Indicador Político
CARLOS RAMÍREZ
Presupuesto AMLO
Lunes 05 de Noviembre de 2018 8:03 am
EN la primera mitad de su sexenio, el
presidente Echeverría buscó reactivar la economía en función del gasto social,
pero rompiendo los acuerdos de economía mixta con los empresarios. Sin una
nueva estructura de política económica, decidió suplir con gasto público la
inversión privada, sólo que sin aumentar ingresos. La economía se inflacionó y
llevó a la devaluación de agosto de 1976. Esta semana, el presidente electo,
Andrés Manuel López Obrador, va a aprobar su política económica y sus márgenes
presupuestales basado en el gasto de sus promesas de campaña, pero sin más
ingresos. El aumento del gasto con relativos ahorros presupuestales ha mandado
la señal a los mercados que el presupuesto 2019 tendrá un aumento en el déficit
presupuestal, en el techo inflacionario y en el tipo de cambio. En 1973, al cambiar al secretario de
Hacienda técnico –Hugo B. Margain– por un político –José López Portillo,
enfilado a la candidatura presidencial–, Echeverría declaró que no había
problemas “porque de todas maneras las finanzas se manejan desde la Presidencia
de la República” (Excelsior, 30 de mayo, 1973). Así fue, escribió el ensayista
Gabriel Zaid, “y así nos fue”. El gasto se fue al alza, el déficit presupuestal
llegó al 8 por ciento y se financió con circulante y la devaluación fue
inevitable. La estructura del Presupuesto de
Ingresos-Egresos de López Obrador está atada al marco macroeconómico, según los
Pre-Criterios de Política Económica para 2019, definidos por la Hacienda de
Peña Nieto: PIB de 2.5 menos 3.5 por ciento, inflación del 3 por ciento,
aumento del gasto de 4.6 por ciento –3 por ciento de inflación y 1.6 de real– y
déficit presupuestal de 2 por ciento. Sin embargo, algunas variables han
cambiado: la inflación anual podría ser de 4.5 por ciento y la necesidad de gasto
del presupuesto lopezobradorista por compromisos sería de un billón de pesos,
cerca del 20 por ciento más. El problema de la política
presupuestal de López Obrador radica en el regreso al presidencialismo
económico o manejo de las finanzas públicas desde la Presidencia. En España, el
gobierno del socialdemócrata Pedro Sánchez aumentó el gasto, pero con un
incremento en el cobro de impuestos para mantener el déficit de gasto público
exigido por mandato constitucional por la Unión Europea. En las primeras revisiones de las
cifras de López Obrador no existe aumento en ingresos fiscales y se ha
determinado un incremento sustancial en el gasto por costo de la cancelación
del aeropuerto, aumento a las pensiones de tercera edad, becas a jóvenes,
refinerías, Tren Maya y alza en el salario mínimo. En cambio, habría un ahorro
en la reducción de los salarios, hasta ahora sin ser suficiente como para
financiar el nuevo gasto. En los tiempos del desarrollo
estabilizador –1954-1970, con PIB de 6 por ciento promedio anual, inflación de
2 menos 4 por ciento, tipo de cambio fijo y libre a 12.50–, el secretario de
Hacienda le explicaba al Presidente de la República, en una hoja cuadriculada y
a lápiz, la estructura sencilla de los ingresos y los gastos. Los tecnócratas
introdujeron la matriz insumo-producto y ahora López Obrador regresa al diseño
presidencial directo del gasto, a partir de los compromisos de campaña. El problema, en el fondo, no radica en
el aumento del gasto público, sino en su financiamiento con impuestos, ingresos
de empresas públicas y deuda. Pero el punto más sensible radica en la variable
inflación. La doctrina monetarista-neoliberal del salinismo se basó en el evangelio
de Milton Friedman: la inflación es, en todo tiempo y en todo lugar, un
fenómeno monetario: al aumentar el circulante, los precios subían. Por tanto,
en el ciclo neoliberal se controló el circulante con PIB bajo, baja salarial y
gasto decreciente. La clave del primer presupuesto de
López Obrador va a radicar en el marco macroeconómico: PIB, inflación y déficit
presupuestal. Cualquier variación al alza en función de las cifras de los
Pre-Criterios tendrá efectos inflacionarios y por tanto desestabilizadores. Los
técnicos del presupuesto diseñan el gasto a partir de los ingresos, en tanto
que los políticos fijan los egresos para determinar los ingresos. Hasta 1993,
la Presidencia controlaba al Banco de México y ordenaba imprimir más billetes;
hoy, la autonomía del Banco Central impide ese camino inflacionario. Así que no hay muchos caminos para el
presupuesto de López Obrador: o se ajusta a los ingresos, baja gasto, pospone
promesas de campaña y fija una inflación del 3 por ciento o sube PIB, inflación
y déficit presupuestal a costa de un nuevo ciclo inflación-devaluación. Una
salida racional consistiría en posponer 2 años sus compromisos, rehacer la
estructura productiva no inflacionaria y reconocer que su plan ideal será
imposible de alcanzar y tendrá que ajustarse a un populismo estabilizador
modesto. Política para dummies: La política es
la racionalidad como justificación. indicadorpoliticomx@gmail.com
@carlosramirezh