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De ayer y de ahora



JAIME ROGELIO PORTILLO CEBALLOS

Muertos, no olvidados


Domingo 04 de Noviembre de 2018 8:43 am


NUESTRA cultura no se olvida de los antepasados. Los recordamos y les rendimos homenaje. Me gusta acudir dos o tres veces al año al Panteón Municipal de Colima a rendir tributo a mis padres y antepasados. Una vez, hace varios años, expresé por escrito mis sentimientos de una de mis visitas. Hoy la quiero recordar y revivir:

“Al caer la tarde, cuando el cielo va despojándose de sus vestiduras luminosas y adornándose con oscuros atavíos, acompañado del suave viento que hacía vibrar las hojas y con la quietud y silencio del lugar donde duermen los antepasados, caminé hasta el sitio donde reposan las raíces y origen de mi vida.

“Llegué hasta ese lugar donde van a radicar los que terminan el arduo peregrinar de la vida e incursionan el desconocido y misterioso terreno del más allá.

“Mis raíces, bien hundidas en el suelo colimense, están ahí. Padres y antepasados yacen en la cálida y húmeda tierra, de cuyo barro fueron modelados.

“Había decidido visitar su última morada, rememorar su presencia, platicar en espíritu con ellos, comunicarles mi amor y agradecimiento por la formación recibida, por las actitudes y valores inculcados, al tiempo que elevaba al Creador mi petición vehemente por su descanso eterno.

“Ahí estaba, en la sección segunda de la calle nueve, lote 17, frente al lugar donde fueron enterrados mis ancestros en el Panteón Municipal de Colima. Parado frente aquella tumba, con los ojos húmedos de recuerdos y con el espíritu elevado al Creador, agradecí el haber aprendido que la vida con amor aporta color y calor a la existencia, que el esfuerzo y la perseverancia siempre dan fruto, que la vida siempre presenta altibajos y que nadie tiene logros sin luchar y esforzarse por ellos.

“Al tiempo que cantaban los pájaros en aquel lugar, y las bugambilias y mirtos servían de mudos testigos de mi presencia, mi mente voló hasta mi infancia y juventud y recordé cómo mis padres me educaron. Recuerdo a mi madre como una fiel guardiana de su hogar, como una antigua ama de casa, formada en las actitudes de atención y cuidado hogareño, aun cuando ella también trabajó mucho en el negocio de libros, revistas y deportes que mis padres tuvieron. Mi hermana y hermanos heredamos, tanto de mi mamá como de mi papá, el sentido para vivir con honestidad, sin mentiras y practicando al máximo la justicia.

“De mi padre puedo decir también mucho, pero destaco su orden, fortaleza, responsabilidad, inteligencia y sentido artístico, así como también su afición por el piano y el dominó, su gusto por los deportes y el ejercicio físico y su facilidad y capacidad para los negocios.

“Es difícil tejer en un breve espacio y reunir los hilos multicolores que componen el manto de la vida que transcurre cuando uno vive con sus padres. Y es en esta vida sencilla, cotidiana, donde uno recuerda con amor y con nostalgia todos aquellos momentos que bordaron en relieve las vestiduras de nuestra infancia y juventud. Convivencias, sobremesas, paseos, comidas, hábitos, costumbres, fiestas y cumpleaños, son sólo algunas de estas fibras con las cuales fueron tejidas nuestras primeras etapas de vida familiar.

“Al volver mi mente de aquellas reflexiones y mirar la tumba de mis padres, mi alma expresó sollozante, en voz baja y entrecortada: Aquí están las raíces que me nutrieron con la savia de su amor y de su esfuerzo; aquí permanecen mis lanzas y escudos que me armaron para la vida; aquí reposan los huesos que me sostuvieron en momentos difíciles; aquí yacen los que me vistieron con las túnicas del honor y la dignidad; aquí descansan los que sembraron en mi la fe y la esperanza; aquí duermen los que en vida no descansaron por darnos lo mejor de ellos mismos… Y ya en la oscuridad de la noche, me arrodillé a su lado y con cada gota que se deslizaba por mis mejillas pronunciaba la oración del Nazareno pidiéndole a Dios su paz y descanso eternos”.