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El antiguo oficio de bolear zapatos



Foto de Sandra Sevilla

LA HISTORIA DEL VIERNES

Viernes 28 de Febrero de 2025 7:07 am

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Alfredo García Cruz, una historia de amistad y perseverancia

Con una sonrisa cálida y un trapo en mano, Alfredo García Cruz nos cuenta su historia, esa que brilla tanto como los zapatos que pule con dedicación todos los días en el Jardín Torres Quintero, en el corazón de la ciudad de Colima.

A sus 12 años comenzó en el oficio de bolero sin imaginar que, décadas después, volvería a encontrarse con las cajas de betún y los cepillos, esta vez no por elección, sino por necesidad.

“Yo anduve boleando desde los 12 años, pero nunca pensé regresar otra vez. Por la pandemia me quedé sin trabajo y no encontraba de lo que sabía”, comparte Alfredo.

Su papá, también bolero, trabajaba en el mismo lugar. “Él estaba en la mañana, guardaba sus cosas en el cajón, cerraba y se iba, entonces le dije que si me daba chance y sí, empecé boleando”.

Aunque el trabajo no siempre es constante, Alfredo se mantiene optimista. “Ya ve que hay temporadas altas y bajas, pero no deja de darte para comer. Eso es lo que uno le busca, la comida”, comenta con sencillez.

Su mayor desafío es la disminución de clientes, ya que “la gente ya no se bolea como antes”. Sin embargo, sus clientes más fieles siguen regresando, y aunque de vez en cuando cae alguno nuevo, la mayoría son los mismos de siempre.

¿Quiénes se bolean los zapatos hoy en día? Alfredo nos cuenta que su clientela va desde jóvenes de 20 años hasta personas mayores de 60.

“Hay jóvenes que se bolean, están acostumbrados, pero hay gente que no, por no gastar”, menciona entre risas.

Entre sus clientes hay actores famosos, médicos, abogados, maestros y, sobre todo, políticos. “Conmigo se ha boleado los zapatos el papá de la gobernadora Indira Vizcaíno, Arnoldo”, comenta con orgullo.

Pero más allá del trabajo, lo que Alfredo realmente disfruta es la oportunidad de platicar y hacer amigos. “Lo más bonito de este trabajo es eso, conversar, conocer historias, compartir un rato agradable con la gente”, dice.

En cada brillo que da, Alfredo no solo pule el cuero de los zapatos, sino que también refleja su propia historia de perseverancia. Porque ser bolero no es solo un oficio, es un arte, es crear conexiones, es darle vida al asfalto con cada paso bien lustrado de quienes, sin saberlo, se llevan un poco de su alegría y su dedicación.

Alfredo García Cruz nos recuerda que, aunque los tiempos cambien y las costumbres se transformen, siempre habrá un lugar para la conversación amable y el trabajo honrado.

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Sandra Patricia SEVILLA TRUJILLO



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