalizar, el último, porque introduce una sorpresiva historia. Es muy diferente en todos los aspectos y esa es una de las causas porque sorprende, pero en primer término porque le sede la palabra a Guillermo, que nunca habla en los cuentos anteriores, aunque el lector sabe que está ahí.

Ahora la voz principal es la del primo que habla de unos hechos que le están quemando la garganta y el alma. Le exige al primo que los incluya, si quiere que de algo sirva su libro de recuerdos. El cierre de este impactante relato queda muy bien remarcado en su violencia citadina (en oposición a las historias pueblerinas hasta antes contadas) cuando Guillermo afirma: “Soy una mierda y esa noche me hice el pendejo”.

Terminaré diciendo que recordar es volver a vivir y cuando leo estos textos me hace vivirlos, recordar los momentos de mi infancia en los que hay sucesos similares o momentos que recuerdan los riesgos de vivir y cómo los superamos.

Felicito al maestro Moreno por haberlos escrito y por haberse venido a vivir a Ciudad Guzmán, después de muchos años de transitar por la Ciudad de México y por venir a refrescar la literatura del Sur de Jalisco con sus “Relatos colimotes”. Tal como lo hicieran sus coterráneos, la maestra Pastora Amezcua y el maestro Gregorio Torres Quintero, pedagogo –este último– fundamental en la historia de México con su metodología para la lecto-escritura denominada método onomatopéyico, del cual nos puede compartir y ampliar el maestro Martín, quien es experto en pedagogía.

Muchas gracias.

 

*Texto leído por el autor durante la presentación del libro Cuentos para Guillermo de Ramón Moreno Rodríguez, en la biblioteca pública municipal “Juan José Arreola”, en Ciudad Guzmán, Jalisco, el jueves 25 de abril de 2024.

 




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