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Florece la tradición: cempasúchil en los campos de Alcaraces



Foto de Hugo Ramírez

EN CUAUHTÉMOC

Lunes 20 de Octubre de 2025 7:20 am

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Además de surtir a los municipios del estado de la flor, una parte de la producción viaja a Jalisco y Michoacán

En los campos de Alcaraces, en el municipio de Cuauhtémoc, el sol parece más cálido cuando cae sobre el manto dorado de cempasúchil. Son decenas de hileras que, vistas desde lejos, parecen olas naranjas moviéndose al ritmo del viento. Aquí, donde el olor a tierra húmeda se mezcla con el perfume de la flor de los muertos, la vida brota con fuerza cada otoño.

Productores del lugar dieron a conocer que este año tienen alrededor de 70 mil plantas, comenzando el cultivo desde agosto, que consiste en reparar la tierra, sembrar, regar y cuidar cada brote. Añadieron que son tres meses intensos, pero que, sin embargo, vale la pena cuando llega noviembre y observan los altares llenos de las flores que producen.

Los productores del lugar dedican horas a las podas, la fertilización, las fumigaciones y, sobre todo, al riego que, consideran, “el alma del cultivo”, ya que dicen que no es solo un negocio, sino una manera de honrar a sus antepasados, pues el Día de Muertos siempre ha sido la fecha más especial del año, el cempasúchil simboliza la vida que sigue, el camino que ilumina a quienes ya no están.

Una de las trabajadoras del lugar desde temprano recorre los surcos revisando cada flor, lleva las manos teñidas de tierra, pero al hablar, su sonrisa se ilumina como el campo.

“Lo más bonito es ver cómo la planta crece día con día. La cuidamos desde que es chiquita, y cuando florece sentimos orgullo, porque sabemos que esa flor va a estar en un altar, acompañando a alguien que fue amado y que será eterno a través del recuerdo”, comparte.

Asimismo, agregó que el cempasúchil tiene un poder que va más allá de lo ornamental. “Dicen que es la flor del sol, que desde los tiempos antiguos servía para guiar a las almas. Cuando llega noviembre y huelo el cempasúchil, pienso en mi abuela. Me gusta creer que, gracias a estas flores, ella encuentra su camino de regreso”.

Además de surtir a los municipios del estado de la flor, una parte de la producción viaja a Jalisco y Michoacán, por lo que cada año la demanda crece.

En Alcaraces, la tradición florece entre surcos y memorias. Cada pétalo parece encender una chispa de sol sobre la tierra colimense, anunciando que la muerte no es final, sino regreso. Desde aquí, las flores emprenden su viaje para iluminar altares, cementerios y corazones.

Así, el cempasúchil, flor del sol y de los muertos, sigue guiando el camino de las almas, y el de quienes, con sus manos, la hacen florecer cada año.

Hugo RAMÍREZ PULIDO



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