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La ciudad de las parotas



ALEJANDRO MORALES

La botica de don Gabriel


Sábado 10 de Noviembre de 2018 12:00 am


LA Farmacia Guadalupana, en la esquina de Madero y Medellín, es uno de los cada vez más escasos negocios en el centro de la capital del estado que han superado el medio siglo de servicio (¡ya lleva 62 años!). Esta farmacia es también conocida como “la botica de don Gabriel”, por la atención personalizada, desde su fundación, de Gabriel Morales Valencia, originario de Comala, y toda una institución del comercio céntrico en Colima.

“Casi casi nací en botica, porque mi papá tenía una farmacia”. Gabriel Morales Hinojosa, su padre, nació en Tonila, y pronto se avecindó en Zapotlán, ahora Ciudad Guzmán, Jalisco, donde aprendió el oficio de boticario cuando no existía todavía la medicina de patente y todos los medicamentos pasaban por las manos de los boticarios, encargados de preparar las fórmulas galénicas o magistrales. En esos tiempos, jarabes, sales, elíxires, pomadas, gotas, cápsulas y “papelitos” no tenían marcas, y salían de los conocimientos y habilidades de los boticarios tradicionales.

Morales Hinojosa ejerció en Ciudad Guzmán y Cocula. Después estableció su botica en los portales de Comala, y en los tiempos de zafra de la sal emigraba con su familia a Cuyutlán, donde ofrecía sus servicios a trabajadores y turistas. No en balde Gabriel Morales dice que nació y se formó en botica. El poeta Víctor Manuel Cárdenas, sobrino de Gabriel Morales Valencia y nieto de Gabriel Morales Hinojosa, escribió en uno de sus poemas: “El abuelo llevaba en siete cajas toda una botica […] heredó a sus hijos cinco libros de historia y dos tomos de farmacopea”. Estas farmacopeas fueron para el fundador de la Farmacia Guadalupana. 

Apenas terminó la secundaria, Gabriel Morales se acercó a otra leyenda de las farmacias en Colima, don Juan Cárdenas Gutiérrez, fundador en 1923 de la Farmacia Sangre de Cristo, en la calle Filomeno Medina. A esta farmacia ya tenía mucho tiempo que Coco, como lo conocen en su natal Comala, iba a surtirse para abastecer la botica de su papá. Con ganas de trabajar, le pidió a don Juan que lo recomendara para emplearse en la farmacia del Pollo Macedo. Pero don Juan prefirió invitarlo para que se quedara en la propia Sangre de Cristo, y ahí encontró el segundo de sus pilares de su probada formación como farmacéutico.

El tercero y definitivo pilar de su formación fue su empeño y decisión por aprender lo mejor posible el oficio. Pensó entonces: “Si voy a dedicarme a una cosa, voy a hacerla lo mejor que se pueda, no nomás al aventón. Le puse mucho interés a aprender y hacer todas las preparaciones que pedía el público”. Copió de su puño y letra muchas de las fórmulas galénicas, al tiempo que empezó a familiarizarse con los cambios de la nueva medicina moderna. 

Por un año más o menos, los doctores de la llamada Unión Médica Colimense lo invitaron a trabajar en su Farmacia Occidental, ubicada en la misma esquina donde actualmente se encuentra “la botica de don Gabriel”. Logró aumentar la clientela, pero don Juan Cárdenas lo llamó de regreso a la Sangre de Cristo, y la botica de los médicos quebró. Fue adquirida después por don Juan, y se la encargó con notable éxito a Gabriel Morales. Así, la Farmacia Occidental fue reabierta el 15 de septiembre de 1956 como Farmacia Guadalupana.

Ir a la botica de don Gabriel no es como “ir a la súperfarmacia”. Para no pocos todavía es punto de encuentro y conversación. Trato amable, tradición, surtido, buen precio y conocimiento, son combinados de manera que nada más con platicar los pacientes ya llegan a sentirse mejor. No sólo surte medicamentos, es una farmacia que da confianza. “Don Gabriel es muy atinado”, es uno de los comentarios más frecuentes entre los que van a comprar a la botica, o bien a solicitarle un consejo farmacéutico.

Luego de casarse Gabriel Morales con Patricia Guadalupe de la Peña Martel, en 1964, recibieron de regalo un gran cuadro de la Guadalupana, el cual adorna desde entonces los interiores de la botica: “No temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?”.