El Hijo del Santo se despide del ring y cierra una era de plata en la lucha libre
Jueves 18 de Diciembre de 2025 3:16 pm
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La tarde del sábado 13 de diciembre de 2025, el Palacio de los Deportes fue testigo de un momento histórico: el retiro del Hijo del Santo, quien puso fin a su carrera profesional y con ello cerró uno de los capítulos más emblemáticos de la lucha libre mexicana.
La historia de esta despedida tuvo un eco profundo en el pasado. El 12 de septiembre de 1982, en el entonces Toreo de Cuatro Caminos, Santo, El Enmascarado de Plata, cayó por última vez sobre los encordados en una lucha brutal frente al Perro Aguayo. Aquel adiós, marcado por la violencia, quedó grabado en la memoria de su hijo, quien décadas después recordó ese momento con una confesión íntima proyectada en las pantallas del recinto: “Siempre estaré arrepentido de no haber subido al ring a defender a mi papá”.
Cuarenta y tres años más tarde, el heredero de la máscara plateada fue el protagonista de su propia despedida. Desde que recibió la estafeta, el Hijo del Santo se convirtió en el máximo guardián del legado familiar, manteniéndose siempre del lado técnico, fiel a la decisión que su padre tomó al transformarse en un símbolo admirado por generaciones de niños, dentro y fuera del ring.
La función reunió la esencia de la lucha libre mexicana: encuentros de minis, lucha femenil, relevos australianos, participación de herederos de grandes leyendas y un duelo de máscara contra cabellera que marcó el inicio de una nueva etapa para quien ahora porta la herencia de plata. La lucha estelar tuvo al Hijo del Santo acompañado por L.A. Park y Último Dragón, quienes se impusieron a Texano Jr., Hijo de Fishman y Dr. Wagner Jr., quien al finalizar el combate reconoció públicamente el legado de su rival.
A diferencia del adiós de su padre, el Hijo del Santo se retiró con la mano en alto. Entre aplausos, ovaciones y el sonido de Las Golondrinas, dio la espalda al ring por última vez y fue cargado en hombros por su hijo, El Santo Jr., en una imagen que simbolizó la continuidad de la leyenda.
Al término de la función, el luchador compartió una reflexión cargada de emoción: “No he podido llorar”. Quizá porque las despedidas pesan, incluso cuando se planean con la misma disciplina física y mental que una lucha. O tal vez porque retirarse con un triunfo es un privilegio reservado para trayectorias excepcionales.
La máscara podrá descansar, pero su significado permanece. Porque en la lucha libre, las máscaras y las cabelleras caen, pero la plata mexicana —como las verdaderas leyendas— es eterna.
