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México y las elecciones en EU



RODRIGO MARTÍNEZ OROZCO


Jueves 08 de Noviembre de 2018 8:18 am


LAS repercusiones de las elecciones intermedias de Estados Unidos pueden ser problemáticas para México. Algunos esperaban, de acuerdo con la experiencia histórica y las encuestas, una “marea azul”, es decir, que los demócratas obtendrían resultados electorales favorables que inclinarían la balanza a su favor en algunos estados y en la Cámara de Representantes. Sin embargo, la victoria demócrata no fue tan amplia. Si bien obtuvieron el control de la Cámara Baja, la Cámara Alta sigue bajo control de los republicanos y perdieron algunas gubernaturas que podrían ser claves de cara a las elecciones presidenciales de 2020.

En términos generales, el panorama político que se está configurando a raíz de las elecciones puede entenderse así: polarización, conflictividad y hasta paralización. La polarización ya estaba presente desde la campaña presidencial, sin embargo, con los demócratas como contrapeso en la Cámara Baja y en algunos estados, se equilibrarían las fuerzas. La violencia acontecida durante los 2 años de la Presidencia de Trump y, sobre todo, los ataques a los apoyos demócratas en las últimas semanas son muestra de ello, pero también de un aumento en la conflictividad en diversos frentes. El más obvio sería el conflicto entre y dentro de los Poderes: los demócratas bloqueando algunas de las políticas más importantes de Trump, como la aprobación del presupuesto para el muro. Además, los demócratas podrían investigar a Trump por los diversos escándalos, principalmente la intervención rusa en las elecciones.

Podríamos leer la victoria demócrata como favorable para México, pero podría no ser del todo acertado. Si Trump se topa con una Cámara Baja dispuesta a bloquear o echar para atrás sus políticas más importantes o más populares para su electorado, el Presidente podría utilizar la política internacional para movilizar a sus simpatizantes, como lo hizo a raíz de la caravana migrante. En este sentido, y dentro de un ambiente de conflictividad, violencia y polarización, Trump endurecería aún más su discurso antimexicano y podría implementar medidas, algunas más simbólicas que otras, para mostrar a su base electoral su compromiso con las causas racistas y antimigrantes. Las encuestas en el día de la elección mostraron que el tema de la migración fue uno de los más importantes, y no parece haber alguna razón para que eso cambie de cara a 2020.

Existe, sin embargo, una política racista y conservadora más allá de Trump, y quedó evidenciada en las elecciones. Si bien Trump es el Presidente con los índices más bajos de popularidad en muchos años, los resultados electorales del Partido Republicano confirman lo que ya veníamos observando desde 2016: que los republicanos no son un bloque homogéneo liderados por un incuestionable hombre fuerte. El propio Trump recriminó públicamente a algunos candidatos republicanos el hecho de no haber solicitado su ayuda para las campañas. Dicho de otra manera, la popularidad (o falta de ésta) de Trump no se traduce en popularidad del Partido Republicano. En el papel podría sonar como una debilidad para el Presidente de Estados Unidos, sin embargo, las elecciones mostraron lo contrario: la fuerza del partido es también la de Trump, pero la impopularidad del Mandatario no es la del partido.

De cualquier manera, el próximo gobierno mexicano tendrá que hacer un doble juego en su política frente a Estados Unidos. Por un lado, lidiar con el impredecible Presidente, para obtener los grados más altos de autonomía frente al vecino del norte; por otro lado, establecer vínculos funcionales con los demócratas, para que sirvan como aliados en la agenda en común. No es tarea sencilla.