Razones
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
El diálogo o el insulto, de ida y vuelta
Martes 06 de Noviembre de 2018 7:57 am
LO ocurrido este fin de semana con la
famosa portada de la revista Proceso es de locos, y demuestra el grado de
polarización que se ha inoculado en la sociedad con costos todavía
impredecibles. Por si alguien no se enteró, Proceso publicó una portada con una
foto de un López Obrador poco agraciado, envejecido, y con la leyenda “AMLO se
aísla, el fantasma del fracaso”. Nada más. No es diferente a las portadas que
ha hecho Proceso por décadas. Tampoco es diferente a lo que también ha hecho
Proceso en forma frecuente, sobre todo desde el retiro de Julio Scherer García
de su dirección editorial: sacar portadas muy duras, que no están respaldadas
por la información que lleva en sus interiores. Me parece, en ese sentido, una mala
praxis periodística, pero están en su derecho de hacerlo. En esta ocasión, esa
portada se basaba en una entrevista (nunca citada en la portada) con el jurista
Diego Valadés Ríos, un hombre afín al Presidente electo, como lo fue de Jorge
Carpizo, de Manuel Camacho y de Marcelo Ebrard, donde en realidad Diego termina
hablando de otras cosas mucho más sutiles en un ámbito, y mucho menos duras en
otros, que lo que refleja la portada. Hubiera pasado poco si la reacción
contra el semanario no hubiera sido tan desmesurada por parte de muchos de los
seguidores de López Obrador, incluyendo a su esposa, la señora Beatriz
Gutiérrez Müller, o la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky. Una
polarización inexplicable e innecesaria, que es parte también del lenguaje que
ha recuperado el Presidente electo en las últimas semanas, cuando escucha o lee
críticas que no le gustan. No es válido lo que periodísticamente hizo Proceso,
pero tampoco lo son los desgarres de vestiduras y los ataques a un medio que
tampoco estaba, en su portada y mucho menos en interiores, “atacando” al
Presidente electo, sólo advertía del peligro de algo que le ha ocurrido a la
mayoría de los presidentes que he conocido: la tendencia a aislarse, encerrar
en un entorno cada día menor, encapsularse y terminar llevando al fracaso su
proyecto político o parte del mismo. El tema merecía y merece una reflexión
serena, como la que hace Valadés, se esté o no de acuerdo con ella. No una
feria de excesos en redes sociales donde se refleja el grado de enfermedad
social que estamos sufriendo con una polarización, un encono y una virulencia
hacia cualquier tema directa o indirectamente relacionado a AMLO, que por sí
sola llevará, y ese debería ser el principal motivo de reflexión, al fracaso a
cualquier proyecto. El encono y la polarización pueden sumar en el corto plazo,
en el largo inevitablemente destruyen, a unos y a otros. Nadie le puede pedir al Presidente
electo “que se calle” (eso hizo Peña y ha pagado un costo altísimo) y está muy
bien que insista en que “la libertad implica mensajes de ida y vuelta”, que
proponga un debate “respetuoso” y un “diálogo circular”, pero no he visto el
diálogo ni el derecho de réplica en todo este asunto: se han concentrado en descalificar
a un medio que hasta anteayer era el más lopezobradorista, sin debatir su
contenido. Y no hablemos de lo que han dicho los partidarios y adversarios de
López Obrador en redes sociales: un verdadero rosario de insultos sin casi un
solo argumento. Unos y otros descalificaron incluso ayer a Diego Valadés,
cuando simplemente quiso explicar cuál era su posición, que en lo personal no
comparto, pero que me parece muy respetable. El punto está precisamente en eso, en
el respeto. Y él mismo tiene que incluir a los medios, pero tiene que partir
del Presidente electo y su equipo. Sus palabras tienen un peso que no tiene
ningún medio de comunicación. Si él o sus más cercanos pasan de la respuesta o
la réplica al insulto abierto o soterrado, ese mismo insulto, como dice López
Obrador, se regresa y el desgaste para las instituciones, para los medios y
para todos nosotros será cada día mayor. Como ha escrito Leo Zuckermann, cuando
el Presidente pone etiquetas, algunas de ellas insultantes, o no cuida su
lenguaje, se dificulta el diálogo respetuoso o la posibilidad de una réplica
seria que él mismo reclama. El diálogo debe ser circular, pero primero tiene
que ser un diálogo, no un rosario de insultos.
Por cierto, buena parte de este
cataclismo tiene origen en la cancelación de la construcción del aeropuerto de
Texcoco. Como ya hemos dicho, esa fue una demostración de poder y autoridad del
Presidente electo. Pero más allá de que se puedan ampliar de alguna forma las
terminales del actual aeropuerto y que se intente revitalizar Toluca, es
evidente que Santa Lucía resulta inviable. La alternativa tendría que ser
clara: hay que privatizar lo que queda de la obra, hacer que la iniciativa
privada (los actuales inversionistas acompañados incluso con otros) ponga los
recursos para concluir y administrar el nuevo aeropuerto en sociedad con el
Gobierno Federal; si hubo malos manejos, transparentarlos, y si es posible,
castigar a los responsables. De esa forma, ni se perdería lo ya invertido, ni
se asumirían los costos de la cancelación de la obra, ni tampoco de emprender
algo inoperable como Santa Lucía. Sería una decisión de ganar-ganar y se
inscribiría en ese diálogo respetuoso y de ida y vuelta que propone el presidente
electo, Andrés Manuel López Obrador.